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Javier Marías dice que "sólo se puede contar cabalmente lo que nunca ha sucedido"

EFE

Al escritor Javier Marías le gustan las paradojas y la que hoy desarrolló en su discurso de ingreso en la Real Academia Española perdurará en la memoria de los asistentes: pretender "narrar hechos reales es imposible" porque "sólo se puede contar cabalmente lo que nunca ha sucedido, lo inventado e imaginado".

Marías lleva décadas entusiasmando a lectores de medio mundo con sus novelas, y era lógico que en su ingreso hiciera una encendida defensa de su oficio, dado que, a diferencia de "los historiadores, cronistas o biógrafos", el novelista trabaja con plena libertad y la ficción no admite "correcciones ni añadidos ni supresiones ni desmentidos ni enmiendas".

En presencia de los ministros de Cultura, César Antonio Molina, y de Educación y Política Social, Mercedes Cabrera, Marías leyó un discurso brillante y ameno, hilarante a veces, titulado "Sobre la dificultad de contar"; una dificultad que en parte proviene de que la lengua "deforma y tergiversa" la realidad, y "no es más que un permanente tanteo, un perpetuo amago condenado a no dar nunca en el blanco".

Elegantemente vestido de frac, Marías (Madrid, 1951) confesó al principio que no entendía "muy bien" por qué la Academia admite en su seno a los novelistas, ya que su labor "es bastante pueril", como la calificó Stevenson.

"Pero nuestra labor no solamente es pueril, sino absurda, una especie de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón. En el fondo está destinada al fracaso y además es casi imposible", afirmó rotundo el autor de "Corazón tan blanco", quien a partir de ahí comenzó a desarrollar su opinión de que contar lo acaecido "es imposible".

Y es imposible, porque, como diría luego Francisco Rico en su contestación, "la realidad es infinitamente compleja, multiforme, y el lenguaje no llega a abarcarla por entero".

"En el momento en que se aspira a que la palabra reproduzca lo acontecido, se deforma, tergiversa y contamina" lo sucedido, afirmaba Marías, merecedor del Premio Nobel, en opinión de Orhan Pamuk, ganador de ese galardón en 2006.

La afirmación de Ortega y Gasset de que "la humanidad, por lo menos la occidental, no 'habla en serio'", le dio pie a Marías para subrayar el carácter metafórico del lenguaje, patente en expresiones como "el sol sale por Oriente".

Y es ese carácter "eminentemente metafórico o irónico del lenguaje el que impide que éste sea siempre algo árido e insoportablemente tedioso, y desde luego el que permite la existencia de la literatura", destacó este novelista, cuya obra está traducida a 37 idiomas en 47 países.

Pero antes de entrar en materia, Marías elogió la figura de su antecesor en el sillón "R", Fernando Lázaro Carreter, director durante años de la RAE y que, "con su visión de futuro", inició la modernización de la Academia y "le quitó algunas telarañas".

Donde Lázaro logró "su mayor proeza pública" fue en sus artículos periodísticos, reunidos en "El dardo en la palabra" y en "El nuevo dardo en la palabra".

Cuatro años después de la muerte del lingüista, se echan de menos "sus irónicos, a veces mordaces, comentarios contra la pedantería cazurra de los medios de comunicación y su incorrección disparatada".

"Ambas cosas, por desdicha, no han hecho sino ir en aumento desde entonces, y me temo que sean una marea ya imparable que acabará por convertir el español en un magma en el que chapotearán y se ahogarán los hablantes", añadió Marías.

En su discurso, salpicado de citas de varios autores, entre ellos de Sterne y su "Tristram Shandy", Marías se preguntó qué sentido tiene leer "lo imaginado, lo ficticio" cuando, como decía Cioran, hay tantas cosas reales en el mundo por las que interesarse.

Sin embargo, hasta quienes no han leído a Cervantes ni a Conan Doyle saben de la existencia de Don Quijote y Sherlock Holmes, aunque probablemente ignoren la Historia de su país, en una época como la actual en la que esta asignatura "no parece importarle a casi nadie, empezando por las desastrosas autoridades educativas de nuestros países occidentales", aseveró.

A su juicio, es "llamativo" que las figuras históricas parezcan "borrarse y desaparecer para la gente en general -no para los historiadores, claro está-, a menos que un literato, o también hoy un cineasta, se molesten en darles voz y rostros".

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