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Islas Aran, la magia de Irlanda

Frente a la costa occidental de Irlanda, estas tres islas son el reducto de antiguas tradiciones gaélicas, que perviven en un paisaje único salpicado de enigmáticos restos arqueológicos.

ÁNGEL M. BERMEJO

Nada más poner el pie en las islas Aran el viajero siente que se encuentra en un lugar especial. Lo primero, el paisaje, la severa belleza de la roca batida por el viento. Luego vienen los restos de una remota civilización de la Edad del Hierro, de más de dos mil años de antigüedad, que forman algunos de los recintos arqueológicos más impresionantes y misteriosos de Europa. De la Edad Media quedan los restos de iglesias perdidas en recónditos parajes. Pero no sólo ha pervivido la piedra en las Aran, también antiguos modos de vida, además del idioma gaélico.

La isla principal es Inishmor, que se abre al viajero que desembarca en el puerto de Kilronan, la población principal. Inishmor es una franja larga y estrecha con alguna que otra aldea a lo largo de la costa septentrional, en la que se llega a formar alguna playa de arena. La costa opuesta, en cambio, es un precipicio de cien metros de altura que se hunde en el océano y sobre el que golpean incesantemente las olas. Y a este barranco interminable y sobrecogedor se asoman los restos de dos fortalezas prehistóricas, Dún Aengus y Dún Dúchathair, que nos hablan de un tiempo olvidado en la historia europea. Y de viejas leyendas. Cuando se dan ciertas condiciones meteorológicas, desde estos miradores se aprecia lo que parece la silueta de una isla. Durante siglos se dibujó en los mapas la legendaria Hy Brasil, la isla de los benditos, adonde acudían héroes y santos.

Del tiempo en que la isla era un importante centro de cultura monástica perviven varios recintos, como las llamadas Siete Iglesias, cerca de Eoghanacht. También en el lado norte de la isla se encuentra Teampall Chiaráin es la iglesia más atractiva, una pequeña construcción del siglo XII junto al manantial de St. Kieran, un lugar de ambiente pagano, donde parece que se han realizado ritos desde tiempos anteriores a la llegada del cristianismo.

Si Inishmor impresiona por su riqueza arqueológica, en Inishmaan se palpa la soledad pura y salvaje. En esta isla olvidada el escritor J. M. Synge pasó cuatro veranos desde 1898 para estudiar el idioma y las formas de vida de esta Europa de otro tiempo. Al seguir sus pasos se puede visitar la granja en la que vivió además de la llamada Silla de Synge, desde donde hay una vista impresionante del estrecho de St. Gregory y de Inishmor. En lo alto de una colina, la fortaleza de Dún Conchúir nos habla también de tiempos lejanos y misteriosos.

En Inisheer, la más pequeña de las tres islas, se vuelve a encontrar ese paisaje de pequeños campos rodeados por altos muros de piedra. Aquí también perduran los viejos modos de vida, las mujeres que tejen los jerséis tradicionales, los hombres que cantan baladas tristes en los pubs. Los restos de un fuerte marcan el perfil del paisaje que se ve desde la aldea. La playa está rodeada de dunas y crea un espacio protegido del viento. La combinación de dunas y fuertes vientos tiene consecuencias a largo plazo: la iglesia de St. Kevin, que fue utilizada hasta el siglo XIX, acabó siendo enterrada por una duna de arena. Ha sido excavada a su alrededor y ha vuelto a la luz.


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