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"Edipo, una trilogía" o el peso de la palabra y de la estética vanguardista

EFE

La fuerza de la palabra, en detrimento del lirismo de la tragedia clásica, así como una puesta en escena innovadora y vanguardista, primaron la pasada noche en la presentación de "Edipo, una trilogía" de Georges Lavaudant en el teatro romano de Mérida.

Esta tragedia familiar, compuesta por una "trilogía imaginaria" de las obras de Sófocles "Edipo Rey", "Edipo en Colono" y "Antígona", fue representada ante casi dos mil espectadores en una versión contemporánea radicalmente alejada de la estética propia del teatro clásico.

Unos 2.400 años después, la palabra del poeta griego sigue viva y el verdadero motor e inspiración de los personajes, la máxima "conócete a ti mismo", conectó rápidamente con los asistentes que se sintieron identificados con un Edipo -interpretado por Eusebio Poncela- enigmático, contradictorio y lleno de un ferviente deseo por conocer sus orígenes y su destino.

Así, la interpretación más pura salió a relucir en el escenario y los personajes, casi inmóviles, dieron vida a una familia perseguida por el fatídico destino del oráculo de Delfos y las predicciones del adivino Tiresias, encarnado por el proverbial Miguel Palenzuela.

Eusebio Poncela ofreció una fantástica interpretación de Edipo, que pasó de ser rey de Tebas a ser desterrado a Colono, en Atenas, consumido por la consecuencia de sus actos, asesino de su padre y esposo de su madre, y terminó sus días ciego y desvalido ayudado por su hija Antígona.

El vestuario, caracterizado por atuendos largos negros, contribuyeron a la simplificación del montaje, una vez más, dando prioridad a la belleza de la palabra sofocliana, traducida por Daniel Loayza y vertida con maestría al castellano por Eduardo Mendoza.

Con un calor de justicia en pleno mes de agosto, en la primera parte, el montaje nos trasladó a un cine abandonado de los años cincuenta donde los actores, bajo una iluminación ínfima, se sucedieron como apariciones fantasmales sólo interrumpidos por el ruido de un antiguo proyector.

La puesta en escena de la segunda parte, formada por "Antígona", sorprendió aún más: la pantalla se convirtió en un elemento más de la obra, los actores hablaban con otros personajes reflejados en la misma, mientras esta mostraba imágenes cargadas de simbolismo.

En palabras de la actriz Laia Marull, Antígona se constituye en "la determinación pura", su ambición es "hacer lo que cree que es correcto con todas las consecuencias hasta cavarse su propia tumba y decidir suicidarse antes de que la maten".

La apuesta por la ausencia de artificios líricos o de emociones postizas cuajó entre el público que, aunque disfrutó del montaje, en algunos momentos echa en falta algo de dinamismo ante la excesiva sobriedad de una obra que huye de toda parafernalia y grandilocuencia para atrapar a los espectadores.

Tras la obra, en rueda de prensa, la actriz Rosa Novell, que interpretó a Yocasta, explicó que el enfoque de esta versión se asemeja a "una novela policiaca", un thriller en el que los personajes evolucionan en una intensa búsqueda que les lleva a la locura.

Por su parte, el hermano de Yocasta, Creonte, a cargo de Pedro Casablanc, adquiere un papel principal en "Antígona", convirtiéndose en un tirano despiadado y que, para el actor, es "un fanático y eso es lo peor que mueve las conciencias humanas".

Después de su paso por Madrid y Barcelona, "Edipo, una trilogía", cerrará su periplo en el LV Festival de Mérida el próximo domingo y se despedirá de la escena teatral española dejando un buen sabor de boca gracias a su arriesgada pero efectiva versión de las obras de Sófocles.

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