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La Guardia Civil investiga de oficio un crimen del 36

El caso está cerrado tras hallar un cráneo y una mandíbula en Encinasola (Huelva)

R. BOCANEGRA / D. BARCALA

En una decisión inédita, la Guardia Civil investigó este verano un crimen cometido en 1936, en plena represión franquista, en el paraje agreste de La Hoya del Muerto (Encinasola, Huelva, 1.500 habitantes). En julio pasado, cinco agentes y la titular del juzgado de Aracena lograron localizar un cráneo y una mandíbula sin dientes. El resto del cuerpo había desaparecido. Quienes lo habían matado lo habían dejado a la intemperie. Los restos se enviaron al Instituto de Medicina Legal de Madrid, donde no han podido ser identificados genéticamente al estar muy deteriorados.

'A nosotros nos conduce allí una historia', dijo ayer a Público Antonio Castilla, uno de los agentes que participó en el operativo. La historia de Sixto Caro, un joven de unos 20 años. Los agentes escucharon en Encinasola que lo habían matado en la represión y que estaba en La Hoya del Muerto donde había escapado. El 19 de julio del 36, el día después del golpe, los fascistas asesinaron a 30 personas.

Castilla y sus compañeros indagaron, preguntaron a los descendientes de la hermana de Sixto. Ella le llevaba comida a su escondite en la montaña. Un nieto de ella fue hace unos 30 años al lugar y encontró los huesos. Con esa información, los agentes se fueron a pie a La Hoya del Muerto, donde hallaron una vieja senda de estraperlo, caminaron entre la maleza y, junto a una maraña de matas, localizaron un saledizo rocoso. Debajo, Sixto había buscado refugio. Sus perseguidores habían seguido a la hermana mientras le subía alimentos. Así dieron con él. 'Su hermana fue al día siguiente, lo encontró muerto, se asustó y no subió más', dice Castilla. El caso está cerrado.

La implicación de la Guardia Civil en la recuperación de la memoria histórica tuvo ayer otro escenario en León. Dos agentes acudieron a reconocer los cadáveres encontrados en una fosa común en Quintana de Rueda. Tomaron fotografías y preguntaron 'sobre todo por los signos de violencia', según narra el vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) Santiago Macías.

A la pareja no le costó mucho encontrar las pruebas del crimen. Las calaveras de los cuatro fusilados tienen un agujero de bala. 'Ahora será la juez la que verá qué hace', añade resignado Macías. A falta de que la magistrada decida si investiga, será la ARMH la que identifique si los cuerpos son Victorino Tejerina, Antonio Pérez, Domingo Largo y Gumersindo González. Asesinados en 1936.

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