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Diversión y convivencia para combatir la enfermedad

Campamentos de verano especializados ofrecen a los pacientes terapias complementarias

PABLO FRAILE

En el día a día te das cuenta de que eres alguien más, que hay mucha gente en tu situación y que merece la pena seguir luchando'. Así explica María José Jiménez su experiencia en un campamento de verano que, durante cinco temporadas, le ayudó a superar la anorexia. Ella participó en el que organiza la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia de Granada (Adaner) desde hace diez años, por el que ya han pasado más de 300 jóvenes.

Como ellos, cientos de personas disfrutan de experiencias similares en toda España. Afectados por diversas dolencias (diabetes, obesidad o trastornos alimentarios, entre otras) y minusvalías tienen la oportunidad de convivir con otros enfermos en una opción alternativa a los extenuantes tratamientos.

Para Ignacio Jáuregui, psiquiatra especialista en trastornos alimentarios, este tipo de experiencias son muy positivas si se encauzan bien, ya que sirven 'para trabajar aspectos que en la consulta, rutinariamente, no pueden desarrollarse, o para ver en la realidad si avances aparentes de los pacientes lo son realmente o no'.

Este año, tras superar la anorexia, María José ha participado como voluntaria para ayudar a otros desde su experiencia. Junto a ella, 22 pacientes practican deporte, celebran fiestas o participan en talleres que les ayudan a mejorar su autoestima. 'Haces actividades que te desinhiben y te quitan los miedos', dice. La idea se basa en tratar de normalizar la vida de afectados por trastornos alimenticios mediante la combinación de diversión y trabajo específico para combatir la enfermedad.

La hora de la comida tiene especial relevancia. Mientras almuerzan, los monitores las entretienen con sketches para desdramatizar el momento. 'Se trata de que coman sin agobios, miedo ni tensión', afirma Eduardo Oblaré, presidente de Adaner. 'A veces llegan a comparar entre sí el tamaño de una tostada', explica.

La convivencia es uno de los puntos fuertes de esto campamentos especializados. Por una parte, la que tiene lugar entre profesionales y pacientes hace que se adquiera confianza en los médicos y acudan a los tratamientos con mejor actitud. 'Lo interesante es la oportunidad de que pacientes y terapeutas convivan 24 horas al día', dice Ignacio Jáuregui. Por otra, los propios participantes establecen entre sí una red de apoyo que ayuda a su recuperación. 'Las relaciones hacen una especie de malla muy difícil de romper. Si se suelta un hilo, se puede recuperar', asegura Oblaré.

El ocio y los juegos suelen ser la base sobre la que se asientan este tipo de iniciativas. La asociación sevillana Anadis organiza un campamento similar para familiarizar a niños diabéticos con su enfermedad, formarlos en nutrición y fomentar su independencia. Con predominio de lo lúdico, se trata de que los pequeños se relacionen con otros en igual situación y puedan superar así el estigma de la enfermedad al que a veces se enfrentan.

El efecto de este tipo de campamentos no es siempre fácil de cuantificar para los expertos. 'Es útil para algunos pacientes, aunque no tiene por qué variar el resultado de un tratamiento', afirma Jáuregui. Pese a ello, María José lo tiene claro: 'Aunque se entra con miedo, te da mucha fuerza'.

 

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