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La desesperada lucha de Camacho para ser gobierno

Ninguneado por CiU, el PP catalán suspira por un pacto 'a la vasca' con el PSC

F. CASAS / M. J. GÜEMES

El de Alicia Sánchez Camacho será el enésimo intento. Nunca ningún líder del PP catalán (de Jorge Fernández a Josep Piqué pasando por Alejo Vidal-Quadras) ha normalizado las siglas llevándolas a una posición central y de gobierno en Catalunya. La candidata del PP a la Generalitat, que cerró con Rajoy en Barcelona una convención nacional sin cuajo político, reclamó para su partido, con 14 de los 135 escaños del Parlament, un papel central. 'Merecemos ser protagonistas del cambio', proclamó.

El cambio pasa, según ella, por superar los dos ismos que más abomina: catalanismo y progresismo. Alicia quiere un papel pero como aún no vive en el país de las maravillas sabe que si sale en la foto no será sola. El PP hace tiempo que le tira los tejos a CiU con la vista puesta también en las alianzas del Congreso. Pero para Artur Mas, los pactos con los conservadores, que funcionaron con éxito dispar de 1996 a 2003, son fruta prohibida. Al menos en precampaña.

Camacho y el líder del PP rebajan su discurso sobre la lengua o el Estatut

Así las cosas, y animados por la experiencia de Antonio Basagoiti y el socialista Patxi López en Euskadi, ahora miran al PSC para llevar a Catalunya la alianza españolista en menos de un año. El PSC, ya lo dijo José Montilla, ni se lo plantea, pero a ella la animan los recientes acuerdos puntuales en temas como el Consejo de Garantías Estatutarias o aparecer de la mano en algunos municipios contra las consultas soberanistas.

Ninguna encuesta contempla una mayoría PSC-PP, que está a 17 escaños de la absoluta. No pasa igual con la suma CiU-PP pero los nacionalistas ahora con ayuda de Rajoy y Camacho buscan pasar la patata caliente en forma de socio incómodo a un PSC que hace de la agitación anti-PP su forma de vida en las campañas.

Rajoy: 'Me tratan bien pero después me votan poco. Intentaré cambiarlo'

La candidata aseguró que ella seguirá los pasos de Alberto Núñez Feijóo que desanda lo andado en la promoción del gallego en lo lingüístico y de Basagoiti en lo político. 'Gracias a él, López es lehendakari', recordó. Rajoy aseguró que Catalunya necesita ya el cambio 'que Alicia garantiza'. 'Donde nadie pensaba que pudiéramos ser decisivos [Euskadi] lo hemos sido aportando eficacia, moderación y concordia', afirmó.

En un arranque de sinceridad, Camacho dejó claro que conoce sus limitaciones cuando pidió respeto a 'las minorías'. Y es que, por más que Rajoy visite Catalunya o regalen a los asistentes a la convención productos catalanes cuyo boicot promovieron dirigentes como Esperanza Aguirre, el PP catalán es sucursalista y débil. A Camacho la impuso de presidenta Génova en un congreso a cara de perro y sus cimientos municipales dejan que desear: de los 8.900 concejales catalanes solo 280 son del PP.

Buscan su espacio en el 'cementerio de promesas sin cumplir' del PSOE

Al igual que Camacho, el líder del PP evitó poner la carga discursiva en la lengua o en los dilatados apuros del Estatut en el Tribunal Constitucional. La posición que el PP nacional mantiene en estos asuntos traza una distancia cósmica con la centralidad política catalana. Camacho criticó de soslayo la Ley de Educación catalana y Rajoy afirmó que los padres deben poder escoger en qué idioma estudian sus hijos y poco más. De la persecución del castellano o de los cuatro millones de firmas contra el Estatut, ni rastro.

Algún dirigente importante del PP catalán comentaba el viernes que quizás algo está cambiando, porque a las puertas del Palacio de Congresos 'no había nadie manifestándose'. Y Rajoy recordó que a él siempre le han tratado 'muy bien en Catalunya. Aunque después dijo me voten poco'. Quizás la esperanza esté en los errores del rival. El PP busca ahora una catapulta a La Moncloa en una Catalunya convertida en 'cementerio de las promesas incumplidas de Zapatero'. Él, ni se molestó en prometer.

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