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Cayucos infantiles

Las familias envían a niños para evitar la repatriación. La llegada de menores en patera a Canarias se incrementa un 87%

SUSANA HIDALGO

Sueñan con ser albañiles, llevan un hatillo azul oscuro donde guardan sus cosas y miran el mar sentados, con los pies colgando en el muelle del puerto de Los Cristianos, al sur de Tenerife. Son cuatro menores subsaharianos. Acaba de llegar un cayuco y se acercan curiosos, se intentan hacer hueco entre la policía y los turistas por si conocen a alguno de los recién llegados. Ellos también vieron por primera vez las islas Canarias desde una barcaza y luego pasaron por comisaría. Pero al no tener aún 18 años de edad la policía los derivó después a los centros de menores.

La edad de los inmigrantes sospechosos de ser menores la determina la llamada prueba de la muñeca, que consiste en una radiografía que luego se compara con el estándar internacional del desarrollo del esqueleto. 'Yo tengo familia en Barcelona', responde uno de los chicos, cuando se le pregunta si emprendió solo o en compañía el cruce en cayuco del Océano Atlántico.

Paga semanal

Es la hora de la merienda: zumos de naranja en tetrabrik y bollería industrial. Los menores mordisquean los cruasanes y apenas hablan entre ellos, siguen mirando el mar. 'A las seis tenemos que volver al centro de menores de La Esperanza', se apresuran los chicos, que vienen de Ghana, Mauritania, Senegal o Guinea Conakry. En el centro de menores les dan una paga semanal de 15 euros para llamadas a su familia y chucherías. Hasta el puerto han llegado en autobú. 'La guagua', ya han aprendido a decir.
-¿Y cuántos años tenéis?
-'20', contesta uno, con cara de niño.
-Pero seguro que la prueba de la muñeca dice otra cosa, que no puedes trabajar...
-'Ya', contesta resignado.

Porque estos niños, una vez que ya se han quedado en España, suelen mentir cuando se les pregunta la edad porque lo que quieren es ponerse, ya, a trabajar. Para eso sus familias les han enviado en cayuco, han pagado el viaje y han depositado en ellos todas las esperanzas de que pronto empezarán a enviar dinero.

Presiones familiares

Los padres, desde sus países de origen, les presionan cuando pasan los meses y ven que los niños aún no han conseguido un empleo. 'Al principio se lo toman muy mal y los críos dicen que tienen 18 años porque ellos han venido aquí a trabajar. Nosotros intentamos, a través de las empresas de la zona, buscarles trabajo para que tengan algo cuando cumplan la mayoría de edad', explica Ventura del Carmen Rodríguez, consejera de Asuntos Sociales de La Gomera (PSOE), isla que acoge actulamente a 16 menores.

Pero paradójicamente también hay inmigrantes mayores de edad que nada más pisar tierra quieren hacerse pasar por menores porque saben que así no serán expulsados, sino enviados a un centro especial.
Por eso, porque la mayoría de los adultos que pisan España son inmediatamente devueltos a sus países, las familias han comenzado a embarcar a los más críos, cuya repatriación es mucho más difícil. Se ha corrido la voz en los países de origen y lo refrendan los datos: Aunque la llegada de inmigrantes a las islas Canarias durante el año 2007 respecto a 2006 bajó un 60%, el número de menores inmigrantes ha subido un 87%, según datos cruzados del Ministerio de Interior y la Delegación del Gobierno de Canarias.

Ayuda a pie de playa

Un incremento que han notado en los centros de menores y también en ONGs como Cruz Roja, cuyos voluntarios trabajan a pie de playa. 'En 2007 ha habido un repunte en la llegada de niños en cayuco; y en lo que llevamos de 2008 también está habiendo una tendencia al alza', explica Juan Antonio Corujo, coordinador de los equipos de respuesta inmediata de Cruz Roja en Canarias.

Los voluntarios y médicos de Cruz Roja no pueden determinar in situ con seguridad si los recién llegados son menores o no, pero ya son muchos años de trabajo y tienen claro cuándo lo sospechan. '¡Posible menor!', se escucha al menos dos veces entre los miembros de Cruz Roja que un domingo de finales de enero acuden a ayudar a 68 subsharianos que acaban de entrar en cayuco en el puerto tinerfeño de Los Abrigos.
Ese día, al menos seis de los recién llegados fueron identificados como menores de 18 años.

Otro crío, Abdulai, adolescente de Guinea Conakry, se paseaba al día siguiente vestido como cualquier chico del Bronx neoyorquino: gorra roja, pantalones vaqueros holgados y chaqueta con cremallera. A finales de enero, en un día con mucho viento, está con otros dos chicos (Maoducande, de Guinea Bissau y Coti, de Ghana) dando un paseo por el puerto de Los Cristianos. 'Hablo francés, wolof (lengua de Senegal) y más idiomas', chapurrea en castellano. En el centro de menores, como el resto de chicos, juega al fútbol. No se acuerda de la fecha exacta en la que llegó en cayuco, 'hace unos dos meses', pero sí que fue en el mismo sitio donde pasa ese día la tarde: el puerto de Los Cristianos.

Abdulai llegó el 6 de noviembre de 2007 en un cayuco con otras 105 personas, en las que se encontraban varios menores. El día que llegó estaba demacrado tras una travesía de al menos seis días y tenía la mirada triste y asustadiza. Casi tres meses después, en su paseo por el puerto, sus ojos reflejan preocupación. A su lado, su amigo Maoducande ni siquiera recuerda a qué isla llegó. Un hombre español que pasea con su hijo les increpa porque sí y ellos, tranquilos, se alejan de la zona y van hacia la parada de autobús, de regreso al centro de menores. Se acabó la aventura por hoy.

Menores fuera, mayores dentro

Mientras los pequeños sí que tienen permiso para salir de los centros y acuden, si tienen el nivel, a clase de Garantía Social o de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), en Santa Cruz de Tenerife apenas se ve a inmigrantes africanos mayores de edad por las calles. Hay uno, indigente que habla solo y en voz alta, y alguno más pero que ya llevan años en la isla.

No son delincuentes

El miedo a la inmigración masiva llegada en patera que proclama la ultraderecha, en la isla no es perceptible. Los que llegan son enviados directamente a comisaría de Las Américas donde se les toma declaración y luego a centros de internamiento de extranjeros (CIE) como el de Hoya Fría. Por la tarde, dando un rodeo a toda la vigilancia policial y subiéndose a una ladera se les puede ver en el patio, sentados al sol o jugando al fútbol. No son delincuentes. Están retenidos por infringir la Ley de Extranjería al entrar de manera ilegal en España.

Por ejemplo, hace tres semanas llegó una patera en la que viajaba una madre subsahariana con una niña de apenas dos años. as dos fueron enviadas a Hoya Fría. 'Se la llevó al juzgado y se le preguntó tres veces que había la posibilidad de ir con la niña a un piso de acogida de Cruz Roja y dijo que no. Que prefería quedarse en el centro de internamiento con su hija', afirman fuentes de la Delegación del Gobierno canario.
En el caso de los adolescentes, se da el caso de que los responsables de algunos centros de menores, los más implicados, se encargan de tramitar los papeles de residencia para que, cuando cumplan los 18 años, los tengan ya listos.

Pero distintas ONGs, como Amnistía Internacional, denuncian que la administración regional demora a propósito la resolución de los expedientes para que, cuando cumplan la mayoría de edad, sean expulsados. Algo que critica desde la administración insular de isla de La Gomera, Ventura del Carmen Rodríguez, consejera de Asuntos Sociales. 'A la hora de cumplir los 18 años hay una demora para conseguir los papeles, los chicos no consiguen trabajo y entonces se quedan en la calle. Además, muchas veces la prueba de la radiografía para determinar la edad da error', concluye.

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