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Un cine en el que sobran las palabras

Carlos Sorín presenta La ventana, filme silencioso sobre 'la poética de lo cotidiano'

JESÚS ROCAMORA

Al director argentino Carlos Sorín (Goya en 2003 a la mejor película extranjera de habla hispana) le van las películas frágiles, escritas en minúsculas y que se podrían deshacer con un soplido. 'Aquellas que sugieren esa cotidianidad en la que parece que no pasa nada, pero que, en el fondo, guardan una tormenta a punto de estallar', contó ayer Sorín en Madrid, durante la presentación de La ventana, un nuevo filme a sumar a su catálogo de historias mínimas, que se estrena este viernes.

Su idea era igualmente delicada: rodar casi en tiempo real las lentas y tenues últimas 24 horas de vida de Antonio, escritor postrado en la cama, 'viejo cabrón y arrogante', que en ese día debe prepararlo todo para la vuelta de su hijo al viejo caserón familiar, construido en la Patagonia. Rodeado de la nada más amarilla y silenciosa, y acompañado por dos criadas, un piano desafinado y un huerto que se le seca, Antonio (interpretado por el también escritor Antonio Taco Larreta) parece que lo único que quiere es 'desafiar a su propio físico, luchar aunque sea en una batalla perdida'.

Con todo, asegura Sorín, el suyo no es un filme sobre la vejez y la sensibilidad social que despiertan los mayores porque 'no trata de una problemática característica de una edad sino de la condición humana. Habla del drama de la fragilidad humana. Habla de ciclos, de lo que se acaba y lo que empieza. Por eso la naturaleza de la Patagonia es tan importante y por eso no se podía haber rodado en una ciudad'. En otras palabras, lo que le interesa a Sorín no es otra cosa que 'la poética de lo cotidiano'.

A Sorín también le va el cine como accidente. 'Mis películas son caóticas', reconoce. No entiende su labor de director y guionista como algo cerrado, sino en construcción permanente, que puede cambiar durante el rodaje o después de la incorporación de los intérpretes, que normalmente no son actores profesionales, como pasó en el caso de Taco Larreta, para quien reescribió el guión una vez aceptó. 'Ha aportado mucho de su personalidad. Yo no quería que a Antonio lo interpretara un actor de 70 años, sino alguien de su edad y oficio. Yo quería sacar lo que era Taco, su voz, la forma de caminar, su orgullo y su dignidad. Y si está ahí no es por mí o por el guión, si no por él mismo'.

Es después, durante la edición, donde se ve su trabajo del director. 'Allí es donde aparecen las cosas perdidas y olvidadas durante el rodaje, lo que no tenías en cuenta', dice.

A Sorín, en definitiva, le va el cine de gestos, no el de palabras. 'Porque lo importante en el cine no se dice en palabras sino con gestos, e incluso con objetos. Las palabras son accesorias. Y su punto fuerte son los gestos porque es la zona donde la literatura no llega'. Así, La ventana es una película de luces de distinta intensidad, donde el sol marca el patrón anímico y temporal porque todo sucede durante un solo día.

Para Sorín, sería 'penoso' que un personaje como Antonio, con facilidad de palabra por el hecho de ser escritor, 'contara todo lo que pasa. Es mejor que el espectador lo intuya. No me gusta el cine que manipula. Es eficaz pero lleva al público de la mano. Yo necesito un espectador activo que complete mi película, que la llene con su experiencia personal. Porque la he llenado de baches'.

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