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Clamor para que el BCE ponga en marcha la "disuasión nuclear"

Crece la presión sobre Fráncfort y Berlín para que la institución monetaria actúe 'en legítima defensa' contra la especulación. Alemania insiste en que el Banco Central no puede solucionar la c

DANIEL BASTEIRO

Fue en Oviedo, en abril de 2002, cuando Lukas Papadimos fue designado como nuevo vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE). Las calculadoras para traducir el precio de casi todo estaban en cada bolsillo y los primeros billetes y monedas, introducidos tres meses y medio antes, comenzaban a gastarse de mano en mano. Papadimos asumió el cargo blandiendo la buena imagen que le daba haber sido el padre de la entrada de Grecia en el euro. Su prestigio como economista escondía una sombra que no le impidió, nueve años más tarde, acceder a la jefatura del Gobierno. Antes de aterrizar en Fráncfort, bajo su mandato como gobernador del banco de Grecia, se falsearon las estadísticas económicas que están en la base de la actual crisis del país y el contagio al resto de países. Poco se sabe de sus aportaciones a la estabilidad del euro, siempre eclipsadas por el protagonismo de un Jean-Claude Trichet de nacionalidad francesa, pero política monetaria alemana.

En la votación de Oviedo, Bélgica se abstuvo tras no conseguir el puesto para el candidato belga, un economista que se ha ganado su prestigio por la vía de la heterodoxia. Hoy, Paul de Grauwe, reconocido profesor de la Universidad de Lovaina (Bélgica), sigue pensando que a la institución monetaria le fueron mutiladas las principales atribuciones de un banco central y que sus responsables no han querido utilizar hasta la fecha todas las posibilidades que le ofrecen sus estatutos. Ni siquiera pese al abismo al que se enfrentan pesos pesados de la eurozona, como Italia y España, pero también Francia.

El Banco Central acumula sólo un 2% de deuda pública de la zona del euro

'El BCE debería ejercer su rol como prestamista de último recurso en los mercados de deuda soberana para países de la eurozona solventes pero sin liquidez', asegura en su último análisis, ¿A quién le importa que sobreviva el euro?, publicado la semana pasada. De Grauwe cree 'imprescindible que el programa de compra de bonos del BCE', que de momento actúa de cortafuegos ante el colapso de la eurozona, deje de ser 'limitado tanto en tamaño como en tiempo'. 'Como resultado, los inver-sores temen que en cuanto el BCE deje de comprar, el precio de los bonos baje' y el riesgo se dispare, argumenta.

José Manuel García-Margallo y Antolín Sánchez Presedo, los miembros españoles más destacados de la comisión de Economía de la Eurocámara, concuerdan. También una multitud de economistas, que recuerdan que 'los líderes europeos han dejado que la crisis se fuera de las manos y casi está fuera de control', en palabras de Garry Schinasi, exdirectivo del Fondo Monetario Internacional y habitual asesor de bancos centrales. 'Al BCE se le ha dejado en una esquina, donde, a pesar de todo, es el único puente para escapar de la crisis', añade.

'Hace falta dotar de capacidad nuclear al BCE, darle poder disuasorio, decir bien alto que está disponible para frenar la especulación', argumenta Sánchez Presedo.

Krugman advierte de que la ortodoxia del BCE matará la moneda única

'Es lógico que sus operaciones sean temporales, porque, de lo contrario, podría dar la imagen de que está premiando a los estados ineficientes, pero, a corto plazo, no puede escatimar medidas, incluyendo estimular la economía con los tipos de interés y rebajar la prima de riesgo para algunos países', añade el eurodiputado socialista. 'Desde 2007, el balance de la Reserva Federal de EEUU creció un 226%; el del BCE, un 103%', lamenta García-Margallo, que recuerda que las capacidades del BCE como institución monetaria son amplísimas. 'La deuda británica que tiene acumulada el banco de Inglaterra es del 16% del PIB británico; el BCE la tiene por un 2%', añade el eurodiputado conservador. 'El BCE debe actuar en legítima defensa', reclama.

El viernes, el nuevo presidente del BCE, Mario Draghi,advirtió de que la función principal del BCE no es comprar deuda, sino controlar la inflación. 'Es la mayor contribución que podemos hacer', aseguró. Para Draghi, que asumió el cargo este mes, 'perder la credibilidad puede suceder muy rápidamente y la historia muestra que recuperarla tiene costes sociales y económicos enormes'. Sus palabras enviaban un 'no' nítido al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que pidió una intervención más decidida de la institución.

Si el BCE no compra más deuda o directamente imprime más dinero es por la influencia de Alemania y, en especial, el gobernador del Bundesbank, Jens Weidmann. Como Angela Merkel, considera que el BCE no puede solucionar la crisis y que son los sacrificios de los países en apuros los que los alejarán del ojo del huracán. De ellos difiere Francia, cada vez más acosada por los mercados y con la máxima calificación de su deuda amenazada. François Baroin, el ministro de Economía, pidió la semana pasada que el BCE flexibilice sus actividades y avale al fondo de rescate o utilice para el mismo fin al FMI. Según Draghi, el Eurogrupo debe poner en marcha el fondo, cuyo refuerzo no acaba de concretarse, y relevar al BCE de la responsabilidad de sostener a los países en apuros.

Hasta ahora, el BCE no ha aprovechado todas sus posibilidades

La presión aumenta desde dentro y fuera de la moneda única. Según el economista estadounidense Paul Krugman, la credibilidad que defiende Draghi en el control de la inflación es ya 'demasiada' y, por tanto, perjudicial. 'Por otro lado, ha habido una gran pérdida de credibilidad respecto a las promesas de los gobiernos europeos, aparte del alemán, sobre el pago de sus deudas', algo que hace al BCE 'desesperadamente necesario'.

Para De Grauwe, 'el BCE debería anunciar que usará sus recursos ilimitados por cuanto tiempo sea necesario. Además, debería anunciar un obje-tivo claro, por ejemplo, que en el caso de Italia el tipo de interés a largo plazo no supere los 250 puntos básicos por encima del alemán'. Ahora duplica ese registro. 'De momento, el BCE actúa a cuentagotas', relata García-Margallo, 'como si en el naufragio del Titanic se achicase el agua con copas de champán'. 'El BCE está en su derecho al recordar que su principal misión es garantizar la estabilidad de precios, pero, si no existe el euro, ¿qué estabilidad va a garantizar?', se pregunta Sánchez Presedo. Según Krugman, 'el BCE defenderá su credibilidad (sobre la inflación) y acabará como el defensor más creíble del valor de una moneda que ya no existe'.

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