Tony Blair tiene en su libro dos referencias a José María Aznar, otro de sus buenos amigos en la derecha. Ambos apoyaron sin dudarlo la decisión de invadir Irak y también ambos sufrieron un terrible desgaste en su imagen en sus respectivos países.

Cuenta que Aznar le dijo que en España sólo un 4% de la gente apoyaba la invasión. 'Yo le dije que ese era más o menos el número que saldría en un sondeo sobre la gente que cree que Elvis está aún vivo', escribe Blair, que nunca dudó de que Aznar estaría hasta el final con Bush.

La dureza negociadora de Aznar en las cumbres europeas sale a relucir en otro momento. En la cumbre en la que se aprobó el Tratado de Amsterdam en 1997, los holandeses, con el apoyo de Alemania, utilizaron una táctica habitual en estas citas: dejar para el final las peticiones de un país al que se pretendía regatear algunas reivindicaciones. Cuando todo lo demás estuviera pactado, llegaba el momento de las presiones a los que quedaban los últimos en el reparto.

Eso no funcionó con Aznar, que se negó a negociar y se fue a una sala a fumarse un puro. Por ahí pasaron varios líderes y el último de ellos fue Blair. Lo encontró fumando 'como si no le importara nada'. Hablaron en francés y Aznar le recordó que había hecho sus peticiones al principio de la cumbre y nadie le había hecho ni caso. '‘Si lo hubieran hecho, les habría dicho que esos eran los términos aceptables para España. Y mira', dijo sacando algo del bolsillo, ‘me quedan muchos puros que fumar''. Blair termina diciendo que Aznar se salió con la suya.

No olvida que Aznar fue un gran anfitrión de su familia en su primera visita a España, en la que quedó enamorado de la belleza de Córdoba. Hay también una referencia a Rodríguez Zapatero, con el que coincidió en la reunión del COI que dio los JJOO de 2012 a Londres. El presidente español, 'a pesar de mi amistad con Aznar, siempre se comportó muy bien conmigo y era obviamente un líder inteligente'.