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La guerra de divisas recalienta Latinoamérica

Los bajos tipos en los países ricos llevan la liquidez a los emergentes

ISABEL PIQUER

Una vez más, las maniobras económicas de lo que se conoce como primer mundo, pueden poner en riesgo el desarrollo de los países menos avanzados. Las conclusiones del Banco Mundial al cierre de la asamblea anual que mantuvo durante el fin de semana con el FMI son que los países emergentes podrían verse muy perjudicados por la guerra de divisas que libran las grandes potencias. En primera línea de frente, Latinoamérica, cuyos países se resisten a dejar que sus monedas se aprecien y pierdan así competitividad frente a los países asiáticos.

Los intentos por frenar la apreciación de sus divisas Brasil ha anunciado que comprará dólares si es necesario para contener la apreciación del real, se libran en un escenario muy complicado. El dólar y otras monedas de países avanzados se mantienen en niveles relativamente altos, lo que obliga a la Reserva Federal y otros bancos centrales a seguir con su política de tipos bajos, (también apropiada para impulsar la economía), lo que a su vez hace más atractivo invertir en países emergentes, donde se obtiene más rentabilidad.

Los banqueros dicen que las inversiones no son especulativas

Existe entonces un riesgo de que si el grueso del exceso de liquidez se destina a Latinoamérica, las monedas puedan dispararse. El director del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI, Nicolás Eyzaguirre, señaló la pasada semana que la mayoría de los países en la región habían hecho lo correcto al permitir que sus monedas se apreciasen hace dos años durante lo peor de la crisis financiera de 2008. Pero, en su opinión, ahora se enfrentaban a nuevos riesgos si reciben demasiada liquidez desde el exterior.

Durante el encuentro se ha aplaudido la decisión de Brasil de subir los impuestos a la inversión extranjera para hacer más espeso el filtro que deja entrar el capital en el país.

Según la patronal bancaria internacional (IFF), Latinomérica recibirá este año flujos privados de capital por valor de 214.000 millones de dólares, frente a los 137.000 millones de 2009 y un 10% por debajo del récord de 2007. Sin embargo, los banqueros rechazaron que estas inversiones fueron especulativas y subrayaron que estaban destinadas a construir las economías de la región.

La asamblea concluyó con muchas promesas para tratar de mitigar la guerra de divisas y una absoluta falta de consenso más allá del llamamiento a la cooperación para solucionar los problemas de una guerra cambiaria. Ayer, la patronal bancaria internacional, que aprovechó la asamblea anual para reunirse de forma paralela en Washington, pidió que el G-20 impulsara en Seúl la coordinación económica.

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