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Kubala-Di Stéfano, medio siglo después

El duelo Messi-Cristiano revive un monopolio mediático y futbolístico que no se daba desde los clásicos protagonizados por El cabezón y La saeta rubia

L. J. MOÑINO / R. VILAR

La delicada escuela del Danubio contra la libertina y espontánea interpretación del fútbol suramericano. 'Di Stéfano era un pozo de picardía.../ lo suyo a cada uno, pero yo me quedo con Kubala', que canta Serrat.

Este 29 de noviembre de 2009 está muy imbricado con aquel 25 de octubre de 1953 en el que se vieron por primera vez las caras como rivales Kubala y Di Stéfano. Desde entonces, no se había medido un clásico desde ese tremendismo individual al que apunta el duelo Messi-Cristiano. Hace medio siglo, como hoy, los dos mejores jugadores del mundo aparecían como las cabezas visibles de cada proyecto. Aquel primer choque entre El cabezón (Kubala) y La saeta rubia (Di Stéfano) estuvo marcado por las horas previas en las que el Barcelona renunció a compartir la propiedad de Di Stéfano con el Real Madrid dos años cada uno, tal y como había dictaminado la Delegación Nacional de Deportes tras el conflicto por su fichaje. El club catalán negoció con el River Plate (propietario del pase del jugador a partir de 1954) y el Madrid, llegó a un acuerdo con el Millonarios colombiano (club al que pertenecía el jugador en el momento del fichaje). Las sombras del franquismo planean sobre aquella salomónica decisión a la que el Barcelona finalmente renunció.

Los días previos al partido, la prensa de la época ya explotaba aquel enfrentamiento entre el habilidoso húngaro y el todocampista argentino. 'No le temo a Di Stéfano', decía el defensa azulgrana Biosca en Mundo Deportivo.

El diario Marca presentaba ese grandioso enfrentamiento individual como un duelo pugilístico de altura, en una época en la que los boxeadores aparecían como superhéroes de barrio que se fajaban bajo una luz blanca y tenue cortada por el humo de los puros.

'Di Stéfano es más ágil y más resistente, pero no llega a la altura de Kubala en la concepción del juego, ni individualmente es tan peligroso', analizaba Daucik, entrenador azulgrana. 'Kubala, el mejor interior del mundo', rezaba otro titular de Marca, porque días antes se había exhibido en Wembley en un partido entre Inglaterra y una selección mundial. 'La gente, la sencilla gente que va a divertirse, a emocionarse, a ver ganar o ver perder, se fija en dos hombres Kubala y Di Stefano, en esta ocasión sin tener en cuenta qué táctica, no qué técnica, va a ver en el campo', se escribía desde la corresponsalía de La Vanguardia en Madrid.

'El ídolo de antes era más normal. Salíamos del entrenamiento e íbamos a una terraza'

'Eran grandes amigos, entre ellos dos no hubo lucha alguna. Kubala se portó muy bien con Alfredo cuando este estuvo en Barcelona para fichar por ellos. Alfredo habla de él como un hermano, quería mucho a Kubala', afirma Santamaría, compañero y amigo íntimo de Di Stéfano. 'Representaban un fútbol nuevo que empezaba a nacer y que en España nadie había visto', prosigue Santamaría.

Ese fútbol novedoso les creó una vida paralela de estrellas y fama, aunque no tan sobredimensionada como la actual. Hasta el cine llamó a sus puertas, aunque, a veces, rociado de la caspa maniquea del régimen: Los ases buscan la paz (Kubala). 'El ídolo de antes era más normal. Salíamos del entrenamiento e íbamos a una terraza. No había tantos restaurantes como ahora. Los casados iban al cine o al baile en Micheleta. Los solteritos, al cabaret a ver si engachaban algo', recuerda Santamaría. 'César y Kubala llegaron a un partido a punto de empezar; llegaban de dormir la mona', rememora Agustí Montal, presidente del Barcelona de 1969 a 1977 e hijo de Agustí Montal Golobart, también presidente de 1946 a 1952

'Después de los partidos, nosotros entrábamos en el vestuario y hablábamos con los futbolistas, que iban por allí en pelota picada. Yo tomaba notas y apuntes', explica Muntañola (95 años), mítico dibujante en Dicen, Barcelona Deportiva y Mundo Deportivo. 'Al principio no podía comprar un coche, porque Bernabéu decía que no se podía fanfarronear. Los socios del Madrid eran gente de trabajo y no podíamos poner los dientes largos al pueblo', escribe Di Stéfano en su biografía Gracias Vieja.

Era otra época, pero medio siglo antes, el fútbol ya apuntaba hacia la galaxia.

 

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