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Fidel Castro, una pesadilla para diez presidentes de EE.UU.

EFE

Un niño de Birán (oriente de Cuba) envió en 1940 una carta al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, para felicitarle por su reelección y, de paso, pedir un billete de 10 dólares: era Fidel Castro y aquel mensaje comenzó lo que sería una pesadilla para diez inquilinos de la Casa Blanca.

Tres días después de anunciar su renuncia luego de casi medio siglo en el poder, Castro dejó claro hoy que, aunque jubilado, no dejará de fustigar a los mandatarios estadounidenses, y en su primera "reflexión" tras el aviso del retiro volvió a cargar contra George W. Bush y advirtió de lo que espera a su sucesor.

"En este instante me dedico al adversario. Disfruté observando la posición embarazosa de todos los candidatos a presidente de Estados Unidos. Se vieron obligados uno por uno a proclamar sus inmediatas exigencias a Cuba para no arriesgar un solo elector", dice la nota.

Estados Unidos ha marcado la historia de la revolución cubana y la trayectoria vital del propio Castro.

La invasión de Bahía de Cochinos en 1961, la crisis de los misiles un año después y el bloqueo económico a la isla son algunos hitos de las relaciones de la revolución cubana con Washington.

Castro ha encarnado durante décadas el rol de antagonista de EE.UU., el único gobernante que se ha opuesto con éxito a su poder en el continente y el abanderado de la lucha contra la omnipotencia militar norteamericana.

Él mismo ha favorecido esa imagen con críticas a todos los presidentes que desde Dwight David Eisenhower han pasado por la Casa Blanca y pergeñó un discurso en el que plantea el modelo defendido por Washington y el promulgado por La Habana como los polos entre los que se tiene que decantar el mundo.

En una Cuba en manos de intereses privados de EE.UU., Castro encabezó una revolución antiestadounidense que enarbolaba la bandera ideológica del nacionalista e independentista José Martí.

Ya desde la universidad se manifestó contra todos los mandatarios que habían "traicionado" a su pueblo por echarse en brazos de EE.UU., pero sus primeros pasos como gobernante fueron cautelosos.

Alternó amenazas como "morirán 200.000 gringos si EE.UU. intenta enviar a sus infantes de marina a Cuba", pronunciadas al entrar a La Habana en enero de 1959, con negaciones de su comunismo y aseveraciones de que la influencia marxista en su Gobierno "era nula", según dijo en Washington en abril del mismo año.

Washington miró con recelo desde el principio su revolución, pero fue el segundo país, tras Venezuela, en reconocer al nuevo Gobierno.

Precipitaron el choque de trenes la reforma agraria, la normalización de las relaciones diplomáticas de Cuba con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y las expropiaciones de servicios en manos de empresas de EE.UU.

En octubre de 1960 Washington empezó a cimentar el embargo a la isla y, en diciembre, la visita de Castro a Nueva York para asistir a la Asamblea General de la ONU evidenció su alejamiento definitivo de Estados Unidos, plasmado con la ruptura de relaciones en 1961.

Castro consideró inadecuado el trato dado a la delegación cubana y se alojó en un hotel de Harlem, en medio de un seguimiento sin precedentes de los medios de comunicación estadounidenses.

En abril de 1961 se produjo la invasión de mercenarios apoyados por EE.UU. en Bahía de Cochinos, la batalla de Girón, saldada con una victoria revolucionaria que sirvió después a Castro para defender el orgullo nacional.

La invasión fue el germen del punto crítico de la Guerra Fría: la "Crisis de los Misiles" de octubre de 1962.

Washington y Moscú resolvieron directamente el pulso con la retirada de 42 misiles de Cuba y la posterior eliminación de misiles estadounidenses en Turquía, pero Castro, ignorado en la negociación, aseguró que el resultado había sido un triunfo de la isla.

El líder cubano ha acusado reiteradamente a EE.UU. de proteger y dar cobijo a terroristas "de la mafia cubana de Miami".

A la cabeza de ellos figuran Orlando Bosch, Santiago Álvarez y Luis Posada Carriles, ex agente de la CIA, al que tanto Cuba como Venezuela atribuyen la voladura de un avión de Cubana de Aviación sobre Barbados en 1976 que dejó 73 muertos.

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