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Hamburgo, la puerta del mundo

La ciudad alemana siempre ha sido uno de los puertos sobre los que ha girado el comercio y la cultura de Europa.

ÁNGEL M. BERMEJO

Muchas veces hay que buscar en la segunda ciudad del país para encontrar esa sorpresa que la capital o la urbe más poblada ya no proporciona. Igual que Chicago, Lyon o Milán, Hamburgo representa la posibilidad de descubrir algo en una ciudad que curiosamente no figura entre los principales destinos turísticos alemanes. Sin embargo, siempre ha tenido a gala ser una de las ciudades más elegantes y cosmopolitas de toda Europa.

Hamburgo ha sido y será, siempre, una ciudad unida al agua. Al lago, a los ríos, a los mares cercanos. Se dice que hay más de 2.000 puentes en la ciudad, que marcan los caminos a transitar por sus calles. El puerto -el tráfico de mercancías e ideas- ha sido su razón de ser y ha marcado su historia y espíritu, mucho más abierto que el de otras partes de Alemania.

Para conocer esta relación vital entre la ciudad y el agua lo mejor es hacer algún recorrido en barco por los canales o el lago, que pueden conducir por la parte histórica hasta el pie mismo de muchos de los edificios de interés de Hamburgo. También hay viajes a zonas más apartadas de los alrededores.

Hamburgo fue fundada por Carlomagno a principios del siglo IX a la sombra de un castillo que controlaría las rutas comerciales de esta estratégica región por donde fluye el río Elba y tanto el mar del Norte como el Báltico se encuentran a tiro de piedra. Fueron muchos siglos de esplendor comercial, algunos como miembro importante de la Liga Hanseática.

Una gran parte de Hamburgo fue reducida a escombros durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, quedan en pie algunos edificios emblemáticos como el Rathaus, el Ayuntamiento. Es una construcción espléndida y parece algo más que la sede de una corporación municipal. Y de hecho lo es. La ciudad de Hamburgo constituye uno de los Estados federados, y aquí se reúne el Parlamento local.

Para buscar un Hamburgo con más historia todavía que el Rathauss hay que ir a la Deichstrasse, la calle en la que se concentraban los almacenes de los comerciantes de siglos pasados. Estos almacenes daban por un lado al canal y por otro a la calle. Las familias vivían en el piso superior. Aunque la mayoría de estos edificios son réplicas construidas después de la guerra, todavía es fácil imaginar el aroma a cacao, café y especias que subiría por las escaleras mientras se cerraban los contratos. Para conocer más de cerca esta historia -que al fin y al cabo es la de la ciudad- hay que ir al Hamburgermuseum, el museo de la ciudad, y observar de cerca uno de estos conjuntos de almacén y vivienda. Los amantes del arte se dirigirán a la Hamburger Kunsthalle, el museo de arte que ofrece una fascinante colección de pintura desde los maestros del siglo XIII hasta la actualidad.

La nueva cara de Hamburgo se levanta en una sección del puerto, en HafenCity, el proyecto urbanístico más ambicioso de Europa. Dentro de él está enmarcado el nuevo edificio de la Elbphilarmonie, la Orquesta Filarmónica del Elba, firmado por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron y que está llamado a ser uno de los iconos de la nueva Alemania.


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