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Eurovisión más grande, para una Europa en crisis

JAVIER HERRERO (EFE)

Aunque el presunto ambiente de desidia en España pueda llevar a engaños, el Festival de Eurovisión nunca fue tan grande como en el última lustro, cuando se ha afianzado como 'el mayor espectáculo de la televisión europea' por inversión, con una audiencia estable superior a los 100 millones de personas. Lejos en todos los sentidos queda aquella primera edición de 1956 en la que Lys Assia se proclamó ganadora con 'Refrain', en una final en blanco y negro con siete contendientes, cuando se fundó para probar las entonces complejas técnicas de retransmisión en directo y acrecentar de paso el sentimiento europeísta.

Ni en participantes, ni en medios o instalaciones, ni tampoco en términos de cuota de pantalla o de ocupación hotelera es comparable el gigantesco elefante en el que se ha convertido este evento, que celebra mañana su final número 59 en Copenhague y que desde 2008 requiere de dos semifinales para reducir a un número manejable los cerca de 40 países que se presentan. Los más de 1.500 periodistas que cubren el evento dan una idea también de que el interés por el festival va más allá de los confines europeos y alcanza a Australia, país aficionado que envía sus propios corresponsales, o a China, un mercado potencial con 1.300 millones de habitantes, donde este año se emitirá por primera vez.

No hay que desperdiciar esa audiencia para convertir los costes en réditos turísticos. Moscú entendió el mensaje en 2009 y el empeño de las distintas autoridades locales por vender al mundo una imagen potente se afianzó posteriormente, entre otras cosas, a golpe de talón. La 'pija' Düsseldorf movilizó el inmenso estadio Esprit Arena, con capacidad para 50.000 espectadores, y Azerbaiyán quiso vender modernidad con un edificio aún más colosal de planta nueva, el Baku Crystal Hall. Tampoco Copenhague ha escapado a esa tendencia, con la reconversión en escenario de los antiguos astilleros B&W Hallerna.

No hay que ser una locomotora económica. Aseguran en RTVE que los gastos son asumibles porque, como se ha visto, ni transcurridas 24 horas de la victoria de un país, este tiende a recibir propuestas de patrocinio suficientes como para sufragar la mayor parte del presupuesto. Su impacto se nota en la misma semana del festival. Las plazas hoteleras duplican o triplican sus precios ante la masiva llegada de los miembros de la organización, las casi 40 delegaciones y los 'eurofans'. Que este es un nuevo foco de atracción turística lo demuestra el súbito interés que hace dos años despertó Bakú entre los españoles. Según reveló el portal Hoteles.com, las búsquedas de hospedaje para la final de Eurovisión 2012 generaron un incremento del 241 por ciento.

Y es que ni siquiera España escapa al influjo, por más que lo niegue. La final suele contar con una audiencia cercana a los 5 millones de espectadores, que se dispara a picos futbolísticos durante las actuaciones de sus representantes, como sucedió con Pastora Soler y Soraya (cerca de 9 millones en ambos casos) o con el 'boom' de Rodolfo Chikilicuatre (casi 14 millones). 'Eurovisión le cuesta a RTVE entre cinco y diez veces menos de lo que vale producir cualquier programa de ficción en horario de máxima audiencia en España', defienden los responsables del ente público, uno de los principales financiadores como miembro del 'Big Five' junto a Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, lo que le asegura un puesto en la final. Eurovisión es un producto impecable desde el punto de vista técnico, que emplea cerca de 2.500 focos, dos docenas de cámaras de alta definición y equipos que rayan las mil personas.

No es de extrañar que las giras de las grandes estrellas de la música comiencen a gestarse aquí, en este laboratorio que implementa innovaciones como los megaproyectores del 'videomapping', capaces de crear ilusiones de la nada, y desarrolla escenarios como los del alemán Florian Wieder, colaborador de los premios MTV, de U2 y Robbie Williams, entre otros. ¿Y qué pasa con la música a concurso? Tras varios años en los que las propuestas más 'frikis' ganaron terreno e hicieron que el festival perdiera contacto con la realidad, la tónica se invirtió gracias a la victoria de la sobria y jovencísima Lena en 2010 con 'Satellite', un tema fresco, digno y perfectamente radiable.

Al final era cuestión de tiempo que Eurovisión volviera a añadir otra muesca a la gloriosa y larga lista de artistas internacionales que han convertido este foro en su plataforma de despegue, véase ABBA o Celine Dion. Sucedió en 2012 con el huracán sueco Loreen, que arrasó con 'Euphoria' en toda Europa, devolviendo las esperanzas musicales a esta cita que en 2014 se ha dejado contagiar por las formas más suaves del folk, del pop y del rock independiente.

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