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Las hipotecas radiactivas

Desde 2007, se han embargado 3,4 millones de viviendas

ANTONIO LAFUENTE

Desde que hace tres años estalló la burbuja inmobiliaria de las hipotecas subprime, se ha vuelto obligatorio usar algo más que un casco para poder entrar a examinar el mercado de la vivienda estadounidense. Más bien hace falta un traje contra la radiactividad.

Es así porque las cifras del desmoronamiento (todas batiendo marcas históricas) dan miedo: la caída del valor de las casas se ha llevado por delante cinco billones de dólares en patrimonio inmobiliario, el Estado ha tenido que nacionalizar e inyectar 146.400 millones en los dos bancos hipotecarios del país, Fannie Mae y Freddie Mac, y 3,4 millones de casas han sido embargadas desde 2007. Todo ello sólo en EEUU y sin contar el rescate público que necesitó el sistema financiero a consecuencia de esa burbuja. De momento, esa acción de rescate ya ha costado 475.000 millones de dólares.

La primera reacción que se produjo al desinflarse el boom inmobiliario (alimentado durante años por unos intereses muy bajos y unos peligrosos productos financieros creados por Wall Street para financiarlo) fue un desplome del mercado de la vivienda. Entre junio de 2006 y julio de 2009, los precios de las casas unifamiliares cayeron un 27% y, aunque a partir de ahí se frenó la caída, aún siguieron cediendo un 2,1% hasta el mes de abril de este año. El patrimonio global inmobiliario en EEUU cayó aún más al pasar de los 13 billones de dólares hasta 8 billones, según los cálculos del sector.

El patrimonio inmobiliario se ha reducido en cinco billones de dólares

La especulación también se llevó por delante a los dos bancos hipotecarios estadounidenses. Fannie Mae ha tenido que recibir del Estado 85.100 millones y Freddie Mac, 61.300 millones, según los datos oficiales. El Gobierno se quedó con el 80% de sus acciones que, a día de hoy, cotizan en torno a los 40 céntimos por título desde los 85 dólares que llegaron a valer los títulos de Fannie Mae en 2007 y los 67 dólares a los que cotizaba entonces Freddie Mac. Ni en Washington ni en Wall Street saben muy bien qué hacer con las dos entidades, asegura el periódico New York Times.

Pero donde las frías cifras se convierten en palpable desesperación, tristeza y rabia es en los embargos. Las personas que pierden todo el dinero invertido en sus casas y tienen que vivir de alquiler o, peor, en una caravana o en la misma calle. Desde 2007, los bancos han embargado 3,4 millones de viviendas. El 82% de esos inmuebles estaban ocupados por las familias que habían pedido las hipotecas. Es decir, no eran casas compradas con un objetivo especulativo. Y aún puede ir a peor. Hay abiertos otros 6,9 millones procedimientos de embargo, de acuerdo con los datos del Centro para el Préstamo Responsable.

Washington ha inyectado 146.000 millones en los bancos hipotecarios

En un intento por evitar que la mayor parte de esos embargos se produzca, el presidente de EEUU, Barack Obama, aprobó el año pasado un fondo de ayuda de 75.000 millones de dólares para que los afectados pudieran cambiar su hipoteca con el banco. Sin embargo, debido al poco interés de las entidades financieras en el arreglo, de momento sólo se han empleado 250 millones de ese fondo, según la organización periodística ProPublica.

Ante todo ese panorama, aventurar el futuro de la vivienda en EEUU es complicado y casi nadie quiere hacer una apuesta. Aunque con la perspectiva de millones de casas vacías en el mercado, debido a los embargos pendientes, no parece que vaya a producirse una activación del sector a corto plazo. De momento, la fecha más inmediata para tomar el pulso a ese futuro será el 17 de agosto, día en el que el Gobierno de Obama ha organizado una conferencia sobre el futuro de la financiación inmobiliaria, esperando lograr algún acuerdo para su reforma.

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