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El hambre también va a clase

IGNACIO GONZÁLEZ OROZCO

El hambre. Un problema que la ciudadanía de un país de la Unión Europea solo debería conocer por los libros de historia. Hablamos del asunto -y de otros problemas relacionados- con dos maestras de la escuela pública: Marta Longares, de la Federació d'Educació de Comisiones Obreras, y Laia Solanes, miembro de la Unión General de Trabajadores. Marta es maestra titular en una escuela de L'Hospitalet de Llobregat y está vinculada a la Xarxa d'Acció Solidaria de su sindicato, cuya finalidad estriba en ayudar a los colectivos en situación de precariedad, tanto social como escolar. Laia, interina, ha trabajado este curso 2013-2014 en un centro de l'Esquerra de l'Eixample de Barcelona.

Pregunta: Ha saltado a la primera plana de la actualidad que muchos niños padecen serios problemas de alimentación por falta de medios económicos. ¿Se trata de una situación reciente o, por el contrario, tenéis evidencia de que está ocurriendo desde hace largo tiempo?

Marta Longares (M.L.): Existe la evidencia de que en las escuelas de determinados barrios de la ciudad de Barcelona o del área metropolitana, cada curso es mayor el número de familias que no pueden pagar el comedor escolar, puesto que el padre o la madre, o en otros casos los dos progenitores, están desempleados. Dentro de este amplio grupo de familias, algunas se benefician de becas de comedor financiadas por los servicios sociales, y por desgracia se dan casos de niños que apenas disponen de otros alimentos diarios que los servidos en el colegio.

Laia Solanes (L.S.): Puedo decir que en mi escuela, la mayoría de los alumnos que usan el comedor escolar están becados por los servicios sociales, y estoy segura de que muchos de ellos solo hacen una comida en condiciones al día, que es la del colegio; lo cual sorprende bastante, por tratarse de un distrito como el Eixample, tradicionalmente de clase media. El problema se aprecia mejor en la etapa de educación infantil, con niños de entre tres y cinco años: muchos de ellos no traen merienda al colegio y algunos  se comen los restos de bocadillo que otros compañeros tiran a la papelera. Estas escenas llevo viéndolas desde hace por lo menos dos años. Otro elemento indicativo es el tipo de merienda que traen muchos niños al colegio: a menudo se trata de galletas o bollería repartidas en los bancos de alimentos.

Se aproximan las vacaciones, los colegios cerrarán y no habrá comedor, pero la alimentación diaria es inaplazable...

M.L.: Efectivamente, entiendo que estos niños con problemas de manutención en sus casas tendrán que acudir a comedores sociales u otros centros de atención donde se les pueda atender.

L.S. Garantizar la alimentación de estas familias es difícil porque los servicios sociales están económicamente desbordados por la demanda de ayudas.

¿No ha habido ninguna iniciativa institucional para mantener abiertos los comedores escolares, sea en el ámbito de Barcelona o de Cataluña?

M.L.: Existen distintas organizaciones y fundaciones privadas que ofertan muchas actividades para las vacaciones de verano; como abarcan media jornada o la jornada entera, incluyen la comida del mediodía. Me consta que estas organizaciones están haciendo esfuerzos, tanto para abaratar su oferta de actividades como para ampliar el número de sus becas para hijos de familias con problemas económicos.

Es decir: beneficencia pura y dura, como en los viejos tiempos...

M.L.: Correcto.

En tal sentido, ¿tampoco se ha registrado ninguna petición oficial de un sindicato, colectivo de maestros u otra organización social catalana para que se mantengan abiertos los comedores escolares?

M.L.: No conozco ninguna iniciativa de ese tipo. La administración no ha dispuesto ninguna medida para afrontar globalmente el problema.

L.S.: Yo solo sé de iniciativas privadas o de escuelas que interceden ante los servicios sociales por alguna familia. Puedo poner como ejemplo el claustro de profesores de mi escuela, que financia con aportaciones de sus miembros una serie de alimentos para la merienda de los niños que lo necesitan (galletas, fruta). Y me consta que ocurre en muchas escuelas.

La administración no ha dispuesto ninguna medida para afrontar globalmente el problema¿Y conocéis algún estudio serio sobre la pobreza infantil en Cataluña, realizado por alguna institución pública o privada?

M.L.: Me consta que desde el Departament de Benestar Social i Família de la Generalitat se ha hecho un estudio sobre la pobreza infantil. Pero tengo la tentación de que era un trabajo de documentación institucional, que no respondía a una firme decisión política de atajar el problema. Prueba de ello es que se formularon conclusiones y objetivos que no iban acompañados ni de medidas concretas ni de presupuestos para cumplirlos.

L.S.: De todos modos, y sin necesidad de estudios globales, en los servicios sociales tienen datos suficientes, tomados del día a día, para comprender perfectamente la gravedad del problema.

No estaría mal, entonces, que alguien o alguna organización con resonancia pública denunciara seriamente esta situación y exigiera una respuesta rápida y eficaz a las instituciones. Está claro que de los políticos no siempre pueden esperarse grandes iniciativas, máxime si consideran que este tema está sobredimensionado por las habladurías y procuran barrerlo bajo la alfombra de la buena imagen del país.

M.L.: Es vergonzoso que algunos políticos frivolicen con las necesidades de la gente. Ellos no padecen esos problemas, ni seguramente los padecerán jamás, y es como si esta posición de ventaja los aislara de la realidad.

L.S.: Los políticos parecen desconocer muchas cosas, como por ejemplo el precio de los alimentos. Comer de un modo equilibrado, con verdura, carne, pescado y fruta es caro y no está al alcance de todo el mundo.

En estos tiempos de neoliberalismo beligerante, cuando se atribuye al mercado y las leyes económicas una vitalidad propia y determinante, superior a las decisiones políticas, los administradores de la cosa pública no se sienten concernidos por todos los problemas de los ciudadanos.

M.L.: Sí, muchas veces piensan que no todos los problemas son de su incumbencia. Se consideran gestores de una situación que no siempre puede controlarse, y ni asumen sus responsabilidades plenamente ni ejercen todo el poder que les confiere su legitimidad democrática.

¿Afectan estas situaciones de pobreza, y en sus peores casos lisa y llanamente de hambre, al rendimiento escolar de los niños que las padecen?

M.L.: A menudo, los problemas económicos graves van acompañados de una desestructuración familiar importante: tensiones en el hogar, relajamiento de las pautas de comportamiento familiar, situaciones de desatención, descuido de los estudios... Todo ello redunda negativamente en el rendimiento escolar.

Marta Longares y Laia Solanes, profesoras de la escuela pública. GUILLEM SANS

Conforme pasan los días sin que el país remonte su situación económica, la pobreza se está convirtiendo en asunto de todos; no solo desde el punto de vista ético, sino como problema que amenaza, y muchas veces afecta de pleno, a personas con un origen social distinto a los sectores que tradicionalmente eran asociados a las penurias económicas. ¿La desestructuración también afecta a los niños de familias recién llegadas a la pobreza? Porque cabe pensar que esas familias están capacitadas para mantener pautas adecuadas para el rendimiento escolar de sus hijos.

M.L.: En un principio lo hacen, procuran mantener una normalidad que no cause perjuicios a sus hijos. Pero cuando las tensiones derivadas de los problemas económicos se alargan en el tiempo, el desgaste psicológico de los padres y las madres puede provocar situaciones típicas de desestructuración familiar.

L.S.: Las condiciones económicas también influyen de otro modo: cuando la precariedad laboral obliga a que el padre y la madre no puedan atender a sus hijos, porque tienen que hacer largas jornadas laborales fuera de casa para atender a los gastos del hogar. Esa desatención, que no se debe a la desgana sino a la necesidad, también redunda en contra del rendimiento escolar, así como de la formación emocional y ética de los niños.

Y más allá del rendimiento escolar, ¿cómo influye la pobreza en el comportamiento de los niños que la padecen?

M.L.: A menudo se dan repercusiones negativas, como problemas en la capacidad de atención, agresividad en algunas situaciones... La conflictividad en las aulas, sobre todo en la enseñanza secundaria pero también en la primaria, es mayor en los barrios más afectados por la pobreza. El estrés de los adultos estresa a los niños.

Acabas de sacar a colación una cuestión tradicionalmente relacionada con la pobreza: la violencia. Pero, eso sí lo sabemos de largo, este mal tiene orígenes diferentes.

M.L.: La escuela no es un lugar donde aparcar y distraer a los niños; de la escuela depende buena parte de su desarrollo intelectual y emocional, y no todas las familias le dan su verdadera relevancia. Por ejemplo: muchos padres cuestionan ante sus hijos la autoridad moral y educativa del maestro, lo que provoca reacciones violentas de los alumnos. O asumimos que el proyecto educativo es compartido, una tarea tanto de las familias como de la escuela, o todo irá mal.

L.S.: Otras veces, la despreocupación de los padres disuelve las líneas de respeto que sus hijos les deben, y los niños llevan esa conducta irrespetuosa a la escuela. Si un chico no tiene consideración ni hacia su padre ni hacia su madre, que son las máximas autoridades para un niño, pues imagínate con el maestro. Y veo que cada vez ocurre con niños más pequeños. Hoy en día, los maestros de Educación Especial tienen más trabajo en corregir las malas conductas de los alumnos (es decir, los malos modales y la agresividad), que con los niños afectados por trastornos y discapacidades.

M.L.: También hay una agresividad infantil que es fruto de la sobreprotección; se pretende hacer feliz al niño sin contrariarlo en nada y se acaba creando pequeños tiranos, que establecen las normas domésticas a su antojo. Luego chocan contra el orden que encuentran en la escuela. Consintiéndolo todo no contribuimos a la educación de nuestros hijos; los niños necesitan pautas.

L.S.: El problema es que ser padre o madre requiere un gran esfuerzo, y no todo el mundo cumple. Es un trabajo duro.

La precariedad laboral obliga a que los padres no puedan atender a sus hijos por hacer largas jornadas laboralesLa escuela pública tiene o ha tenido mala fama, muchas veces difundida con intención aviesa desde su competidora directa, la escuela privada (no olvidemos que esta es un negocio, y por ello procura eliminar la competencia más económica). En este sentido, se ha dicho que en la escuela pública no hay orden ni concierto, y que es el colector de la escoria social; y por el contrario, que en los colegios de titularidad privada no se dan estos problemas de relación y violencia. ¿Qué podéis decir al respecto?

M.L.: Nunca fue así, eso es un mito. Además, la composición social de la escuela pública es variada: hay gente que lleva sus hijos a ella porque no puede pagar un centro privado, pero otras personas lo hacen porque optan por un modelo educativo universal, igualitario y laico. Por otra parte, el sistema público ofrece garantías en la formación del profesorado, que ha debido pasar por una oposición, en caso de los funcionarios, o por otros sistemas de evaluación, en el caso de sustitutos e interinos; estos controles no existen en la escuela privada o concertada.

L.S.: En las escuelas concertadas se procura no matricular a niños con riesgo de ser problemáticos. Y en el caso de los niños inmigrantes, admiten a muy pocos.

En nuestros días, a los inmigrantes les toca jugar el rol de niño malo de la escuela pública.

M.L.: En esta cuestión, nos encontramos con un tema de falta de voluntad política. En el caso concreto de Barcelona, el Consorci d'Educació, órgano de la Generalitat y el Ayuntamiento, no reparte equitativamente a los alumnos inmigrantes recién llegados entre las escuelas públicas y concertadas. En estos niños, no hace falta decir que el desconocimiento de la lengua vehicular representa una seria dificultad para el aprendizaje. Por eso hemos reclamado también que la ratio de alumnos por clase disminuya en las escuelas con mayor número de estos alumnos, a fin de atender mejor sus necesidades educativas específicas.

Es curioso que un Estado que pretende ser liberal subvencione negocios privados, contraviniendo sus principios. Pero ya que lo hace en el caso de las escuelas concertadas, no estaría de más que estas cumplieran con la parte de responsabilidad que les toca en la solución de los problemas de la comunidad educativa.

L.S.: No lo hacen y gracias a ello presumen también de obtener mejores resultados educativos que la escuela pública. El truco consiste en eliminar problemas: que haya muy pocos alumnos con necesidades especiales, muy pocos inmigrantes recién llegados... Este tratamiento manipulador también da mala fama al sistema público y sirve para conclusiones muy peligrosas: por ejemplo, que los niños de determinados barrios, extracción social u origen étnico no son tan buenos como otros.

M.L.: Debería invertirse en la enseñanza pública el dinero que se dedica a concertar nuevos centros. Por todo lo dicho antes, pero también porque muchos colegios concertados segregan por clase, por sexo... Y porque muchas familias que desean matricular a sus hijos en la escuela pública, ya sea por convicción o por imposibilidad económica de acudir a un centro de titularidad privada, se encuentran con que la administración los asigna a centros concertados, debido a la escasez de plazas en los centros públicos. De este modo se ven obligadas a gastos importantes en libros (que en las escuelas públicas suelen estar socializados), uniformes para la educación física, pago de cuotas de fundaciones... En resumen, un grave perjuicio económico causado por la escasa inversión de la administración en la enseñanza pública.

Para finalizar, ¿las condiciones generales de la enseñanza pública han empeorado a partir del cambio de gobierno autonómico? ¿Eran mejores con el tripartito que con CiU?

M.L.: Sin duda, hemos ido a peor. Para empezar, con CiU se han subido las ratios y reducido la plantilla de profesores. Se ha eliminado la sexta hora. Las bajas de los docentes solo se cubren a partir de los quince días laborales o los diez días lectivos; en esos casos, hay que repartir a los niños que quedan sin maestro, con lo cual se genera agotamiento en la plantilla y se empeoran las condiciones de la docencia. Y aparte, las condiciones salariales (congelación primero, recorte después).

L.S.: Muchas bajas laborales se cubren recurriendo a los especialistas: el profesor de música, el de educación física... En vez de impartir su asignatura, tienen que quedarse al cargo de las aulas desatendidas por el personal en situación de baja laboral. También se han eliminado los profesores de refuerzo, que permitían el desdoblamiento de las clases para ampliar las actividades docentes. Y la situación contractual de los interinos ha empeorado muchísimo.

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