El presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, padeció una doble advertencia en su cara a cara con los socios y la afición, que pidieron con clamor su dimisión, aunque al final pudo salir airoso de una ingrata jornada gracias a la actitud heroica de los jugadores en el Santiago Bernabeu, que aplacaron la animadversión que mostró el seguido durante la primera mitad.

"Calderón dimisión" clamó la parroquia del Real Madrid en el intermedio. Postura que arreció con la puesta en escena de la segunda mitad.

La afición madridista premia, sobre todo, el esfuerzo. La entrega a los colores. El arranque de orgullo que vivió el cuadro de Bernd Schuster en la segunda mitad excitó a la grada, que aparcó la ira al presidente y fijó su mirada en el césped, que advirtió la imagen, después diluida, de una de esas noches mágicas que añora el público blanco.

Tal y como sucedió en la sesión matinal, en la asamblea con los compromisarios, Calderón sacó las 'otras cuentas' con las mismas dificultades. Si se había puesto en cuestión la gestión desarrollada por el mandatario a nivel institucional por la mañana, el mismo caso se vivió en el recinto blanco, durante el partido.

El presidente del Real Madrid ya sabe que está en entredicho. Que la actuación del grupo de Bernd Schuster, en un acto de coraje revestida de gesta a la antigua usanza, fue sólo una agitación de adrenalina que aplacó el evidente malestar que padece el seguidor blanco.

Sólo los impulsos, mecánica única por la que se mueve este equipo, acallaron las peticiones de dimisión de la parroquia, masivas en el intermedio y en el arranque del segundo tiempo.

Pero Ramón Calderón lo pasó mal. Por primera vez desde su llegada a la presidencia, el mandatario fue despreciado por el seguidor. Al unísono. La afición ha perdido la paciencia. Su estado de ánimo ha oscilado entre el escepticismo y la resignación. En espera de tiempos mejores que aún no llegan.

Mientras el Barcelona, próximo rival, encandila al aficionado y se escapa en la clasificación, el Real Madrid decae en la tabla y advierte un devenir aún peor.