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350 años de ciencia en la Web

De Newton a la geoingeniería, pasando por las primeras transfusiones de sangre y la cometa de Franklin

NUÑO DOMÍNGUEZ

Entrar en la Royal Society de Londres es un honor que sólo unos pocos científicos consiguen en su vida. Pero desde hace unos días, cualquiera puede trastear en sus archivos, al menos, en su versión digital.

La institución británica ha colgado en la Red lo más florido de su vasta colección de artículos para celebrar que lleva viva 350 años y que es una de las sociedades científicas más antiguas del mundo. Los trabajos publicados en su revista, Philosophical Transactions, dan fe del sinuoso y a veces delirante camino que lleva hacia el conocimiento. Un artículo especula que un perro rabioso cambiará de ánimo si se le inyecta sangre de uno manso. Otro confirma que Mozart fue un niño prodigio, y no un adulto bajito. La colección también contiene estudios que cambiaron la historia, como el descubrimiento del espectro luminoso por Isaac Newton o la descripción de la doble hélice de ADN por Francis Crick y James Watson. Bienvenidos a la máquina del tiempo.

El catálogo abarca trabajos publicados entre 1666 y 2008

El primer número de Philosophical Transactions describía una transfusión de sangre entre dos perros. El experimento pretendía esclarecer si el carácter de un animal se transmite a otro y hace que, por ejemplo, un perro que sabía acechar a la caza pierda esa cualidad si se le inyecta sangre de otro. Un año después, los miembros de la Royal Society presenciaron la primera transfusión entre una oveja y un hombre. Se pensaba que la sangre del animal aliviaría los problemas mentales de una persona. Aunque comenzaban a apuntarse los posibles beneficios de inyectar sangre a heridos o enfermos, las consecuencias de estas prácticas llevaron a muchas personas a la muerte, por lo que el Parlamento británico las prohibió unos años después. Las consecuencias de este tipo de experimentos no se entendieron hasta 1901, cuando el austriaco Karl Landsteiner descubrió los grupos sanguíneos que le valieron un premio Nobel.

La colección incluye estudios que cambiaron la Historia

Tras dejar su habitación a oscuras, salvo por un fino rayo de sol que se colaba por la ventana, Isaac Newton descubrió que la luz es color. Cuando el rayo atravesaba un prisma de cristal, se dividía en los diferentes colores que forman el espectro luminoso. Fue la primera prueba de que los colores no dependen de los objetos, sino de la luz que incide en ellos, y que ésta es en sí una suma de colores.

El hallazgo le sirvió a Newton para concluir que las lentes de los telescopios nunca son del todo nítidas y diseñar uno basado en espejos cuya estructura fundamental se usa aún hoy en algunos de los telescopios más grandes del mundo.

Inventor, politólogo y uno de los fundadores de EEUU, Benjamin Franklin estaba convencido de que los rayos eran electricidad y podían captarse con las herramientas adecuadas. Para probarlo, esperó a que hubiese una tormenta y lanzó al vuelo una cometa a la que había añadido un pequeño pararrayos.

Su artículo para la Royal Society relata que consiguió que la cometa captase el 'fuego eléctrico' de un rayo, aunque algunos autores dudan de que llevase a cabo el experimento.

Sobre lo que no hay duda es que las teorías de Franklin sobre las propiedades de la electricidad le ayudaron a inventar el pararrayos, que se convirtió en un elemento muy común en las torres de las iglesias y, más de un siglo después, en los primeros rascacielos .

A los ocho años, Mozart cautivó a Londres con su impresionante dominio de la música. Tanto fue así que algunos dudaron de que aquel portento fuese un niño tan joven, como aseguraba su padre. Para esclarecerlo, el abogado y naturalista Daines Barrington visitó al joven para escucharle y comprobar si era realmente un niño. En su artículo, Barrington no escatima elogios para el joven músico y confirma su corta edad ya que, a pesar de tocar mejor que muchos adultos, no dudaba en abandonar el clavicordio para jugar con un gato o corretear por la habitación.

La Royal Society presenció una transfusión entre animal y hombre 

'Después de un gran silencio, tengo el placer de comunicarles los resultados impactantes a los que he llegado'. Así comenzaba el físico Alessandro Volta su carta a la Royal Society en la que describió una columna de discos de zinc y plata alternados y sumergidos en un cubo de agua salada. Cuando el inventor tocó ambos extremos del ingenio, recibió una pequeña descarga. Se trataba de la primera pila eléctrica, que, a pesar de sus diferencias, es el antecedente de muchos modelos actuales.

El reverendo William Buckland vivió gran parte de su vida intentando cuadrar el Génesis con las pruebas geológicas que recogía en el terreno como naturalista. En 1822 descubrió en la cueva de Kirkdale, en Yorkshire, un rico botín con fósiles de hienas, tigres, hipopótamos y osos. En su parte para la Royal Society concluía que el lugar era una guarida prehistórica y que aquellos animales no habían sido arrastrados a Inglaterra por el diluvio universal, sino que vivieron en aquel país y sus restos quedaron depositados en diferentes estratos. Su trabajo siguió contribuyendo a esclarecer las diferentes edades de la Tierra, pues unos años después fue el primero en describir los restos del Megalosaurus, el primer dinosaurio.

El artículo que el físico británico James Maxwell publicó en Philosophical transactions en 1865 tuvo un impacto mundial. Unificó por primera vez dos de las principales fuerzas que se conocían en aquel momento, la electricidad y el magnetismo. Sus cuatro ecuaciones demostraron que ambas son cara y cruz de un mismo fenómeno y conjugó por primera vez los trabajos fundamentales de otros físicos como Coulomb, Ampere o Faraday. Su trabajo demostraba además que la luz la forman ondas electromagnéticas.

Franklin describió su controvertido experimento de la cometa eléctrica

El cuerpo del investigador John Haldane era su laboratorio personal. Interesado en la respiración, describió los efectos de la intoxicación por dióxido de carbono mientras respiraba el gas en una cámara sellada. Durante la I Guerra Mundial, fue enviado al frente por el Gobierno británico para identificar el gas que estaban usando los alemanes. Descubrió que era cloro y diseñó la primera máscara antigás que usaron los soldados británicos. También redactó las tablas de tiempo y profundidad que evitan que los gases acumulados en los pulmones acaben con la vida de un buceador. Haldane llevó su cuaderno para apuntar los efectos de la altura mientras escalaba el pico Pikes, un coloso de 4.300 metros en las Montañas Rocosas de EEUU. Incluyó todos los detalles en su artículo para la Royal Society, donde sentó las bases biológicas del mal de altura y las maneras de afrontarlo mediante un ascenso lento y una aclimatación. Murió en Oxford en 1936, poco después de regresar de Persia, donde investigó la muerte por golpe de calor en las refinerías de petróleo.

En 1953, un breve artículo en Nature explicaba la estructura del ADN, uno de los descubrimientos científicos más importantes del siglo XX. Debido a la falta de espacio, sus autores, James Watson y Francis Crick, sólo apuntaron en el último párrafo la importancia del hallazgo para explicar cómo se replica el ADN. Un año más tarde, los detalles de este trabajo quedaron plasmados en un artículo mucho más amplio para la Royal Society en el que los autores describían cómo las bases que forman el ADN se agrupan en una doble hélice que facilita la replicación de la molécula de la vida.

Como previsión de los retos que vivirá la ciencia este siglo, el último artículo abierto al público versa sobre la geoingeniería. El autor es el polémico James Lovelock, autor de la teoría Gaia, que considera a la Tierra un organismo vivo autorregulado. En el artículo describe su proyecto de instalar grandes tuberías en el océano para aumentar la captación de CO2.

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