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Las aspiraciones de Luis de Guindos abren brecha en el Gobierno

La filtración de que el ministro querría compatibilizar la presidencia del Eurogrupo con su cargo en el Gobierno desata críticas internas. Mientras tanto, el titular de Economía se apunta varios logros en Bruselas de cara a

ANA PARDO DE VERA

El ministro de Economía y Competitividad avanza en las políticas del presidente del Gobierno con la seguridad que quienes le conocen bien le atribuyen ('Alta autoestima', concretan) Aun sabiendo que tiene muy pocas posibilidades y según fuentes del Gobierno, el propio ministro filtró su disposición a compatibilizar su puesto en el Ejecutivo con la presidencia del Eurogrupo, que abandonará el primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, en 2013, aunque su mandato expiró ya en julio. Angela Merkel, sin embargo, desea que Juncker se mantenga, al menos, hasta otoño, tras las elecciones alemanas, aunque el luxemburgués ya ha manifestado su intención de irse a primeros del año. Para sucederle, el nombre que más suena y que cuenta con el apoyo alemán -el decisivo- es el del ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, ya que, según publicó el diario germano Frankfurter Allgemeine Zeitung, la canciller quiere un país con la triple A (AAA, la máxima nota de solvencia) y lo suficientemente comprometido con la austeridad para poner al frente del Eurogrupo.

La noticia de esta candidatura -de la que ya se había hablado en otras ocasiones, aunque no el propio ministro- no ha sentado bien en el área económica del Gobierno, en donde la desconfianza entre De Guindos y Cristóbal Montoro ya es un secreto a voces, pero a la que se han sumado ahora otros dos cargos decisivos y hombres de partido: el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, y el jefe de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, Álvaro Nadal. En este ámbito es en donde se han producido los choques más delicados entre responsables del Ejecutivo, por cuanto, junto al Ministerio de Empleo y Seguridad Social, sostienen la gestión clave de Mariano Rajoy: la lucha por el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo.

En todas estas diferencias de criterio, cada vez menos soterradas, subyace el deseo de hacerse más fuerte que el otro de cara al presidente Rajoy, por si en algún momento se le ocurre crear la Vicepresidencia económica que le reclaman, incluso, desde medios internacionales. A pesar de las presiones, sin embargo, el jefe del Ejecutivo insiste una y otra vez en que no habrá crisis a corto plazo, aunque tampoco a largo. Fuentes de su entorno aseguran que Rajoy quiere agotar la legislatura con el mismo equipo, algo que parece increíble en el seno del PP, por ejemplo, a tenor de lo desgastados que empiezan a mostrarse varios de los ministros.

De momento, por tanto, quien ejerce de facto esa Vicepresidencia no creada es, precisamente, quien carece de asiento en el Consejo de Ministros: Álvaro Nadal es la mano económica del presidente y quien tiene la última palabra sobre las políticas que van desde los ministerios a La Moncloa. Rajoy personalizó la gestión económica anunciando que presidiría las reuniones de la Comisión de Asuntos Económicos -en donde se sientan una vez por semana los ministros citados-, pero quien se ocupa de lo que dice y hace el jefe del Ejecutivo es su responsable de la Oficina Económica, de quien el presidente se fía completamente. Nadal fue quien puso fin a las diferencias públicas entre Soria y Montoro por cómo debía abordarse la reforma energética a cuenta de elevar las tasas a las renovables, que el de Hacienda consideraba 'discriminatorias', y las subidas de impuestos energéticas, cuya competencia se disputaron ambos de cara a la galería. Finalmente, aseguran desde el Gobierno, 'ni para uno ni para otro, Nadal dijo lo que había que hacer. La reforma es suya'. Los ministros acataron porque sabían que no había más remedio, aunque la distancia entre los tres se ha agrandado.

De Guindos, mientras tanto, continúa actuando con la misma independencia con la que empezó su gestión, aunque a su pesar, también Nadal ('Un factor transversal' a todo el Ejecutivo, lo describen) trabaje con los gobiernos europeos, en general, y el de Berlín, en particular, en donde, según fuentes del Gobierno alemán que citó Reuters hace un par de meses, este joven economista del Estado doctorado en Harvard es de trato 'difícil', todo lo contrario al ministro de Economía. Seguramente, esta opinión de los germanos tenga que ver con la estrategia que trató de desplegar Nadal en verano para frenar la rigidez de Merkel ante una España que, en esos meses, se desangraba por la prima de riesgo (llegó a alcanzar los 600 puntos básicos): amenazar con la salida de España del euro, lo cual, finalmente se quedó en un esbozo de proyecto.

El ministro de Economía es quien ha conseguido que el plan de Nadal -que horrorizaba a empresarios y economistas- se haya ido al cajón, al menos, de momento. Las negociaciones de De Guindos en Bruselas desde el fatídico verano han logrado, por ejemplo, las palabras mágicas del presidente del BCE para calmar a los mercado, al asegurar que el organismo no dejaría caer la economía española, y arrancar a Mario Draghi el compromiso de que vendrá a Madrid a comparecer ante el Congreso de los Diputados; han conseguido asimismo una declaración de respaldo del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rhen, en plena huelga general; traer al fin el ansiado rescate para los bancos, alargar el plazo del objetivo de déficit o evitar el rescate, al menos, hasta febrero, aseguran las fuentes consultadas.

Rajoy tiene el mejor concepto de su ministro y valora su trabajo, por eso desde su entorno se argumenta que De Guindos lanzó el globo sonda de su disposición a asumir la presidencia del Eurogrupo -aunque no le apetezca demasiado y haya acentuado el malestar de sus compañeros- para darse a valer frente a su jefe en una hipotética creación de la deseada Vicepresidencia Económica, que no requeriría necesariamente un cambio de Gobierno. Lo que sí es indiscutible, sostienen ya desde todos los ámbitos, es que a España le vendría muy bien ese puesto, después de haber sido desterrada del BCE, precisamente, para que Luxemburgo se quedase con su silla en el directorio por decisión alemana. De momento, en el currículum del primer año de De Guindos en Economía hay una mancha que él considera casi una afrenta personal: la decisión de Francisco González de que el BBVA no participe en el banco malo, la Sareb, algo que ha molestado a todo el Gobierno. Quienes conocen al ministro dudan de que vaya a dejar pasar esta negativa sin hacer algo; lo que no se atreven a aventurar es el qué.

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