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Un cracker entra en los ordenadores de mil personas

 

Entre las víctimas del ciberdelincuente, de Jerez, hay ex ministros y escritores

RAFAEL ADAMUZ

Licenciado en varias carreras entre ellas, biblioteconomía, documentación y comunicación, con un profundo manejo de la lingüística, políglota habla cinco idiomas, acreditado por instituciones académicas de ámbito internacional... En definitiva: un erudito que además usaba las nuevas tecnologías con suma facilidad. Éste es el perfil de J. M. M., de 41 años, un cracker natural de Jerez (Cádiz), detenido por la Guardia Civil de Huelva, que ha provocado quebraderos de cabeza a más de 1.000 personas, entre ellos, ex ministros, periodistas, abogados televisivos, escritores y médicos, contra los que tenía una especial fijación.

La Guardia Civil le ha intervenido numerosos cuadernos con anotaciones sobre sus víctimas, una especie de copia de seguridad en la que recogía datos de cuentas de correo electrónico, contraseñas, números de cuentas bancarias o números de tarjetas con su pin. Con antecedentes por acoso, se le imputan delitos continuados de amenazas y coacciones, de revelación de secretos y contra el honor, entre otros.

Los agentes comenzaron a tirar del hilo en Riotinto (Huelva), a raíz de una denuncia presentada por este Ayuntamiento: había entrado en las cuentas de correo electrónico, públicas y privadas, de la corporación. El rastro les llevó hasta los servidores del campus universitario de Jerez, donde el detenido pasaba hasta 12 horas seguidas delante de un ordenador público tomando bebidas energéticas. 'No es una persona violenta. Lo que ocurre es que mentalmente era muy complicado acceder a él', explican fuentes de la investigación, que añaden que tiene doble personalidad.

Ingeniería emocional

A pesar de la gran cantidad de información que poseía, en general no llegaba a usarla. ¿Por qué motivo la recopilaba? 'Por simple curiosidad', afirman desde la Guardia Civil. Entre sus víctimas, por ejemplo, figura un Premio Nacional de Literatura y un famoso cantante. Sólo en algunos casos concretos sacó provecho. Llegó a dar de baja el suministro de luz o el servicio telefónico de algunas víctimas. En esos casos había un denominador común: todos eran médicos.

'Se hacía pasar por ellos con una perfección psicológica que asustaba', advierten. Es la denominada ingeniería emocional. En los interrogatorios era capaz de reproducir conversaciones de larga duración e, incluso, adelantarse a las preguntas con una rapidez fuera de lo común. Ha quedado en libertad con cargos y debe presentarse cada 15 días en los juzgados.

 

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