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Andrés Rábago dice que "los cuadros son ventanas ciegas"

EFE

"Un cuadro es una ventana pero no deja de ser ciega, porque no ves lo que está más allá que lo que es el propio cuadro", según el pintor Andrés Rábago, y de ahí brota el título de su exposición que inaugura hoy en Madrid: "Las ventanas ciegas".

Andrés Rábago -más conocido por su seudónimo "El Roto", de su faceta de dibujante satírico- muestra al público, hasta el próximo 23 de enero en la galería BAT Alberto Cornejo, dieciséis óleos y siete dibujos que giran "alrededor de la problemática humana", "del trabajo del hombre y del espíritu", indicó en una entrevista con Efe.

El artista, que se reconoce como un seguidor de la pintura metafísica y de la línea de la pintura florentina, señaló que su pincel refleja sus "preocupaciones profundas" en sus "iconos", como denomina a sus lienzos de 114 x 146 centímetros.

Interesado por la luz como "lo trascendente", Rábago (Madrid, 1947) pinta con "voluntad de permanencia" y "de calidad" y por ello "sólo mantiene aquello que ya tiene una densidad suficiente que pueda atravesar el tiempo".

"Un poco irónico en ciertos aspectos", el artista aborda su pintura con "una voluntad de comunicación rápida, inmediata" con la que intenta "captar la atención pronto" pero para que después el cuadro "vaya haciendo un trabajo interior" en el receptor.

Y todo ello desde un segundo plano en el que aparca su ego a la hora de tocar con su pincel la tela "despersonalizada" en la que evita "los gestos" en las figuras retratadas.

Y en ese juego metafísico entre lo real y lo físico para hacer referencia al espíritu, a la luz, a la esencia de la vida, Rábago hace uso de una paleta suave y de capa sobre capa a la usanza de la vieja escuela con un afán de pintura "limpia" de "colores cálidos que trasmitan emociones buenas" para conseguir óleos "cariñosos".

Es un proceso en el que con una idea previa va ajustando "el foco" del cuadro a un camino en el que "primero son los bocetos, después viene la pintura y después hace el dibujo" y que va "siempre de claro a oscuro", precisó.

Y así, cuando el aceite se seca en esos óleos "muy sencillos pero con contenido", trasciende las veladuras de la tela a modo de la pintura religiosa medieval que tanto admira Rábago.

Y abanderando la premisa de que la pintura es "una cápsula espacio-temporal", el pintor, según él, intenta trasmitir "un pulso vivificador, una clarificación y una iluminación" a través de la obra en la que "tú (artista) -argulló- eres el vehículo de lo que se quiere decir".

Y es que "de alguna manera -reflexionó- pintas aquello que desea ser pintado" porque "el artista no deja de ser una especie de escriba sentado que va apuntando lo que va ocurriendo" con la finalidad de "dejar lo mejor que haya" en uno mismo en la obra "porque seguro que alguien está en una sintonía con eso".

A su vez, el dibujante señaló que "la buena pintura es un alimento espiritual" y que "cuando el arte se convierte en un mero elemento decorativo" o se habla "sobre su propio lenguaje, le deja de interesar".

De ahí que defendió que "la pintura no puede morir" ya que "es un lenguaje y un vehículo universal", "es un instrumento casi perfecto inventado desde hace siglos".

En definitiva, la pintura "atraviesa el tiempo muy bien", es decir, que el paso del tiempo deja una huella leve en la pintura a diferencia de lo que ocurre en otros soportes artísticos ampliamente usados en la modernidad y contemporaneidad, señaló.

Por su parte en su obra confluye un "enriquecimiento paralelo del dibujo para la pintura y de la pintura para el dibujo" aunque de "El Roto" en la pintura -matizó- "hay poco, porque son dos niveles de comunicación" aunque "no excluye que haya resonancias de uno en el otro y tampoco excluyó que puedan reunificarse".

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