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Las Abuelas de Plaza de Mayo buscan niños robados en España

Cerca de 100.000 jóvenes nacidos en Argentina durante la dictadura residen en el país

DIEGO BARCALA

En su casa no había fotos de su madre embarazada. Tampoco de él como recién nacido. Sus casi dos metros de altura no se explicaban con la estatura de sus padres. Su carácter tampoco encajaba con el resto de la familia y su padrino, el teniente coronel Hernán Tezflaff, fue uno de los represores de la dictadura militar argentina, que se prolongó desde 1976 hasta 1982. Horacio Pietragalla (Buenos Aires, 1976) acudió en 2001 a la asociación Abuelas de Plaza de Mayo porque tenía dudas sobre la veracidad de su identidad como César Sebastián Castillo. Sus dudas se confirmaron. Su verdaderos padres murieron torturados en 1976.

Horacio fue el identificado número 75 de los 98 bebés robados por los militares golpistas que ya han encontrado su verdadero nombre. Todavía quedan sin identificar unos 300 treintañeros que fueron robados a sus padres biológicos. 'Los militares les perseguían, torturaban, mataban, robaban a sus hijos y los entregaban a una familia cercana. Es decir, que vieron crecer a esos niños a los que habían dejado huérfanos', reflexiona Pietragalla en una cafetería de Madrid.

Las campañas en Argentina para la búsqueda de estos casos están muy extendidas, sobre todo después de que el Gobierno de Néstor Kirchner levantara el veto judicial a la dictadura establecido por el primer presidente democrático en Argentina, el recientemente fallecido Raúl Alfonsín. Esta asociación busca ahora entre la joven emigración argentina de España e Italia a posibles bebés robados por los militares. 'Entre los 100.000 que hay en España, alguno tiene que haber seguro', cree Pietragalla. Los nacidos en la dictadura son mayoría entre los 97.000 argentinos que viven en España, según el INE.

El día que la prueba genética confirmó en 2001 sus sospechas se celebró en la sede de Abuelas como una fiesta. 'Saber la verdad fue para mí positivo y gratificante. El mismo día conocí a mis tíos y primos y, desde entonces, estoy reconstruyendo la vida de mis padres', recuerda Pietragalla. La recomposición de sus vidas le conectó con el Equipo Argentino de Antropología Forense, famoso por ser el grupo que identificó los restos del Ché Guevara en Bolivia.

Los antropólogos cruzaron los datos del ADN de Horacio con los obtenidos en su banco genético de restos exhumados y hubo éxito. El cuerpo de su padre, Horacio Pietragalla, había sido encontrado en 1984 en el cementerio de la ciudad argentina de Córdoba. Un cuerpo de un hombre de gran estatura fue encontrado al borde de una cuneta en 1975 con un disparo en la cabeza. Aún no había sucedido el golpe militar, pero los grupos paramilitares ya trabajaban en la dura represión, que dejó 30.000 desaparecidos en apenas cinco años. Los padres de Pietragalla militaban en el grupo clandestino peronista de losMontoneros.

La reconstrucción de la muerte de su madre, Liliana Corti, fue, si cabe, más dolorosa. Viuda y con un hijo al que llamó Horacio en honor del padre ya desaparecido, fue sorprendida por una redada en un piso donde se escondía con dos camaradas. Los militares de la Triple A los asesinaron. La familia de Liliana le contó a Horacio que ella había tratado de esconderlo en la bañera. Sin embargo, los militares le encontraron y el teniente coronel Hernán Tezlaff se encargó de buscarle una familia. Este militar, del que Horacio siempre sospechó, fue procesado como autor de un segundo caso de robo de bebés.

El caso de Horacio es uno de los pocos que han sido contados por el protagonista y víctima. Horacio y Abuelas buscan dos objetivos: convencer a los jóvenes con dudas de que comprueben su identidad y conseguir que la memoria impida que la historia se vuelva a repetir.

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