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Cinco prejuicios a olvidar antes de ver el filme de gángsters del año

Michael Mann presenta 'Enemigos públicos', un retrato de John Dillinger, el atracador de bancos de la Gran Depresión

SARA BRITO

Con la pierna derecha en alto y vendada después de una cena accidentada en el restaurante Botín de Madrid, Michael Mann dejó claro ayer lo que se lleva años rumoreando: que es uno de los directores más maniáticos y meticulosos del cine americano contemporáneo. Durante el encuentro con la prensa española, el director de Heat (1995) sacó su propia grabadora: 'Segundo grupo de entrevistas, 2 de la tarde', precisó al aparato, al que de cuando en cuando soltaba algún chismorreo. Cerca, en la mesa junto al sofá, una carpeta con sus notas de producción, subrayadas y plagadas de post-its, que sacará a su debido tiempo.

Michael Mann (Chicago, 1943) estuvo ayer en Madrid para presentar Enemigos públicos que se estrenará el 14 de agosto, un acercamiento insólito al cine de gángsters de la Gran Depresión, y un maridaje espléndido entre drama y acción. La décima película como director del creador de Corrupción en Miami narra los últimos y frenéticos 13 meses de la vida del carismático atracador de bancos John Dillinger (Johnnie Depp), al tiempo que dibuja el nacimiento del FBI con J. E. Hoover y el agente Melvin Purvis (Christian Bale) al frente.

A continuación, un intento de desmontar cinco prejuicios que circulan desde el estreno americano el pasado 1 de julio y que conviene dejar en casa para ver un filme que es, desde ya, uno de los grandes del año.

Un personaje demasiado fascinante. 'Una estrella del rock', según el propio Michael Mann. Tal es el perfil del Dillinger retratado en Enemigos públicos, que se desvincula de aproximaciones más duras como Dillinger, de John Milius (1973).

Lo que para los más críticos es un problema, para Mann es la realidad. Para demostrarlo, saca la carpeta mencionada y lee un reporte radiofónico de 1933 que pinta al atracador del lado de los humildes e inocentes. 'Dillinger fue el personaje más conocido de EEUU después del presidente', asegura Mann. Un hombre de origen humilde que se burló de los bancos y las autoridades que habían llevado al país a la Gran Depresión. 'Dillinger sabía cómo ganarse a los medios, era hábil, inteligente y rápido'.

Enemigos públicos empezó a prepararse en 2007, cuando el escenario económico mundial era aún boyante. Mann aclara que el asunto es francamente casual. 'Ahora no tenemos a un Dillinger que entre a punta de cañón en los bancos, los que roban son las grandes corporaciones', dice, al tiempo que asegura, entre jocoso y convencido, que 'ahora Obama es quien asalta los bancos'.

Como en la imprescindible Collateral (2004), Mann se decanta por rodar en digital. En esta ocasión, y al tratarse de una cinta de época, las críticas no han dejado de lloverle. Pero Mann no es un mero esteta o un tecnófilo de pacotilla: 'Elegí el digital porque quería que el espectador se sintiera contemporáneo a lo que está viendo'. La inmediatez del vídeo es incontestable y el resultado, experimental y fascinante. Un nuevo cine de mafias y un acto de coherencia para retratar a un personaje que vive en el más puro presente.

'Me fascina Dillinger por su apetito por la vida', reconoce Mann, que retrata a un personaje entre niño, fantasma y hombre endiabladamente libre, que vivió sin pensar en el mañana durante los meses de atracos, amor y huidas que antecedieron a su muerte. Dillinger no evoluciona porque no tiene futuro.

Depp le dijo a Mann: 'Un rodaje donde no hay tensión da lugar a una película mala'. Así se cepillaba el director los rumores sobre la mala relación entre ambos. A pesar del rigor histórico, Mann ha preferido, más que contar el contexto del personaje, exprimir la emocionalidad de un hombre que vivió muchas vidas en 13 meses.

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