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Un gris oficinista llamado Denzel Washington

El actor presenta el thriller de acción 'Asalto al tren Pelham 123'

CARLOS PRIETO

Denzel Washington prendió fuego este viernes a la cama de su suite y lanzó varias televiones por la ventana. ¿El motivo? Su hamburguesa estaba poco hecha. O ya nos gustaría que hubiera pasado. Pese a que el actor pasó por Madrid para promocionar un aparatoso thriller de acción Asalto al tren Pelham 123, remake de un policíaco de los años 70, ni hizo saltar todo por los aires ni se comportó como una diva.

No podía ser de otro modo: está tan metido en la piel de un tipo bonachón, simpático y familiar (probablemente lo sea), que no puede evitar desmitificar su rol de estrella de Hollywood cada vez que abre la boca. 'No tengo ningún método de trabajo', dice para arrancar. 'Si acaso estar junto a personas que hacen lo mismo que mi personaje'. Si acaso.

En este caso, como el filme de Tony Scott, que se estrena el viernes, va sobre el secuestro de un vagón, pasó una temporada junto a los controladores del metro de Nueva York. Quizás aprendió allí a portarse mal porque, pese a ser el bueno de la película, su personaje acaba persiguiendo a muerte al malo (John Travolta), por las calles de Nueva York. Por causas de fuerza mayor, eso sí: 'Es su manera de recuperar su reputación y evitar la cárcel. Tiene que redimirse', dice.

Y como si él mismo necesitara recuperar su reputación tras ser asociado a un filme de Hollywood, vuelve a la carga. 'No tengo grandes amigos en el cine. Estoy demasiado ocupado criando a mis hijos' (no como todos esos depravados de Hollywood, le faltó añadir). Y sigue. ¿Qué le ha aportado el papel? '¿A mi vida?', pregunta perplejo, como si el periodista se hubiera vuelto loco. 'El cine no me aporta nada a nivel personal, más allá de pagar los estudios de mis hijos. Actuar es mi empleo no mi vida', cuenta.

Quién sabe si por ello, como si necesitase un poco de mambo vital, lamenta 'no haber interpretado a Ike Turner', el cantante y ex marido bronquista de Tina, un tipo de los que sí arrojaban televisiones por las ventanas.

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