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Europa recorta su Bienestar con la excusa del euro

Con 25 millones de desempleados y 80 millones de personas al borde de la pobreza por la crisis, el Viejo Continente renuncia a sus principios

ANA FLORES

Hace 130 años, un alemán, el káiser Guillermo I, anunciaba el primer gran compromiso social de un Estado. Un pacto con la clase obrera, a cambio de paz en las calles, por el que el poder se avenía a proteger a los trabajadores en caso de enfermedad, accidente, vejez o invalidez. El padre de la criatura era su primer mandatario, Otto von Bismarck, el autoritario Canciller de Hierro, que dio con la fórmula de financiación de la idea: fondo común. La historia ha querido que sea otra alemana, la canciller Angela Merkel, la que acaba de imponer un nivel de austeridad a Europa que está deshaciendo en meses el recorrido de derechos iniciado hace más de un siglo. Lo ha hecho de la mano del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que renuncia a recordar que el Tratado de Versalles, sellado en el municipio de Île de France donde él hizo carrera política, dio lugar en 1919 al nacimiento de la Organización Internacional del Trabajo, cuya Constitución es base de la Seguridad Social moderna.

Después de asistir al autonombramiento como dirigentes de Europa del tándem Merkozy, 26 líderes les han firmado sin rechistar sus planes de austeridad. Se ha negado Reino Unido y no por proteger a sus ciudadanos, que tuvieron a Margaret Thatcher y saben mejor que nadie de qué va esto, sino por preservar el negocio de la City.

De rebajas

Con 25 millones de parados, 40 millones de pobres y 80 millones de personas bajo el umbral de la pobreza en Europa; con la tasa de paro de los jóvenes en el 20% (45% en España) y una distancia entre ricos y pobres en los países de la OCDE que no había sido tan acusada en 30 años, a la Europa del siglo XXI se le está quitando la cara de Europa. El Viejo Continente subasta a la baja su preciado Estado del bienestar. Se habla de recorte del gasto público, en general, y el tiro va directo a la protección social. ¿Por qué?

“El capital financiero, es decir, la banca y el Banco Central Europeo (BCE), está presionando para que se privatice el Estado del bienestar, tanto sus transferencias (pensiones, etc.) como los servicios públicos. El BCE está poniendo como condición para comprar deuda de los estados que estos hagan los cambios necesarios para lograr” ese fin, comenta Vicenç Navarro, politólogo y economista, catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y columnista de Público. “El euro nos trajo estabilidad monetaria, lo cual era importante y positivo”, añade. “Ahora bien, el modo como se hizo sembró las bases para que el Estado del bienestar fuera atacado por los mercados especulativos. Que los estados tengan que pedir prestado el dinero que necesitan a la banca los hace vulnerables a la influencia del capital financiero que, junto a la gran patronal, está atacando frontalmente el Estado del bienestar”.

La tesis encuentra indicios cercanos. ¿Cómo se explica que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, en mayo de 2010, con la prima de riesgo (rentabilidad exigida al bono español por encima del alemán) en 100 puntos básicos (un punto porcentual), fuese presionado y decidiese congelar las pensiones para ahorrar 1.500 millones de euros como una de las primeras medidas de ajuste? ¿Cómo, un año después, con la prima en 400, el mismo Gobierno se daba cuenta de que recetando medicamentos genéricos se ahorraban 2.000 millones? ¿Cómo es posible que le vayan a sobrar más de 3.000 millones de los que pensaba que iba a pagar a la banca en intereses de la deuda? Y el mensaje es que no es suficiente. A las comunidades autónomas, que cometieron numerosas irresponsabilidades en el gasto en la época del ladrillo, se les obliga ahora a recortes tan acusados y en un plazo que es imposible cumplir sin tocar el destino del 75% de su gasto: sanidad y educación.

Montero: 'El gasto en defensa no se cuestiona, pero sí el gasto social'

Alemania, cuyo nivel de endeudamiento supera desde hace años los compromisos de Maastricht (83,2% del PIB frente al 60% fijado) y a quien se permitió irse de rositas cuando saltó las barreras del déficit, ha exigido castigo para quien no aplique la tijera donde se le imponga. Europa le ha dado ese poder. Límites al gasto público en las cartas magnas, revisión de los presupuestos por el Tribunal de Justicia y sanciones a quien incumpla es el saldo de la cumbre que dicen que acaba de salvar el euro.

Si el filósofo austriaco Karl Popper levantara la cabeza y repasase la lista de lo que llamó “los males remediados por la cooperación social” (pobreza, desempleo, enfermedad, falta de oportunidades educacionales, diferencias rígidas de clase...) sentiría un escalofrío al ver con qué velocidad se puede deshacer lo conseguido con el argumento de salvar una moneda, redonda y (diga lo que diga el BCE) acuñable como las demás. No debe olvidarse que a los países rescatados el FMI, la Comisión Europea y el BCE les han impuesto recortes expresamente en educación o empleo.

Asimetrías

La redistribución de la riqueza, de la que, según la OCDE, se olvidó el Primer Mundo en la más prolongada época de bonanza de la historia reciente, parece una idea muerta con la crisis.

Como ejemplos más dramáticos están los recortes del 20% a las pensiones griegas a partir de 1.200 euros al mes en un país donde siguen sin pagar impuestos los armadores y del que se han fugado 30.000 millones con destino a la banca suiza. Y con los pecados griegos se ha disparado al resto de los países. Como Portugal, donde funcionarios y pensionistas con ingresos a partir de 1.000 euros al mes han sido condenados a permanecer al menos dos años sin pagas extraordinarias, además de sufrir las subidas del IVA. O Italia, donde un lacrimoso Gobierno de tecnócratas congela las pensiones, retrasa la jubilación, incrementa los años mínimos cotizados y decide otra subida de dos puntos del IVA, pero se olvida de gravar más a las rentas altas, con la excusa de que, si se hace, habrá fuga de capitales, o de aplicar a la Iglesia el Impuesto de Bienes Inmuebles.

Gasto sin ingreso

Un reciente estudio de la OCDE titulado ¿Es el Estado del bienestar europeo realmente más caro? asegura que el gasto social público creció en términos absolutos un 20% desde 1980 a 2007. Estalla la crisis y la media total del gasto social público pasa del 19,2% del PIB al 22,5%. Es decir, crece salvo en los países a los que se imponen estrictas medidas de consolidación fiscal, como Grecia o Irlanda. Eso está cambiando desde 2009 para la mayoría. El estudio revela también que el gasto social es similar respecto al PIB en países en los que está mayoritariamente soportado por dinero público y en aquellos donde tiene más peso la iniciativa privada. Esto parece indicar que drenar recursos públicos es al final una inyección de similar magnitud a la esfera privada.

Alejandro Cercas: 'Europa se creó como una economía social de mercado'

El trasvase lleva forzándose en Europa desde hace décadas, como ha estudiado la socióloga argentina Camila Arza al comparar el sistema de pensiones español con el resto de Europa y los diferentes niveles de privatización e incentivos fiscales para lograr el cambio que se han ido adoptando allí donde, como en este país, el principal aporte sigue siendo público.

Para Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, lo que es absurdo es “hablar del Estado del bienestar en términos de equilibrio financiero. Hay determinadas partidas del Presupuesto público como el gasto en defensa o la Casa Real, cuya sostenibilidad no se cuestiona y, sin embargo, sí se hace con el gasto social”. Montero recuerda el informe del BBVA de esta misma semana en el que se hablaba de que, si se remunerase el trabajo de asistencia social que no se paga, el PIB español crecería un 53%. “Y esos trabajadores supondrían ingresos para la Seguridad Social, impuestos, consumo, etc.”, añade.

En su libro Hay alternativas, los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón aseguran que el problema es de ingresos, no de gasto. Si el número de empleados públicos fuese similar al sueco (25% de la población frente al 9% de España), los servicios sociales serían de más calidad y se crearían cinco millones de empleos. Para financiarlo sería necesaria una estructura fiscal como la sueca, que permitiría recaudar 200.000 millones más al año, añaden.

Alejandro Cercas, eurodiputado socialista autor del informe al Parlamento Europeo que se opuso al intento de extender la jornada laboral semanal a 65 horas, recuerda que Europa se creó como “una economía social de mercado. Ahora parece que se ha renunciado a la parte social, cuya política se ha hecho subsidiaria de la económica”.

Vicens Navarro: 'La banca presiona para privatizar el Estado del bienestar'

La situación no invita al optimismo, reconoce. “Están ganando la batalla ideológica los que dicen que el Estado del bienestar no es sostenible” a pesar de que sus ideas “están fracasando. Cada vez estamos peor, hay menos confianza y menos consumo. Están destruyendo Europa. La crisis no puede ser el momento de hacer realidad las derivas ideológicas que llevan intentando imponer 20 años”. Como ejemplo pone “Austria, con un sistema social más fuerte, más caro y cinco veces menos paro que España. Los estados más fuertes, como Dinamarca o Finlandia, no han renunciado a tener sociedades sanas”.

El error está en “entender el Estado del bienestar como un gasto y no como una inversión”, apunta Raúl Romeva, eurodiputado del grupo Los Verdes. “Una sociedad donde el Estado del bienestar es un pilar fundamental hace que la población sea más productiva”. Pero, “para gastar, hay que ingresar, y para eso hacen falta buenos mecanismos de persecución del fraude y fórmulas europeas de reparto”.

Competir como chinos

Mientras se recorta el llamado salario social y se basa el incremento de los ingresos en subidas del IVA, se quiere recortar también en costes por trabajador con la intención, dicen, de ganar competitividad para crecer exportando. ¿A quién? Nadie compra. Alemania crecerá un pírrico 0,6% en 2012, según ha dicho esta semana el Bundesbank revisando su previsión anterior del 1,8%. Sus exportaciones cayeron un 3,6% en el tercer trimestre, tres veces más de lo esperado. A Europa se le está quitando la cara de Europa y se pretende que se le ponga cara de China.

Salarios de 400 euros le sugirió por carta (secreta) a Zapatero el BCE a cambio de echarle un cable contra los que especulaban con la deuda. Que bajen más los salarios privados, pide el Banco de España, entre intervención e intervención de entidad a la que parece que no supervisó correctamente.

José Javier Cubillas, histórico sindicalista secretario de Organización y Comunicación de UGT, recuerda que, “en un modelo económico como el que tenemos, cada vez que un trabajador pierde su empleo o poder adquisitivo, por ejemplo, si se desliga su sueldo del IPC, la situación empeora. Y nadie toma medidas para reactivar la economía. Esto era de catón, hasta los más tontos lo sabían, y ahora los grandes gobernantes no lo saben”. De esta “sólo se sale incentivando la economía desde el sector público”, añade.

“Si no sabemos defender el modelo social europeo, lo perderemos”, advierte Cercas. “Hay mucha gente trabajando para destruirlo”. La pregunta “no es si el Estado del bienestar tiene futuro en Europa, sino si Europa tiene futuro sin el Estado del bienestar. Europa nunca será China. Bajar salarios sólo sirve para copiar y tenemos que crear. Para eso no se puede renunciar a la educación ni a buenos sistemas de protección social. Europa no son Merkel y Sarkozy, son 150 millones de trabajadores”, señala. En su opinión, “el horizonte de 2020 debe utilizarse para cambiar el sistema productivo, el educativo y prepararse para el siglo XXI”. Si se sigue por la senda actual, sólo se conseguirá “eurofobia”.

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