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El camino del romántico

Una ruta por tierras de Málaga, Sevilla y Granada sigue los pasos del escritor y diplomático norteamericano Washington Irving, el famoso autor de los Cuentos de la Alhambra.

CARMEN V. VALIÑA

En 1829, el escritor y diplomático norteamericano Washington Irving (1783-1859) hizo el camino entre Sevilla y Granada, ciudad donde llegaría a residir algún tiempo. Quedó tan fascinado por las tierras andaluzas que de sus andanzas saldría una obra famosa, Cuentos de la Alhambra, y el prototipo del viajero romántico, impulsor, además, de una imagen 'exótica' de Andalucía que lo ha sobrevivido.

Una ruta sigue ahora los pasos de Irving a lo largo de 250 kilómetros. La A-92 es hoy la vía principal que une Sevilla y Granada, las dos ciudades entre las que discurrió el trayecto del norteamericano. Una alternativa a la comunicación por carretera es el tren que conecta ambas capitales, en un trazado prácticamente paralelo al del asfalto. En medio, tierras de tres provincias (a las sevillanas y granadinas se les unen las malagueñas) que en la Edad Media constituyeron una importante vía comercial entre el reino nazarí de Granada y los dominios cristianos de la Península. Pueblos en medio de la campiña, villas al pie de alcazabas y castillos y un considerable patrimonio monumental jalonan la ruta.

Además de Sevilla y Granada, Alcalá de Guadaíra, Carmona, Marchena, Écija, Osuna, Antequera, Archidona o Fuente Vaqueros son algunas de las localidades por las que transcurre el itinerario. En ellas, el caminante podrá encontrar desde una extraordinaria selección de arquitectura hispano-musulmana hasta obras mudéjares y barrocas. Todo ello sin olvidar la noble sencillez de lo popular, presente en haciendas, cortijos y caserías. Entre las muestras artísticas más excepcionales del camino se encuentran la Giralda, el Alcázar de Sevilla, la Alhambra, los castillos y fortalezas de Alcalá, Antequera o Loja, la mezquita de Archidona o los baños, en excepcional estado de conservación, de Alhama de Granada.

Son muchos kilómetros para los pies y el estómago. Lo segundo tiene fácil solución, porque la ruta es también pródiga en gastronomía. Las tierras del aceite de oliva virgen extra ofrecen potajes y guisos, gazpachos, chacinas y una amplia variedad de hortalizas. Y para irse con buen sabor de boca, imprescindible probar sus dulces: desde los elaborados por monjas de clausura en numerosos pueblos hasta los mantecados, polvorones, roscos o alfajores. Seguro que a Irving también se le hizo la boca agua.


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