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Carlos Fonseca: "Ya vale de salvapatrias; lo que hay que decir es que esta crisis es una estafa"

JORGE OTERO

El escritor y periodista Carlos Fonseca (Madrid, 1959) tenía acostumbrados a sus lectores a escribir libros sobre memoria histórica y sobre terrorismo. Ahora cambia de registro y escribe sobre la crisis económica: publica Tipos infames. Los políticos, banqueros y empresarios que se están forrando con la crisis. El título ya es suficientemente ilustrativo de por dónde van los tiros de Fonseca: el libro es el particular Yo acuso de un periodista inquieto que se ha indignado con las mentiras de todos aquellos que han conducido a los ciudadanos a un callejón sin salida al tiempo que sólo se preocupan por mantener sus privilegios. 'Intento hacer una fotografía completa de los responsables de esta crisis y poner a cada uno en su sitio', resume Fonseca.  

Usted es conocido por escribir libros sobre la memoria histórica o terrorismo, ¿qué le ha impulsado a cambiar de registro y a escribir sobre la crisis?

Reconozco que no soy ningún especialista en economía, pero el tema me interesa muchísimo. Más allá de los análisis un poco más sesudos de los economistas, he querido escribir un libro divulgativo que además pusiera cara a los responsables de esta crisis, fundamentalmente a todos aquellos que no hacen más que reclamar sacrificios a la ciudadanía que ellos no se aplican a sí mismos, lo cual me parece una injusticia y una tomadura de pelo.

El suyo es un retrato muy crudo de la crisis. Se nota que rezuma indignación.

Hay mucha información sobre la crisis pero está descontextualizada. Yo he intentado hacer una fotografía completa. He tirado de la hemeroteca, que es sabia, para ver qué decían el PSOE y el PP cuando estaban en el Gobierno y en la oposición, antes y ahora. Una de las cosas que pongo de manifiesto en el libro es que la tan criticada la reforma laboral del PP no fue la primera: hay que recordar también que la primera reforma laboral la hizo el PSOE con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que es el que eleva la edad de jubilación de los 65 a los 67 años. En definitiva, que se trata de poner a cada uno en su sitio. Ya vale de salvapatrias; lo que hace falta es que la gente sepa que esta crisis es una estafa.

Dice en el libro que en los escándalos financieros hay culpa pero no culpables. ¿Cree que estos tipos infames pagarán algún día por sus pecados?

Hay dos aspectos a tener en cuenta, uno es el plano judicial, que habrá que ver cómo termina, y luego está la desvergüenza de los que exigen a los demás pero no se exigen a ellos mismos. Podemos hablar del caso Bankia, que es el mayor escándalo financiero de este país, aunque yo tengo muchísimas dudas de que eso vaya a ir ningún sitio. El sumario se prolongará durante tiempo y tiempo, pero creo que no va a acabar en nada más allá del reproche moral de los ciudadanos.

Usted señala a políticos, banqueros y empresarios. Pero, ¿no son más culpables los políticos al ser elegidos por los ciudadanos?

En realidad están todos mezclados porque hasta hace nada en los Consejos de Administración de las cajas de ahorro ha habido representantes políticos. Los políticos tienen una responsabilidad muy importante porque ellos son los encargados de legislar y de velar por el bienestar de los ciudadanos y ahora no están cumpliendo esa misión. El poder económico está en camino de sustituir al poder de las urnas. Vamos hacia una democracia con muchos defectos que a mí me genera muchas dudas. Si las decisiones del Gobierno las dictan la troika o los grandes empresarios de este país el problema es grave. Como decía Sampedro, si la política está en manos de la economía no se puede hablar de una auténtica democracia.

¿Cree que la solución a la crisis pasa por una regeneración democrática, por hacer una democracia, en suma, que sea más participativa?

Hay medidas que mejorarían la calidad de la democracia y creo que se puede avanzar hacia una democracia más participativa donde no se piense en los ciudadanos exclusivamente cuando haya unas elecciones por medio. Pero realmente yo no me veo capaz de decir cómo se articula todo eso. Creo que la política y los políticos siguen siendo necesarios, pero otra política y probablemente otros políticos, aunque no digo todos, porque hay gente valiosa. Pero no veo, desgraciadamente, una solución mágica contra la situación. En ese sentido soy muy pesimista.

Dice en el libro que de momento 'sigue sin pasar nada, hasta que pase'.  ¿Por qué no hay un estallido social dado lo precario de la situación?

La movilización ciudadana es muy importante y muy valiosa. Yo no recuerdo una movilización social tan intensa más que de manera puntual. Es, además, un fenómeno muy persistente en el tiempo. Si arrancamos con el mayor ejemplo de indignación que supuso el 15-M, desde entonces no han dejado de surgir mareas y otros movimientos. ¿Va a ser suficiente esto para cambiar las cosas? Ayuda pero yo creo que no es suficiente. ¿Por qué no pasa nada? Pues porque hay miedo, un miedo muy razonable: la gente tiene miedo a perder el trabajo, tiene miedo a significarse, tiene miedo por su futuro y el de sus hijos y claro, el miedo es un elemento que paraliza y desmoviliza mucho. Hay dos citas de Andrés Neuman que recojo en el libro, que definen muy bien la situación.  La primera, con la que arranco el libro, dice que 'conformarse es irreversible'. ¿Moraleja? Ocurra lo que ocurra hay que seguir movilizándose. La segunda cita reza que 'los valientes son cobardes furiosos'. Es un recordatorio a los que gobiernan de que si esto sigue así habrá un momento en el que el estallido social adquiera otro cariz.  Hay gente que lo ha perdido todo y gente que no. El que lo ha perdido todo no tiene nada que perder; los que no lo han perdido todo, aunque les sigan recortando derechos, no lo han perdido todo y siguen. La diferencia entre haberlo perdido todo y no haberlo perdido todo es lo que hace que una parte importante de la sociedad no se haya movilizado.

Al final del libro incluye un 'Breve diccionario político de la crisis' en el que viene a denunciar la perversión del lenguaje por parte de los responsables de la crisis para enmascarar la realidad.

La perversión del lenguaje es indignante. El lenguaje es muy rico, pero lo que escuchamos a nuestros políticos es una cantidad de términos y de eufemismos para no llamar a las cosas como son que realmente causan vergüenza, la verdad.

¿Cree al Gobierno cuando dice que estamos saliendo de la crisis?

Yo no creo que estemos en un punto de inflexión como dice el Gobierno, o que estemos en la antesala de la creación de empleo. Estamos hablando de datos macroeconómicos que no tienen una traducción inmediata en la economía real. Ninguna recuperación económica por grande que sea puede absorber una tasa de paro del 25% paro y a 6 millones de personas que quieren trabajar y no pueden. Eso supone que hay mucha gente condenada de por vida a la exclusión social. Mucha gente se va a quedar en el camino, pero los políticos sólo se preocuparán de vender el dato de que se han creado tantos miles de puestos de trabajo. Pero no se trata de crear empleo, sino de crear empleo de calidad. En el libro cuento que el 92% de los contratos que se firmaron en 2013 fueron contratos temporales, y de esos contratos temporales, el 45% eran por un máximo de un mes. Me cuesta llamar empleo digno a eso.

¿Qué ha aprendido escribiendo este libro?

A interpretar lo que está pasando prescindiendo de las explicaciones complicadas de políticos y sesudos economistas y tener una visión más cercana y más real de lo que implica la crisis.

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