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La carretera austral, entre lagos y glaciares

Chile. Almudena se aventuró por la Patagonia más desconocida

ANTONIO GONZÁLEZ

Al mudena Docavo es periodista y, por tanto, una persona inquieta por naturaleza. Por eso le costó un poco acostumbrarse al principio a la máxima 'Quien se apura, pierde el tiempo', que impera entre los nativos de la Patagonia chilena. Lo reconocía ella misma en una de las entradas del blog en el que narró día a día su estancia de seis meses en Chile para disfrutar de una beca de estudios: 'Por eso soy aquí una chica impaciente trabajando su paciencia. Y creo que lo estoy consiguiendo'.

Almudena llegó a la Patagonia chilena siguiendo la estela de un tío suyo, Nacho Docavo, un apasionado de los viajes que acaba de escribir un libro sobre la carretera austral, construida en la década de los setenta. Tampoco es que haya cambiado mucho la cosa desde entonces, sobre todo en el norte de esta región, entre Villa O'Higgins y Puerto Montt, un área prácticamente desconocida si se compara con el famoso Parque Nacional Torres del Paine, al sur.

'Nunca había estado en un sitio tan remoto, y he estado en muchos lugares antes; hay pueblos donde no hay direcciones, ni teléfono, y entre sus habitantes predominan las relaciones familiares', relata Almudena, que aconseja a los viajeros recurrir a la hospitalidad local y quedarse a dormir en casas particulares por un precio que no suele superar los 7.000 pesos (unos diez euros).

'Nunca había estado en un lugar tan remoto, hay pueblos sin direcciones
ni teléfono'

Para llegar hasta allí cogió un vuelo desde Santiago de Chile, una ciudad que, según reconoce, no terminó de gustarle, hasta la capital de la Patagonia norte, Coihaique. Desde allí, por la carretera austral, que aún tiene tramos sin asfaltar, viajó hasta Caleta Tortel y se encontró de pronto rodeada de glaciares y lagos azul esmeralda. En Caleta Tortel, un pueblo fundado hace 50 años donde las calles aún no tienen nombre, apenas hay un teléfono fijo que comparte todo el pueblo y un par de hoteles, aunque los viajeros suelen hospedarse en las casas. En cuanto a los móviles e internet, ni están ni se les espera. Tampoco es lugar para quien vaya buscando bares de copas o restaurantes: 'Es un viaje de aventura, para quien le guste caminar. A las ocho de la tarde [Almudena fue en el otoño austral] ya es de noche, hace frío y llueve, así que es el momento de sentarse a leer'.

Almudena viajó con una amiga, pero afirma que la zona es muy segura y se puede ir solo. En cuanto al transporte, lo mejor es el autostop. 'Hay autobuses, pero funcionan regular; lo que hace la gente es viajar a dedo. Eso sí, si eres una chica tienes más probabilidades de que te cojan', admite.

Lo mejor es viajar haciendo autostop
y quedarse
a dormir en las casas particulares 

Puestos a destacar algo, Almudena se quedó impresionada por el glaciar Leones y sus hielos perpetuos, así como por la localidad de Puerto Bertrand, a orillas del lago del mismo nombre, aunque Cochrane, el lago General Carrera, el delta del río Baker o las impresionantes vistas de Los Andes que se aprecian desde la ignota carretera austral tampoco dejarán indiferentes al viajero. Pero también hay sombras en el horizonte, y es frecuente encontrarse con carteles donde se lee 'Patagonia sin represas', que expresan la oposición de toda la región a un macroproyecto hidroeléctrico de la empresa española Endesa, que tendrá un grave impacto en tan privilegiado entorno natural.

Para recordar, también, el carácter de las gentes de esta región chilena, ubicada en la provincia de Aysén. 'Son siempre muy agradables y simpáticos con el extranjero, dicen que son muy buena gente, y es verdad', señala Almudena. Y, para acabar, un momento único: el del brindis con hielo milenario al pie de la inmensidad helada de los Leones, algo al alcance de muy pocos.

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