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Los campamentos de verano, reflejo de los cambios sociales

EFE

Desde aquellos campamentos de verano donde se cantaba alrededor de una hoguera, hasta los actuales, donde se estudia inglés o se monta en quad, se ha producido una evolución que es reflejo del cambio social, ha concluido uno de los primeros estudios sobre este tipo de ocio infantil y juvenil.

La investigación, publicada por el Instituto de la Juventud de España (Injuve), ha sido realizada por Carlos Granero y Juan Carlos Lesmes, trabajador social y sociólogo, respectivamente, quienes se conocieron, cómo no, en un campamento.

Desde su experiencia como monitores y coordinadores de campamentos, Granero y Lesmes han llenado "un silencio editorial" en un sector en el que en 2007, en el conjunto de las Comunidades Autónomas (CCAA), participaron al menos un millón doscientos mil niños y jóvenes, según datos ofrecidos por la Secretaría General de Juventud de la Generalitat de Cataluña.

"Es un fenómeno que está pasando de estar muy poco regularizado a más", ha afirmado Carlos Granero a Efe, para quien los campamentos actuales son "más cómodos y de mejor calidad".

De hecho, lejos quedan aquellas colonias que nacieron "como movimiento higienista", y el estudio del Injuve, dependiente del Ministerio de Igualdad, analiza los campamentos desde que se implantaron en España a finales del siglo XIX, pasando por la etapa del Franquismo, hasta los tiempos actuales.

Su ampliación en el tiempo -porque los campamentos ya no son sólo en el verano- y su diversidad temática han ido convirtiendo este sector en un yacimiento de empleo juvenil.

Hace dos veranos, un total de 26.329 monitores y coordinadores de tiempo libre educativo se responsabilizaron, según los datos comunicados por las CCAA desde la segunda quincena de junio hasta la primera de septiembre, de 3.715 actividades.

Sin embargo, las figuras del monitor y coordinador de tiempo libre han pasados en veinte años por diferentes normativas, y la actual inclusión de la formación de tiempo libre en el Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales es un paso hacia su mayor regularización.

Antes, el monitor era una persona ligada a una entidad asociativa que conocía a los chavales durante el curso escolar y, ahora, es más profesional y debe tener el título de monitor de tiempo libre.

Aunque ninguna CCAA permite que se lleve a cabo un campamento sin un director, en cada una hay normativas diferentes respecto a los monitores. Por ejemplo, Aragón permite 1 monitor por cada 12 participantes, mientras que la norma es 1 por cada 10.

El estudio, titulado 'Los campamentos de verano como modelo de actividades de tiempo libre juvenil', destaca el mes de julio como el favorito para estas actividades, ya que, según Granero, "conjugan los horarios laborales de los padres con la ausencia de un horario escolar de los niños".

La mayoría de los campamentos son organizados por entidades privadas, aunque las CCAA están detrás de la financiación de muchos de ellos.

Sólo contando los Servicios de Juventud de las CCAA, en 2007 hubo un total de 56.725 plazas ofertadas, destacando por el número de participantes Cataluña (8.645 niños y jóvenes) y Galicia (7.900).

Los precios suelen oscilar entre los 200 y 1.000 euros por diez a quince días.

Granero ha destacado que "están en auge los campamentos urbanos", no internos y cuyas instalaciones son colegios y polideportivos.

Por edades, los menores de 14 años son la mayoría en los campamentos, la edad para comenzar está entre los 6 y 7 años, y la edad final son los 17 años.

En cuanto a las inspecciones, en 2007 se llevaron a cabo 125 visitas, 86 se resolvieron sin incidencia y en 39 se encontraron anomalías, principalmente por el tema del seguro de accidentes.

Granero cree que el futuro de los campamentos pasará por "la especialización y la diversificación".

"Se tira hacia el estilo de los campamentos norteamericanos, de idiomas, de surf, de ajedrez... el niño podrá ir a aquél donde la temática coincida con su afición favorita", ha reflexionado.

Por sus años como monitor, no puede olvidar que muchos niños pasan en un campamento su primera noche alejados de su familia. "Son aprendizajes profundos, cuando vuelvan a casa serán más desenvueltos y autónomos", ha concluido.

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