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La recuperación no puede darse por conseguida cuando el paro seguirá subiendo meses

ERNESTO EKAIZER

Tres años y 62 días después de que comenzara la Gran Recesión de la economía norteamericana, en diciembre de 2007, y 20 meses y dos días después de que terminase oficialmente, en junio de 2009, con un crecimiento del 2,8% en 2010 y una tasa de paro del 9% en enero de 2011, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, describió, el pasado martes, la situación en pocas palabras: 'Hasta que no veamos un periodo sostenido de mayor creación de empleo, no podemos considerar la recuperación como auténticamente válida'.

Si en Estados Unidos es así, mucho menos, claro, puede considerarse 'auténticamente válida' la recuperación en España, donde la recesión finalizó oficialmente hace diez meses, y el paro sube, y lo seguirá haciendo durante varios meses más, como ya ha ocurrido en enero y febrero. Y, sin embargo, las bolsas, los beneficios de las empresas y los bonus de los directivos, en EE.UU, en España y en el Reino Unido, entre otros países, vuelven a crecer como verdaderos brotes verdes.

El paro aumenta y, sin embargo, los beneficios y bonus empresariales crecen

'La gente cuyos empleos son destruidos no ha sido de ningún modo responsable de los excesos del sector financiero y de la crisis que le ha seguido. Esta gente que está sufriendo no consiguió los bonus del tamaño que recibió la gente en el sector financiero. Estoy sorprendido por el hecho de que la rabia real no ha sido mayor a la que hemos vivido'.

¿Quién pudo decir esto también el pasado martes? Una pista: fue el gobernador de un banco central de la Unión Europea. ¿Miguel Ángel Fernández Ordoñez, gobernador del Banco de España? Frío, muy frío. Ha sido Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra ante el Comité del Tesoro del Parlamento británico.

Según King, la caída del nivel de vida puede convertirse en un fenómeno permanente. 'Las evidencias del pasado indican que el impacto de una crisis [financiera] como la que vivimos persiste durante muchos años. Puedes no recuperarte durante muchos años, y eso en el caso de que lo consigas alguna vez. Es un verdadero golpe contra el nivel de vida. Por eso hay que tomarse tan en serio la estabilidad financiera', enfatizó.

La crisis no se va a resolver, pese a lo que dice Campa, con mayor consumo

La afirmación de King va al fondo de esta crisis. Una crisis que no se va a resolver, por ejemplo, ni en el corto ni el medio plazo, con mayor consumo, como insinúa el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, cuando advierte que en España la tasa de ahorro, del 18%, es muy elevada, e invita a los ciudadanos a consumir.

Uno de los economistas menos traídos a cuento, si se compara con el renacimiento momentáneo de John Maynard Keynes, es precisamente el que hizo una de las reflexiones más agudas, tras errar espectacularmente en su justificación de los altos precios de las acciones en lo que era ya la recta final del crash de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929.

Irving Fisher, precisamente, hizo un diagnóstico en 1933 que se revelaría certero. La caída de la Bolsa era el pinchazo de una burbuja, inflada mediante la deuda de familias, empresas y bancos, durante la década de los años veinte. El peso de esa deuda, según Fisher, era cada vez mayor porque los ingresos de la gente caían y una parte más grande de ellos tenía que destinarse a pagar las deudas contraídas en una etapa en la cual los precios eran más elevados. En otros términos, mientras los ingresos se reducían, el valor real de la deuda aumentaba.

La teoría sobre la deflación de la deuda de Fisher ha sido retomada, a la luz de la recesión japonesa de los años noventa, por el economista Richard Koo en sus libros Balance sheet recession (2003) y The holy grail of macroeconomics (2008). La lectura de ambas obras ayuda a comprender por qué esta crisis, en el caso de países donde han estallado burbujas, como ocurre con España, es diferente; por qué una situación de exceso de deudas provoca una caída de la demanda en una economía que ha pasado de favorecer a los deudores (bajos tipos de interés) a los acreedores (que mantienen el valor de sus deudas a cobrar).

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