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Arrabal llora de emoción al estrenar entre aplausos su "Faust-bal" en el Real

EFE

"No estoy espachurrado, estoy llorando de emoción", ha asegurado esta noche a Efe Fernando Arrabal nada más bajarse el telón en el estreno mundial en el Teatro Real de "Faust-bal", una recreación del mito entre el barroco y el cómic que ha sido acogida con un largo aplauso aunque no unánime.

"No, no estoy espachurrado en la butaca -como especulaba el día de la presentación de la obra que le ocurriría esta noche-. Estoy llorando de emoción. Ha sido magnífico, digno de mí", ha dicho a Efe al caer el telón y justo antes de levantarse para acudir al escenario a saludar junto al elenco.

El público, que no ha llenado el teatro, ha aplaudido hasta que Arrabal ha subido a las tablas y allí ha tenido que oír algunos tímidos pitidos para "esta simbiosis lírica con orquesta de vanguardia", según definición de su compositor, Leonardo Balada.

Joan Font al frente de Els Comediants, apoyado por la escenografía de Joan Guillén, ha perfilado con humor e ironía un libreto que, en algunos casos, ha sido acogido con risas disimuladas desde el patio de butacas, donde Arrabal, sentado en la segunda fila, atendía anhelante cada entrada y salida a escena porque no había visto hasta hoy el resultado.

Al llegar el final, el patio de butacas ha recibido una lluvia de octavillas en las que un dibujo del "Dios" imaginado por Arrabal está acompañado del texto "desdichado universo masculino que oídos tiene para no oír, que ojos tiene para no ver, que creé como primer ser del cosmos a mi imagen y semejanza porque mujer soy como Faust-bal", propone.

Ana Ibarra, como Faust-bal, Cecilia Díaz, como la amazona, Gerhard Siegel, como Margarito, y Tomas Tomasson como Mefistófeles, dirigidos por Jesús López Cobos, han afrontado una partitura en la que ha habido guiños desde los musicales americanos a la música sacra, y en cuya ejecución ha tenido un papel destacado el Coro del Real.

Arrabal imagina para su versión que Fausto es mujer, que está ansiosa por encontrar la virtud y el amor en un mundo que se autodestruye por la barbarie masculina, y que Margarita es Margarito, un guerrero brutal que ayuda a Mefistófeles a demostrar al héroe que la bondad no existe.

En medio, una relación lésbica con una amazona, de la que nace un clon que provoca las iras de los hombres, y un final en el que Faust-bal es violada por Margarito mientras el coro de "amazonas-serafinas" alerta de que "ya la embiste y la holla el muy cabrón".

El autor hace sonreír al público cuando Mefistófeles dice que Margarito es "apuesto, triunfador y muy bonito: ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos; el premio Nobel con las vacas locas; y ganó la Super Bowl".

Luce su pasión por las matemáticas y la precisión cuando Faust-bal entona "hebra moradora de la exactitud que hilvana con su hilo la astrofísica a las matemáticas, la biología molecular a la filosofía", y hace emocionarse a la protagonista con la clave de su discurso: que la duración y el fin del estar y el ser es "que la bondad hija de la ciencia sea madre de la ventura".

"Faust-bal" transcurre en una hora y media, sin descanso, en 13 escenas con contrastes muy acentuados, que van del remanso de paz idílica, con el aria de Faust-bal, a la violencia más extrema en la escena de la guerra de Margarito.

El artificio del coliseo madrileño ha permitido escenas como la de "Dios" flotando como si fuera una holografía insertada en una de las geometrías imposibles de Erscher, mientras el Coro de Niños de la Comunidad de Madrid acompañaba seráfico su aparición.

Esta crítica "al afán masculino de penetrar a la fuerza" en clave surrealista es el sexto estreno mundial en el Real en 12 años y el cuarto en los últimos dos lo que, según dijo esta semana Arrabal, se representa hasta el día 23 con dos repartos distintos para los principales papeles.

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