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El caballero inglés que traicionó a su patria

La Biblioteca Británica de Londres desclasifica el testimonio de Anthony Blunt, máxima autoridad británica en Historia del Arte que espió para los soviéticos

NELA DOMENECH

"Es peor traicionar a tus amigos que a tu país". Así de claro lo tenía Anthony Blunt, el cuarto espía de Los cinco de Cambridge, un controvertido grupo de agentes británicos que trabajaron para la Unión Soviética antes y después de la Guerra Fría. En realidad, la frase no era suya, sino que la recogió de una novela de E. M. Foster para justificarse cuando Margaret Thatcher lo tachó de "traidor" en 1979 en la Cámara de los Comunes, retirándole el título de sir y sus cargos públicos.

Esta semana, la Biblioteca Británica de Londres ha hecho públicas las memorias de Blunt tras los 25 años de embargo desde su muerte. Tras la humillación, el espía que nunca vendió a sus amigos se sentó a escribir sus memorias, en las que explica el porqué de sus acciones sin revelar nombres. Al fin y al cabo, Blunt era un caballero refinado: tasador oficial de la Pinacoteca Real, profesor de Arte de la Universidad de Londres, autoridad en las obras de Nicolas Poussin y director del Courtauld Institute para el Estudio del Arte.

Fue uno de Los 5 de Cambridge que informaban al NKVD

En la década de 1930, en la Universidad de Cambridge, resonaban con fuerza los tambores de guerra. "Me di cuenta de que la universidad estaba impregnada de marxismo y de que la mayoría de mis colegas eran miembros o simpatizaban con el Partido Comunista". Llegó un momento, continúa Blunt, en que era imposible la imparcialidad: "No podía mantenerme al margen de lo que ocurría. El fascismo se precipitaba con la llegada al poder de Hitler. La Torre de Marfil, un círculo de debate académico, ya no proveía un refugio adecuado", escribió el espía para justificar el paso de la dialéctica a la acción política.

"Tomé la decisión más importante de mi vida. Hubiese podido afiliarme al Partido Comunista, pero mi amigo Guy Burgess, que era una persona extraordinariamente persuasiva, me convenció de que resultaría más útil haciendo un "trabajo", escribió Blunt.

Sirviendo al embrión del KGB

Del grupo, Blunt fue el único que lavó su pasado y se quedó en Inglaterra

El encargo consistía en pasar información confidencial al NKVD (futuro KGB) mediante Burgess, funcionario de alta graduación del Gobierno británico, y del diplomático Donald Maclean. Ambos desertaron a la Unión Soviética en 1951, poco antes de ser descubiertos. El tercer hombre era Kim Philby, que desertó en 1963. "El ambiente político en Cambridge era muy intenso y el entusiasmo por todas las actividades antifascistas era tan grande que cometí el mayor error de mi vida", escribe el hombre que custodió los cuadros del rey Jorge VI, primero, y de la reina Isabel II, después.

De los cinco espías, Blunt fue el único que se quedó en Inglaterra. Cuando el marxismo le decepcionó y quiso hacer borrón y cuenta nueva, no le resultó fácil. Su pasado le persiguió como una pesadilla. "Esperaba no volver a saber nada de ellos e incorporarme a la vida académica con normalidad". Vivió con remordimientos en su anonimato como profesor de Arte. En 1945, fue nombrado tasador oficial de la Pinacoteca Real y, en 1956, la reina le otorgó el título de sir. Mientras, Blunt, guardaba en silencio su secreto.

Rojos y homosexuales

El marxismo le decepcionó y Tatcher lo tachó de «traidor»

En 1964, el espía fue descubierto y pactó su inmunidad a cambio de plena confesión. Escribe en sus memorias: "Me resultaba inconcebible denunciar a mis amigos; ni se me ocurrió hacerlo". Hasta 1979, fecha en que el escritor Andrew Boyle publicó un libro asegurando que en el círculo de espías de Cambridge hubo un cuarto hombre, miembro destacado del establishment. La Thatcher le arrancó el antifaz de un tirón.

Por si el enredo de espías y traidores con sensibilidad artística no tuviese suficiente morbo, los personajes eran homosexuales. Blunt niega que fuese amante de Burgess o que la casa que compartían en Bentinck Street fuese un escenario para orgías. "Guy tenía un grupo de amigos que lo visitaban, pero teníamos una norma que prohibía recoger gente desconocida y él la cumplía", asegura. Blunt incluso contempló "muy seriamente" la posibilidad de suicidarse, que descartó por ser "una solución cobarde". Aunque caballero, todavía asoma la sombra del espía que se niega a desaparecer.

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