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Los burdeles inspiraron la Capilla Sixtina

Miguel Ángel frecuentaba lupanares

GONZALO DOMÍNGUEZ

Miguel Ángel Buonarotti frecuentaba establecimientos donde, tanto hombres como mujeres, practicaban la prostitución. En esos locales encontró su inspiración entre los clientes habituales, peones y cargadores fundamentalmente. Es por eso que 'los cuerpos masculinos, muy viriles, que componen el Juicio Final corresponden con la apariencia de peones y cargadores retratados durante el trabajo, con los músculos tensados y con el cansancio y el esfuerzo reflejados en sus rostros'. Así lo afirma Elena Lazzarini, historiadora del arte y profesora de la Universidad de Pisa en su último libro Desnudo, arte y decoro. Variaciones estéticas en los tratados del arte del Cinquecento [sin traducción al castellano], en el que analiza casos en los que el desnudo ha tenido importancia capital en el arte.

Estos burdeles, las stufa, eran originalmente locales similares a los baños turcos, donde, además, se realizaban tratamientos menores de belleza y cirugía menor. Progresivamente estas instituciones se convirtieron en lugares donde el comercio del sexo era costumbre habitual y en los que los pintores de la época buscaban modelos que les inspiraran, además de la satisfacción de sus instintos más bajos.

Los cuerpos masculinos que aparecen en los frescos son los de los clientes del local. Las escenas de los frescos destilan obscenidad homosexual

La influencia directa de las escenas observadas por un Miguel Ángel cuya sexualidad parece más cercana a la condenada por la jerarquía de la Iglesia, también se muestran de manera explícita en varios puntos de la obra cumbre del pintor italiano. Lazzarini destaca que la inspiración buscada por el maestro de Caprese destilaba una obscenidad que se plasma en dos escenas fundamentales del fresco de El Juicio Final: 'Un condenado es conducido al infierno agarrado por los testículos y entre los beatos se producen besos y abrazos ambiguos, claramente de naturaleza homosexual'. Lazzarini también destaca que este tipo de actitud, buscar inspiración en los stufa, era bastante habitual entre otros creadores como Ángelo di Cósimo Bronzino o Leonardo da Vinci, tal y como demostró el historiador del arte Giorgio Vasari.

El erotismo miguelangelesco ya tuvo que afrontar las críticas y condenas de la iglesia más pacata y persecutoria, la que se erigió como dominante tras el Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1563. Tras la reunión de los jerarcas del clero, la amenaza de destrucción sobre la CapillaSixtina se cernía como una amenaza seria, y Pío V, para aplacar las iras del sector más extremo, obligó a Daniele da Volterra a pintar una sutil vestimenta sobre los genitales de las figuras que aparecían totalmente desnudas. Da Volterra quedó retratado delante de sus colegas de profesión quienes, con cierta sorna, le otorgaron el epíteto de Il Braghettone.

Esta actitud de censura moral y artística sobre autores de escenas religiosas se mantuvo durante todo el siglo XVI. Caravaggio, el gran maestro tenebrista, tuvo que enfrentarse a las condenas de la Iglesia por sus actitudes e inquietudes artísticas que le llevaron a desarrollar una tendencia pictórica nueva, lo que le granjeó el aislamiento por parte de una institución que era la principal patrocinadora del arte.

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