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En busca del mejor tabaco del mundo

Al oeste de Cuba, el valle de Viñales es el mejor ejemplo de paisaje humano de todo el Caribe, en el que la obra del hombre se mezcla armoniosamente con la naturaleza.

ÁNGEL M. BERMEJO

Se dice que en algún momento, desde la carretera que sube desde la ciudad de Pinar del Río a la sierra de los Órganos -atravesando campos de guayaba y mango antes de perderse entre masas espesas de bosque- se divisa el paisaje más hermoso de toda Cuba.

Es el panorama sobre el valle de Viñales que desciende suavemente hacia el Atlántico, escondido detrás de las montañas. Muchos de los prados verdes son vegas tabaqueras, que crecen al arrimo de los mogotes, las grandes masas rocosas que cierran el horizonte, y las casas que se ven por los campos son secaderos en las que se guardan algunas de las mejores hojas de tabaco del mundo.

Todo el valle de Viñales y los de los alrededores forman un ecosistema único en el que abundan las especies endémicas. Algunas son extraordinarias, como la palma corcho, un verdadero fósil viviente que no ha evolucionado desde hace muchos milenios. Por estas sierras anida el tocororo, el pájaro nacional -llamado así porque sus plumas tienen los mismos colores que la bandera cubana- o el zunzún, el ave más pequeña del mundo. La Unesco parece tener una especial querencia por esta provincia de Pinar del Río -la más occidental de Cuba-, ya que el valle de Viñales, patrimonio de la humanidad, se encuentra entre dos reservas de la biosfera, la sierra del Rosario y la península de Guanahacabibes.



Los mogotes, estas colinas calcáreas de paredes verticales y cimas redondeadas, son algunas de las formaciones geológicas más antiguas de Cuba y surgieron del mar hace aproximadamente 150 millones de años. En su interior se esconde el mayor conjunto de cuevas de la isla y tal vez de toda América. Muchas de estas cuevas fueron habitadas en tiempos prehispánicos por los indios guanahatabeyes, que recorrieron la zona durante siglos. Luego llegaron los siboneyes y los taínos, y más tarde los españoles.

De esta presencia humana centenaria en un valle tallado por la naturaleza durante millones de años ha surgido uno de los paisajes humanos más apasionantes del Caribe, un lugar donde se mantienen modos de vida tradicionales que ya forman parte del valle. Entre los mogotes se abren los hoyos en los que el tabaco encuentra terreno propicio. En esta provincia de Pinar del Río los entendidos encuentran el mejor tabaco del mundo. Pero afinan mucho más, y de todos ellos eligen el de la comarca de Vuelta Abajo, en los pueblos de San Luis y San Juan y Martínez.

Las vegas de Viñales no son grandes explotaciones sino campos pequeños trabajados por los guajiros del valle con las técnicas de hace muchas décadas. Allí se los ve, mimando sus plantas -que acarician con la misma suavidad que a un ser querido-, con el sombrero de paja y un eterno veguero en la boca, o con sus carretas de bueyes que acarrean los atados de hojas a los secaderos en la época de recolección.

Y en medio, Viñales, el pueblo de casas más que centenarias, con techumbres de tejas y paredes pintadas de colores suaves, un puñado de calles a la sombra de la torre de la iglesia rodeada de palmeras. Bajo los soportales se tejen conversaciones protegidas del sol del trópico, y los cascos de los caballos resuenan en el empedrado.



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