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El Atlético no deja de perder

Dos goles de Joaquín aúpan al Valencia y desnudan a un rival que se adelantó y falló un penalti

JOSÉ MIGUÉLEZ

 

El Atlético no sale. Está bloqueado y herido, enredado en una crisis monumental de la que no sabe cómo escapar. Quizás ni quiere. Los jugadores están derrotados: unos airean su mediocridad y otros su desvergüenza, en general asisten al descalabro con los brazos cruzados. Con Reyes y el Kun ya no alcanza. El entrenador permanece confuso: ha convertido el equipo en un cubo de rubik táctico y emocional y ahora no da con la solución. Tiene al Calderón de su lado, eso sí. Todo lo contrario que los dueños (firmes en su política de acariciar a los jugadores en vez de exigirles), que concentraron la indignación de la hinchada. El lío es deportivo, pero el incendio es institucional.

El Valencia retrató al Atlético con un partido serio y trabajado

De todo ello se aprovechó el Valencia, que retrató al Atlético con un partido serio y trabajado. Sin juego excesivo, pero muy competitivo, práctico, afortunado y decidido para aprovechar cualquier ventana abierta. No fue un huracán, le costó ajustarse al traje ocasional de los tres centrales y los dos carrileros (Emery trató al Atlético como si fuera el Villarreal, con el mismo plan que usó para desactivar a los amarillos), pero ganó a los puntos.

Supo vencer el Valencia la dificultad de encontrarse un marcador en contra nada más pisar el campo, hurgó en los defectos defensivos del Atlético, castigó las piernas más afiladas del rival con la complicidad arbitral y enseñó al jugador del partido: Joaquín, siempre zigzagueante y autor de los dos goles, el último formidable.

En el otro extremo, una vez más como contraprotagonista, el hincha del Peñarol. En el fondo, dada la particular visión que tiene de su oficio, no fue un mal día el suyo. Casi al contrario, la selección uruguaya sub 20 se clasificó para los Juegos y Forlán lo celebró a través de su twitter. Luego, sobre el césped, se ausentó como siempre del trámite (otra vez dejó el trote indiferente, tan alejado de su actitud en los primeros días de rojiblanco o con la uruguaya) y sólo se movió para encender el interruptor en las jugadas a balón parado. Para sacar desde la esquina, volear desde cualquier parte los balones que escupía el área cuando el lanzador era Reyes o tirar contra la grada los libres directos. Y para fallar un penalti, con 1-1. Lo mandó al palo y se desentendió del rechace. Bueno, ya saben, unas veces va dentro y otras va fuera, no hay que dramatizar, tampoco va a perder el chico ahora las ganas de cenar.

El Atlético se encontró un gol al segundo minuto y no supo aprovecharlo

Sus compañeros no mejoraron su nota. Tiago, sí. El Kun, también, con media docena de acciones personales de su firma. Y sobre todo, Reyes, maravilloso cuando jugó por la derecha. Por la izquierda, adonde le desplaza Juanfran cuando sale, pierde soltura y veneno. Pero De Gea no salvó ninguna; Perea compaginó alardes de velocidad con sus clásicos errores descomunales, con precio de gol incluido; Valera no da para más; a Fran Mérida sólo se le vio en la hoja de alineaciones; Juanfran no se aclara...

El caso es que el Atlético se encontró un gol al segundo minuto y no supo aprovecharlo. No acabó con el Valencia mientras acusó el impacto y tampoco mostró oficio para manejar la ventaja. Dejó que el rival se levantara, que sacara los colores a su defensa y que se hiciera con el control. Las ráfagas del Kun y Reyes a punto estuvieron de variar el desenlace. Pero pesó más la fragilidad general y Joaquín. El Atlético no se levanta. Y su hinchada está ya harta.

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