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Dormir al raso en el 'callejón de la muerte' de Alicante

SUSANA HIDALGO

Juan Cortés, 73 años, encorvado y de mirada torva, se lía con los euros y aún habla de pesetas cuando cuenta que su pensión, '40.000 pesetas al mes' no le da para vivir ni para él ni para su mujer, María Cortés. Noche rasa en el norte de Alicante y los dos, gitanos, duermen acurrucados bajo dos finas mantas en un colchón en plena calle. Otro grupo de vecinos, todos gitanos, deambulan en la oscuridad buscando un lugar donde dormir en la intemperie, familias enteras se aprietan en la parte trasera de las furgonetas, 'como si fuésemos gallinas', y otros resisten la noche sentados en sillas. Suena música de los coches y un grupo de chicos toca las palmas y la guitarra.

Barrio de Virgen del Carmen, conocido como las 1.000 viviendas, asentamiento gitano, calificado por la policía alicantina como el segundo barrio más conflictivo de toda España y con unos bloques que también han recibido el inquietante apodo policial de 'el callejón de la muerte'.

La policía desalojó el lunes pasado, por orden judicial requerida por la Generalitat Valenciana (PP), 65 viviendas con el pretexto de que los cuatro bloques, los que forman el llamado callejón de la muerte, eran un foco de insalubridad y de venta de droga y tan sólo 12 familias eran titulares de los pisos. La zona ha sido bloqueada con una valla de tres metros de altura y la Policía Nacional patrulla la zona día y noche.

Cinco días después del desahucio, los gitanos, un centenar y entre ellos muchísimos menores, han tenido que buscar refugio en casas de familiares, en un albergue municipal o se han quedado directamente en la calle. La zona ha quedado ocupada a todas horas por chavales que corretean sin ir a clase, se alimentan de Fanta Naranja y de bocadillos de mortadela.

Hay ancianos que pasan el día sentados en sillas y madres jovencísimas que dan el pecho a sus bebés en espera de que sus maridos regresen de comprar chatarra. Distintas organizaciones han puesto el grito en el cielo por lo ocurrido y Ángel Franco, candidato socialista al Senado, ha interpuesto una denuncia ante la Fiscalía de Menores por la desprotección en la que han quedado los menores afectados por el desalojo.

Todo esto en el ámbito burocrático, pero en los dos últimos días ningún político ni ninguna ONG ha visitado el callejón de la muerte.

En un barrio donde la mayoría se apellida Cortés o Amador y donde las niñas aún juegan en la calle a la goma, los desalojados repiten que 'han pagado justos por pecadores'. '¡Nos han echado por cuatro yonquis!', se queja Manuel Fernández y su corrillo asiente. '¡Nos han tratado como perros, nos echaron como si fuésemos bichos, así, así!', añade otro mientras mueve las manos como si espantase moscas imaginarias. A su lado, un chico de melena larga saca una china y se enciende al hablar: '¿Que somos narcotraficantes? ¡Ésto es lo único que se puede comprar aquí!'. 'En la televisión sólo han enseñado las casas de los yonquis, y no las demás. En la mía se podía comer sopas en el váter', se enfada también Luisa Cortés.

Y, efectivamente, Marcos, el encargado de la desinfección de los bloques sólo deja pasar a una planta baja 'donde estaban los drogadictos'. El olor mezclado entre zotal y orín hace la permanencia dentro, sin mascarilla, insoportable. Los operarios han sacado desde el lunes 'más de ochenta contenedores llenitos hasta arriba de basura', ilustra Marcos. Y dice que por lo menos continuarán 'sacando mierda' hasta mañana domingo.

Los gitanos distinguen entre los propietarios de casa, 'los de contrato', y los que en su momento ocuparon una vivienda de manera ilegal, 'los de patada'.Luisa es de los de patada: 'Estaba la puerta abierta, como quien dice, y me metí...'. Así que unos y otros, los de contrato y los de patada, reclaman una casa; no distinguen quién les ha desahuciado (el Instituto de Vivienda Valenciano, el IVVSA, para los vecinos es sencillamente el 'Linsa') y saben poco de política. 'Nos han echado los del PP', dice un hombre. '¿El PP es Zapatero?', pregunta intrigada una mujer. 'No, el PP es el Alperi', añade otro (Luis Díaz Alperi, alcalde de Alicante).

Los rumores corren: 'Han dicho que nos van a quitar los niños', se escucha una y otra vez entre las mujeres, que se pasean por la calle en bata y zapatillas. Fuentes municipales señalaron que a todos se les ha ofrecido la posibilidad de dormir 'de manera temporal' en un albergue.
Entrada la noche, un grupo de jóvenes que mata el tiempo tocando la guitarra, preguntan por 'lo que pasó en Madrid' (el desalojo de parte del poblado chabolista de la Cañada Real). 'Claro, en Madrid sí que le echaron cojones y se enfrentaron con la policía...', protestan Antonio y Paco , veinteañeros.

Y es que en el deshaucio de Alicante sí que se vivieron momentos de tensión, pero los días posteriores han sido tranquilos.

Los gitanos no se resistieron cuando la policía les quitó el pasado viernes por la mañana los colchones donde dormían en la calle. '¿No dicen que somos tan malos? ¡Pues si fuésemos tan malos, ya hubiésemos matado a alguno!', se quejan los jóvenes. '¡Si dicen en la tele que somos el segundo peor barrio de toda España¡', se incorpora con orgullo otro adolescente. 'Anda, ¿y cuál es el primero?', pregunta otro. 'Pues serán los de las 3.000 viviendas de Sevilla', asiente un tercero.

La noche se cierra y los gitanos presumen de solidaridad. Una vecina les baja café y leche caliente de noche. Jesús Cortés, de 13 años, el menor de cinco hermanos, estudia segundo de ESO en el colegio Nazareth. Y cuenta orgulloso antes de meterse a dormir con toda su familia en la furgoneta: 'Del cole, ¡me ha venido a ver hasta el conserje!'

En la calle

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