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Exposición de Saul Steinberg, un virtuoso del dibujo que marcó al New Yorker

EFE

La Dulwich Picture Gallery, una pequeña pero importante galería pública en las afueras de Londres, presenta hasta el 15 de febrero una retrospectiva itinerante dedicada a Saul Steinberg, el maestro del dibujo que quedará siempre asociado a las páginas de la revista "The New Yorker".

Titulada "Illuminations" (Iluminaciones), clara referencia a la obra de uno de sus autores favoritos, el poeta francés Arthur Rimbaud, la exposición reúne más de un centenar de dibujos, collages y "ensamblajes escultóricos" de un artista que unió a su genio para el humor un auténtico virtuosismo gráfico.

De Steinberg escribió el gran teórico del arte E.H. Gombrich que era tal vez el artista que más sabía de "la filosofía de la representación".

Basta tomar uno de sus dibujos más famosos, el titulado "I Do I Have I Am", de 1971, para entender lo que quiso decir Gombrich.

La última frase: "I Am"- yo soy- está escrita en letras que descansan sobre sólidos cimientos, las de el "I Have" (Tengo) dan una impresión de inestabilidad y finalmente el "I Do" (Hago) brilla en el cielo como un sol radiante.

"La economía de medios era uno de sus distintivos", explica también el citado Gombrich, quien apunta a las "contradicciones" como uno de los mecanismos utilizados por el artista para generar risa.

El propio Steinberg (1914-1999) se refirió así de tautológicamente a su arte: "Yo dibujo el dibujo - y dibujar se deriva del dibujo- mis líneas quieren recordar constantemente que están hechas de tinta".

Y en otra ocasión: "Recurro a la complicidad del lector, que transformará la línea en significado utilizando nuestro común trasfondo de cultura, historia y poesía. La contemporaneidad es en cierto sentido complicidad".

En su libro de ensayos "Topics of our times", Gombrich se lamentaba, por otro lado, de que en la historia del arte contemporáneo no se le hubiese prestado a Steinberg hasta entonces la atención que, a sus ojos, merecía.

Nacido en Rumanía, Steinberg estudió primero filosofía en la Universidad de Bucarest antes de trasladarse a la Italia fascista de Mussolini para estudiar arquitectura.

En Milán (Italia) se dio a conocer como dibujante humorístico, pero las dificultades con las leyes racistas de ese país, que dificultaban el ejercicio de ciertas profesiones, le hizo emigrar en 1942 a Estados Unidos.

Fue en este último país donde se cimentó su fama como ilustrador, diseñador de tarjetas de Navidad, muralista, artista de la publicidad, escenógrafo y creador incansable de imágenes.

Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como propagandista para la Office of Strategic Services en China, Argelia y también en Italia.

Contratado por "The New Yorker", Steinberg se convirtió en uno de sus pilares hasta el punto de realizar para la revista más de noventa portadas y un número de dibujos superior a los 1.200.

En sus dibujos, Steinberg satiriza, analiza, sopesa, calcula, indaga, diagnostica, revela, ilumina y al mismo tiempo se reinventa constantemente sobre el papel, como ha escrito el crítico Joel Smith.

Nada elitista pese a su importante bagaje cultural europeo, Steinberg no veía ninguna incompatibilidad entre lo respetable y lo vulgar y estaba siempre abierto a todo.

Dotado de una insaciable curiosidad y de un gran poder de observación, Steinberg declinó siempre especializarse. Le valía cualquier lenguaje visual que satisficiese sus necesidades expresivas.

La ilustración, derivada de la iluminación de manuscritos en la Edad Media, era un arte hecho para la comunicación, un arte que, como sostenía Steinberg, había conservado su modernidad gracias a su falta de pretensiones, a su renuncia a la respetabilidad.

Joaquín Rábago

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