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España echa el resto para tener una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU

EP

España echará el resto esta semana en Naciones Unidas en busca de los últimos votos a su candidatura para formar parte del Consejo de Seguridad los próximos dos años, una de las máximas aspiraciones internacionales que puede tener un país.El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, pondrá rumbo este domingo a Nueva York en un esfuerzo final por recabar apoyos frente a dos rivales difíciles, Turquía y Nueva Zelanda, ante quienes se enfrentará España en una votación que celebrará la Asamblea General de la ONU el 16 de octubre.

España considera que, por su peso en la ONU (es su sexto contribuyente mundial, incluyendo aportaciones obligatorias y voluntarias) le corresponde formar parte del Consejo de Seguridad como miembro no permanente al menos una vez cada 10 años. La última vez que estuvo en el máximo órgano decisorio mundial en materia de paz y seguridad fue en el marcado por la guerra de Irak.

Fiel a esa frecuencia, España presentó en 2005 su candidatura para una de las dos vacantes que quedarán libres en el periodo 2015-2016 para el grupo regional al que pertenecen los países europeos y otros Estados.Tendría silla asegurada si Turquía -que como otros países emergentes viene reclamando una representación mayor en la ONU- no se hubiera postulado en 2011, apenas un año después de haber formado parte del Consejo de Seguridad en el bienio 2009-2010.

El equipo del ministro ha reconocido desde el primer momento que la campaña se presentaba particularmente difícil frente a dos rivales fuertes como son Turquía y Nueva Zelanda. Aunque es difícil hacer pronósticos, pues el voto en la elección del día 16 es secreto, son varios los diplomáticos y analistas consultados que dan por segura la entrada de Nueva Zelanda en el Consejo de Seguridad.

Argumentan que Nueva Zelanda lleva 20 años sin entrar en el Consejo y que se trata de un país que apenas tiene contenciosos con otras naciones. De manera que la batalla se daría entre España y Turquía.

Para resultar elegido se requiere una mayoría de dos tercios de los miembros presentes en la votación de la Asamblea General, esto es, son necesarios al menos 129 votos favorables de entre los 193 Estados miembros, en el caso de que todos los países participen en la votación.

El embajador ante la ONU de cada país miembro introducirá en la urna un solo sobre con sus dos votos. Si ninguno o solo uno de los contendientes obtiene la mayoría requerida de dos tercios, se pasará a una segunda ronda y sucesivas, hasta que los dos puestos vacantes sean ocupados por dos Estados con la mayoría necesaria.

España cuenta en principio con el apoyo de sus socios europeos, con la excepción de Suecia, que es candidata para el periodo 2017-2018 y España ha prometido votar a sus dos rivales, Italia y Países Bajos, han informado fuentes diplomáticas.

Tampoco se cuenta con Reino Unido. Existe una norma no escrita según la cual los miembros permanentes del Consejo de Seguridad no anuncian el sentido de su voto para evitar influir al resto. Es seguro que Reino Unido votará por Nueva Zelanda y el Gobierno español no cree que Londres elija a España como su segunda opción debido al contencioso por Gibraltar.

España tiene en cambio el apoyo de la mayoría de países latinoamericanos, salvo Brasil, que no olvida cómo un candidato español, el exministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos, se postuló a última hora para dirigir la FAO, enfrentándose con el brasileño José Graziano, quien ganó finalmente.

Además, Brasil y España mantienen posturas divergentes sobre la reforma de la ONU. Mientras el primero defiende el aumento del número de países permanentes en el Consejo de Seguridad, España se opone y aboga por ampliar el cupo de miembros no permanentes y su tiempo de presencia en ese órgano.

España se la juega, según admiten fuentes diplomáticas, entre los países del Africa subsahariana, el Caribe y las islas del Pacífico, que es donde más ha centrado su campaña.

Turquía, que se ha convertido en el cuarto donante internacional en ayuda humanitaria, ha comido terreno a España en el Africa subsahariana. No obstante, algunos diplomáticos apuntan a que la agenda propia que Turquía tiene precisamente en zonas como Africa también puede restarle apoyos.

Los turcos también han quitado votos a España en el Sudeste Asiático. El caso más notorio ha sido el de Timor Oriental, que tras haber comprometido su voto por escrito a favor de España, comunicó que se decantaba por Nueva Zelanda y Turquía, después de que los turcos le ofrecieran un paquete de ayuda en materia de seguridad alimentaria además de nuevas conexiones aéreas con Turkish Airlines.

El esfuerzo final desplegado por España en la campaña se explica por el hecho de que para entrar en el Consejo no basta con tener comprometidos los 129 votos necesarios. Como el voto es secreto, algunos países no cumplen sus compromisos o no están presentes el día de la votación.

Un alto cargo del departamento que dirige García-Margallo reconoce que el día de la elección en torno a un 20% de esos compromisos no llega a concretarse.

Por eso desde el lunes, García-Margallo multiplicará en Nueva York sus contactos con los embajadores ante la ONU en un último intento de amarrar votos.Aunque limitada por los recortes presupuestarios, la campaña permitió pagarle un viaje a España a un centenar de representantes permanentes ante la ONU en Nueva York.

Asistieron a seminarios sobre temas multilaterales que interesan específicamente a sus países -y que España podría promover en el Consejo de Seguridad-pero también se les llevó a visitar ciudades emblemáticas como Córdoba.

Para los años 2013 y 2014, la campaña ha contado con un presupuesto de un millón de euros. España se ha esforzado en poner en valor su contribución en misiones internacionales de mantenimiento de la paz y humanitarias (130.000 militares destacados desde 1989) pero también los recursos económicos invertidos en la última década en proyectos de cooperación al desarrollo (30.000 millones de dólares en 14 años).

Sin embargo, ha preferido adoptar un perfil bajo en los grandes conflictos internacionales, evitando decantarse por un bando u otro, e incidiendo en su voluntad de promover la paz a través del diálogo, la mediación y la prevención de conflictos. Un ejemplo fue el discurso de Felipe VI en la apertura del debate general de la Asamblea de la ONU en septiembre pasado, cuando -al contrario de lo que hicieron Turquía y Nueva Zelanda- evitó mencionar expresamente las crisis en Siria, Irak o el conflicto israelo palestino, en un intento de no perder votos molestando a alguien.

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