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El actor Ángel Pavlovsky dice que a él no le llaman las musas sino los acreedores

EFE

A Ángel Pavlovksy lo que más le gusta no es actuar ni ser la "divina" que es desde hace más de 50 años sino dormir y soñar que sigue siendo el niño que se cuela en espectáculos como "Angelhada", con el que vuelve el viernes al Teatro Español dispuesto a colgar de nuevo el mejor cartel: "no hay localidades".

Su situación económica, se ríe en una entrevista con Efe, está como "la prima de riesgo", "fatal", por eso y porque "debe ser" que nunca ha deseado con la suficiente energía "ser rico", a él quienes le "iluminan" para creaciones como "Angelhada" no son las musas sino los acreedores.

"Son las llamadas de la gente a la que debo dinero las que me impelen a imaginar nuevos espectáculos", bromea el artista argentino, radicado en Barcelona desde 1973.

Como hace en su show, en el que con la lucidez que le dan las siete décadas de carné, que no de apariencia, el argentino juguetea con todo y con todos, saltando con las alas de su verbo sobre los asuntos más diversos para "hacer pensar y emocionar y que la gente salga del teatro enamorada por un ratito".

Grácil y flaco como un bailarín y reluciente y terso como un hada "cuarentañera", Pavlovsky (Rivera, Buenos Aires) lleva un año, desde que estrenó el espectáculo en el Español, de gira por España con "Angelhada", divirtiéndose y "disparatando" para "sobrevivir mejor".

"La gente cuerda me asusta, la temo, porque siempre están seguros de su verdad. Hay que saber jugar con la sana locura y vivir de la mano sin esperar que haya una catástrofe para hacerlo", pide.

El movimiento de los "indignados" le parece "una semilla" que hacía falta y hasta "las hadas" que trabajan con él, "hartas" de todo, están "por acampar" para pedir "ese milagro que hace que todo mejore".

"Tengo la sensación de que la humanidad se ha embarcado en un sistema que tiene que cambiar. No se si tiene que haber una revolución, pero habría que empezar desde cero, desde el trueque", propone.

A este "inclasificable" incapaz de mentir pero adorador de la fábula y la exageración el único poder que le interesa es "el de convocatoria".

"Los que aman el poder desprecian a quienes nos conformamos con la gloria", sentencia bromeando de nuevo.

Lo que más placer le da es dormir y soñar, porque es cuando su alma está "en total libertad, como en un juego mágico", y se "organiza" para que sean un mínimo de 10 horas.

"Ahora mismo -dice pícaro- si pudiera estaría dormido. Me gusta mucho más el ocio que el trabajo y en el último lugar de mis preferencias pongo actuar, pero cuando lo hago no doy platos recalentados, lo hago todo en el momento, y eso el público lo nota y lo agradece".

Por eso, remacha, donde está la cama está su patria, el lugar en el que lo real desaparece, en el que emerge el niño que es -"no me reconozco en la edad que tengo"- y que le ayuda a resolver los problemas graves: "un berrinche y ya pasó".

No tiene vicios pero sí una adicción, fumar. Lo dejó durante un año pero 14 kilos después le dijo a su médico que iba a volver porque ya se tenía que vestir "con túnicas".

Ahora, cuando está despierto, claro, no para de encender pitillos aunque sólo da alguna calada. "Es mejor para mi salud pero me sale caro", asume resignado mientras coge otro.

Concha Barrigós.

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