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'Le Garage Modern', un hangar cultural y solidario

ANDRÉS PÉREZ

Al llegar hacia el barrio del Bacalan, al norte de Burdeos, lo que dominan son los inmensos búnkeres para submarinos, de centenas de metros y sin apertura alguna, que dejó el III Reich a orillas del estuario del Garona. Indestructibles. Luego impresiona ver con qué rapidez la barriada de descampados, industrias abandonadas y cristales rotos se está convirtiendo en el barrio de moda por el que apuesta esta adormecida ciudad burguesa para coger el tren del siglo XXI. Y, por último, en la rue des Etrangers, algo que desentona tanto con lo uno como con lo otro: un hangar lleno de misterio que reúne arte, mecánica automóvil, cocina, y solidaridad con los sin papeles.

El Garaje Moderno, taller asociativo, es el nombre de esta iniciativa que nació confidencial y casi clandestinamente del encuentro entre una artista, Véronique, una psicóloga, Béatrice, y un mecánico y fotógrafo sin papeles, Boufeldja, hace diez años y gracias a un gato extraviado. De ser conocida por un puñado de amigos, la iniciativa que alía exposiciones, residencias artísticas, fiestas de música electrónica y reparación sociable de automóviles tiene ahora más de 2.400 afiliados.

'De verdad que nunca pensamos que esto se iba a convertir en algo tan gordo', explica con una sonrisa maliciosa Béatrice Aspart, la psicóloga del grupo inicial. Y es que después de empezar con algunos voluntarios que trabajaban gratis reparando coches, sólo para poder pagar el alquiler de unos 3.600 euros y financiar exposiciones, ahora la asociación sin ánimo de lucro tiene 18 asalariados y ha recibido la Medalla del Compromiso Urbano de la ciudad de Burdeos.

Es un lugar como aquellos grandes cuartos trasteros de los abuelos, en los que de pequeño te perdías días enteros

Nada hubiera sido posible sin la magia del hangar que ocupa Le Garage Moderne. Antiguo taller de reparación de trenes, también taller de reparación de alas de avión, depósito de material para los ocupantes nazis en la II Guerra Mundial y luego lugar de almacenamiento de carrozas del carnaval.

Nada hubiera sido posible tampoco sin la atmósfera de convivencia que se respira en el lugar, donde cada cual puede hacer reparar y aprender a reparar su automóvil en una atmósfera sociable, y al precio que, dentro de lo posible, le convenga. Una barra te permite servir o ser servido. Una cocina, para cocinar o ir aspirando los aromas de quien cocina. Una gran mesa para comer juntos, al lado de una enorme y confortable cama para echarse una siesta. Todo ello en medio de unos cinco puentes de reparación automóvil, y de las oficinas contenidas en una caravana y dos viejos autobuses, bañados en un inmenso desorden aparente de piezas.

'Se nos conoce por lo que nos gusta: un lugar extraño, una acogida generosa, y un real savoir faire para reparar y montar fiestas y exposiciones', explica Béatrice. 'Aquí la gente encuentra muchas cosas que están en la imaginación. La receta de la convivencia funciona. Es un lugar como aquellos grandes cuartos trasteros de los abuelos, en los que de pequeño te perdías días enteros. Tenemos autobuses, y todo el mundo puede sentarse en el puesto del conductor y soñar que lo conduce. Tenemos un bar, y todo el mundo puede pasar detrás de la barra y servir. Es una escenografía', explica.

El sonriente y eficaz Boufeldja, el que fuera un sin papeles expulsable, es hoy una figura de la comunidad, con papeles, y hasta aparece en la revista oficial de Burdeos. El Garaje Moderno empieza a recibir a jóvenes mecánicos de otros puntos de Francia que lo que quieren es aprender esa magia de una reparación sin ánimo de lucro y por amor al arte.

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