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Blanca Li, entre lo perfecto y lo inquietante, en "El jardín de las delicias"

EFE

Fascinada por el poder de sugestión y el "horror vacui" de El Bosco, la coreógrafa y bailarina española Blanca Li llevará el próximo fin de semana a San Lorenzo de El Escorial su reputado espectáculo "El jardín de las delicias", en el que bajo la pátina de perfección idílica subyace lo inquietante.

En este viaje "a las puertas del infierno", la polifacética artista andaluza residente en París, con una película como "Cena de amigos" y dos espectáculos de gira por el mundo, actualiza, reinterpreta y desglosa el espíritu de la pieza central de ese tríptico que el artista neerlandés pintó a finales del siglo XV.

"Todos intentamos mantener una apariencia que indique que todo va bien, pero lo que está debajo es muy distinto. El caos subyace y en la vida todos vivimos un contraste entre lo ideal y lo que no podemos controlar", explica una de las artistas más internacionales de la danza española.

"El jardín de las delicias" se estrenó en 2009 en el Festival de Danza de Montpellier y, tras pasar por Zaragoza o Vitoria, se representará dentro del Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial el día 8 y 9 de julio.

Directora de la Ópera Cómica de Berlín en 2002, coreógrafa invitada en la Ópera de París y en el Metropolitan de Nueva York, Li, como buena practicante del mestizaje artístico, nutre su inspiración pictórica con el videoarte de Eve Ramboz o la música de Tao Gutierrez, para buscar ese equilibrio y crear este "gamberro" "Jardín de las Delicias".

Tras documentarse durante un año y encerrarse tres meses junto con ocho bailarines más para traducir libremente las pinceladas en coreografía, Li descubrió que El Bosco sacaba la parte "más animal" de sus bailarines y que le pedía acercar a la actualidad su discurso.

"Tuve la tentación de trabajar directamente con la estética del cuadro, pero me di cuenta de que no tenía que ser así", reconoce.

"El Bosco habla de las locuras y obsesiones de su tiempo con una libertad increíble", explica, y haciendo uso de ese mismo libre albedrío, Blanca Li ha alumbrado dos historias que nacen separadas, pero irán enroscándose a lo largo del espectáculo.

"Hay una parte en la que yo hablo de mi mundo contemporáneo en clave de music hall cabaretero", describe. Luego, prosigue, "se evoca el cuadro gracias a la película de animación de Eve Ramboz", en la que la proyección se funde con los bailarines, que se empapan del movimiento y la transgénesis que hacen del cuadro una obra de sorprendente modernidad.

En esa modernidad, caben "situaciones con las que todos nos podemos sentir identificados". Teléfonos móviles, la mercantilización del sexo o la obsesión por estar perfectos dibujan "las contradicciones de la sociedad moderna", en la que "los límites entre aprovechar todo lo que ofrece o que todo eso te destroce los tiene que marcar uno mismo", puntualiza la artista.

Pero en ese tira y afloja entre lo infernal y lo celestial, prefirió quedarse en la tierra intermedia, la vida, porque no sentía que fuera "buen momento" para frecuentar los terrenos de Satanás y no quería tampoco hablar de Dios. "No soy religiosa y no me apetecía evocar algo tan privado", se justifica.

En esa perfección fingida, Li combina la intensidad de El Bosco con un sentido del humor marca de la casa. "Como buena andaluza yo soy una 'drama queen', pero también es verdad que siempre, en los momentos más dramáticos, me da la risa. Una risa nerviosa supongo", reconoce.

Y ahora, inquieta como es ella y cuando todavía colean sus espectáculos ElektroKif" y "Poeta en Nueva York", Li ya ha puesto la mirada en el arte japonés para su próximo proyecto, que versará "sobre la relación entre la máquina y el hombre" y en la posibilidad de dirigir un musical para el cine.

Mateo Sancho Cardiel

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