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El Cabanyal, sentenciado

El Tribunal Supremo autoriza al Ayuntamiento de Valencia  a partir en dos un barrio histórico para tener otra salida al mar

JOAN GARÍ

L a revolución de diciembre de 1989 acabó con su sueño, y también con su vida, pero Ceaucescu, el dictador de la Rumanía comunista, dejó su impronta en Bucarest en forma de obra cumbre del kitsch neoclásico. Lo que las actuales autoridades democráticas llaman 'Palatul Parlamentului' (Palacio del Parlamento) es el resultado de uno de los mayores crímenes urbanísticos de la Europa contemporánea.

Aprovechando los destrozos del terremoto de 1977, Nicolae Ceaucescu ideó una cirugía radical destinada a cimentar sus sueños de grandeza. Entre 1984 y 1989 se procedió, bajo su mando, a la destrucción de más de 10.000 viviendas, con el traslado forzoso de alrededor de 100.000 personas.

El Palacio ya sólo es una atracción ambigua -para turistas sin complejos- del Bucarest de hoy, y nos parece increíble que un atropello así tuviera lugar. La historia se repite, sin embargo, y al viejo Nicolae le ha salido una competidora meridional. En efecto: Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia, está también a punto de culminar su pequeño sueño. La conducator valenciana hace 10 años que pugna por prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar, aunque para ello deba destruir uno de los barrios con más personalidad de Valencia: el Cabanyal.

Diez años de lucha

El Tribunal Supremo hizo pública en marzo una sentencia que autoriza al ayuntamiento a partir en dos el Cabanyal para que la avenida Blasco Ibáñez pueda besar la arena de la playa de la Malva-rosa. Ello provocará el derrumbe de 1.652 viviendas y la expulsión de 2.000 vecinos. Edificios de cinco o seis alturas vendrán a sustituir, en una franja de 106 metros de amplitud, la trama reticular de casas bajas característica de esta zona.

Todo se remonta a 1998, cuando el PP aprobó en solitario el anteproyecto de prolongación de la avenida. Han sido 10 años de batallas jurídicas que han enfrentado al sueño de Rita con la plataforma Salvem el Cabanyal, que defiende la rehabilitación del barrio como alternativa a su destrucción. Pero sus argumentos se han estrellado contra el Supremo, que ni siquiera ha tenido en cuenta que el barrio fue declarado, en 1993 Bien de Interés Cultural. La sentencia de muerte, pues, parece insoslayable.

El Cabanyal constituye un precipitado de las esencias valencianas más genuinas, aunque en los últimos años su degradación sea palpable. En origen fue un pequeño pueblo de pescadores, conocido como Poble Nou de la Mar. En 1897 se incorporó a Valencia, absorbido por una ciudad en plena expansión.

Este proceso se daba simultáneamente a la moda, entre las clases acomodadas, de construir fastuosos chalets de veraneo en toda la zona marítima, desde la Malva-rosa hasta el Canyamelar. Es la época en que Blasco Ibáñez, novelista global y gloria local absoluta, se sienta en la terraza de su casa frente al mar y, al abrigo de unas rumbosas cariátides, fuma un puro tras otro mientras moldea sus enérgicas ambiciones.

Patrimonio modernista

Aún hoy algunos de aquellos chalets perviven al lado del auténtico tesoro del barrio: las casas humildes, con fachadas recubiertas de azulejos y decoradas con una suerte de modernismo popular. Esta vistosa peculiaridad arquitectónica (magníficamente retratada en el libro Las casas del Cabanyal. Un patrimonio modernista para la Valencia del siglo XXI, editorial L'Oronella) se manifiesta no en elementos mayúsculos, sino en pequeños detalles: rejas, balaustradas, puertas y ventanas labradas en madera de mobila, apliques de bronce, los ojos de buey de respiración de los zaquizamíes donde se guardaban los aparejos de pesca...

La personalidad del barrio es tan acusada que hasta aquí acude Sorolla a pintar sus hoy universalmente famosos retratos ambientados junto al mar (ese cielo azul, esas mujeres blancas, esa delicuescencia mediterránea). Otros autores de la época ligados al barrio son Benlliure y Eduard Escalante. Un catálogo muy completo para un barrio donde el valenciano/catalán se mantiene como la lengua abrumadoramente mayoritaria de sus habitantes.

Esto contrasta vivamente con lo habitual en el centro de Valencia, donde el catalán parece clandestino ante la pujanza del castellano nuevo implantado, desde hace pocas generaciones, por una burguesía que sublima 'lo valenciano' (las novelas de Blasco, los cuadros de Sorolla, las esculturas de Benlliure) pero no siente la necesidad de conservar sus manifestaciones más obvias, como es el caso de la lengua. Rita Barberá es un ejemplo perfecto de esta contradicción conservadora, puesto que no consta que haya dicho nunca ni los buenos días en la lengua habitual en el Cabanyal.

La sentencia del Supremo ha sido acogida en el barrio con disparidad de opiniones. Algunos ya se ven fuera de sus casas, con indemnizaciones ridículas. Es el caso de Vicenta, una jubilada que vive en un piso de la calle Joan Mercader por el que, según le han dicho, recibirá '11 millones de pesetas'. A cambio de renunciar a su forma de vida será realojada en un apartamento nuevo en la cercana Avenida de los Naranjos, pero deberá pagar la diferencia de su bolsillo. La operación le parece propia de 'sinverguenzas'.

Delincuencia y drogas

Otros vecinos, en cambio,aprueban el proceso. Consideran que con ello se acabará la delincuencia y el tráfico de drogas que señorean la zona, aunque algunos, como Ximo, un trabajador del puerto que vive en la antigua Lonja, reconocen que la depauperación del barrio es producto de la maquiavélica negligencia del ayuntamiento en los últimos años.
En general da la impresión de que algunos vecinos ven la destrucción del barrio con alivio. No en balde Rita saca también aquí mayoría absoluta. La pregunta, que no se atreve a contestar nadie, es si la prolongación de la avenida acabará con el tráfico de drogas, los okupas y la superpoblación gitana, o simplemente los trasladará unas decenas de metros. La respuesta, después de la publicidad.

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