El aroma de las galletas recién hechas de la abuela se cuelan en la memoria emocional del cerebro de la misma manera que el olor del pescado podrido, según un grupo de científicos israelíes que ha hecho un descubrimiento que puede que ayude a tratar a pacientes con traumas.

Los científicos dijeron que los malos olores se imponen en seguida -- como un mecanismo evolucionado de defensa -- pero que las esencias agradables percibidas a edad temprana también pueden dejar huella en el cerebro.

"Nos dimos cuenta de que el emparejamiento y asociación entre un objeto y un olor tenían firmas distintas en el cerebro", incluso entre adultos, dijo en un comunicado Yaara Yeshurun, del Instituto de Ciencias Weizmann en Israel, cuyo estudio aparece esta semana en la publicación Current Biology.

"Esta 'unión' de recuerdos olfativos iniciales en el cerebro era la misma para olores buenos y malos, y aún así era único respecto al olor".

Para comprobar recuerdos relacionados con el olor, los investigadores presentaron a un grupo de voluntarios una serie de objetos y asociaron a cada persona un olor y un sonido.

Algunos de los olores y sonidos eran agradables, como los de una pera o una guitarra, y otros eran desagradables, como un pescado muerto y el chirrido de un taladro.

Una semana más tarde pidieron a estas personas que recordaran los objetos y se encontraron con que recordaban mejor los aspectos desagradables, tanto los olores como los sonidos.

Más adelante, hicieron experimentos parecidos mientras los cerebros de las personas eran escaneados, utilizando imágenes funcionales de resonancias magnéticas o fMRI.

En estos experimentos, se dieron cuenta de que una parte del hipocampo y las amígdalas resaltaban cuando los olores se asociaban a un nuevo objeto, pero no ante los sonidos.

Ahora es necesario llevar a cabo más estudios, pero el grupo afirmó que estos descubrimientos podían llevar a la mejora de los recuerdos o incluso a lograr mejoras respecto a la eliminación de recuerdos tempranos y traumáticos.