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Lacuesta, explorador de nuevos lenguajes en el cine con "In Between Days"

EFE

Curtida su sensibilidad en documentales atípicos como "La leyenda del tiempo", el cineasta catalán Isaki Lacuesta hace "doblete festivalero" al presentar en Locarno "In Between Days", sus cartas cinematográficas con Naomi Kawase, y competir en San Sebastián con "Los condenados".

La inquieta trayectoria profesional de Lacuesta vuelve a sorprender de la mano del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y su proyecto "Cinergias", que le propone una correspondencia con la realizadora nipona, autora de obras de prestigio internacional como "El bosque del luto".

Esta unión de lo cinematográfico y lo epistolar, que ya se produjo entre Abbas Kiarostami y Víctor Erice o Albert Serra y Lisandro Alonso, ha tomado por título esta vez "In Between Days", paréntesis de dos creadores entre proyecto y proyecto en el que Lacuesta y Kawase intentan presentarse a sí mismos a través de tres cartas cada uno.

"Era un poco difícil contar algo tan íntimo sabiendo que es a la vez para un público. Pensaba que no había sido tan impúdico, pero viéndolo en la pantalla grande en Locarno me he dado cuenta de que sí lo es", reconoce Lacuesta en una entrevista con Efe tras la proyección de la cinta, de cuarenta minutos de duración, en la sección "Ici et Ailleurs" del festival de Locarno.

Observador y extractor de la belleza de las pequeñas cosas, a través de secuencias sin diálogo y voz en off, Lacuesta ofrece imágenes de gran lirismo a través de unas sábanas tatuadas en la piel de su chica tras un sueño profundo o la sombra de unas gotas de lluvia sobre un rostro que se convierten en una suerte de lágrimas desenfocadas.

"Cuento cosas en las cartas que no contaría a un colega. Filmar estas cartas era algo muy personal, pero con el suficiente punto de distancia" y con ellas se ha atrevido a rodar, por primera vez, en su hogar: el pueblo de Banyoles (Gerona). Kawase, por su parte, da voz a su entorno en Nara y Tokio.

Finalmente, como buena carta también cuenta con un "post data": un precioso fragmento de "Les Kirike", una obra filmada por Segundo de Chomón en 1906.

Este "In Between Days" sirve como presentación del Lacuesta personal, pero también como hilo de su lenguaje cinematográfico, desde "Cravan vs. Cravan" a su siguiente cinta, que se rodará en Mali y que será "una mezcla de coro griego con western y documental de la búsqueda de un búnker en medio del desierto", adelanta.

"Doy a las películas el lenguaje que necesitan. Ahora que he hecho mi primera película de ficción me da rabia que lo llamen 'salto a la ficción', porque parece que es algo irreversible, que nunca volveré al documental".

"Los condenados", de hecho, "iba a ser mi película más documental y acabó siendo mi primera cinta con guión original". En esta cinta, que competirá por la Concha de Oro en el próximo festival de San Sebastián, reúne a dos ex guerrilleros argentinos y estudia, a través del paso del tiempo y las nuevas generaciones, la evolución de la imagen de esta figura en el imaginario colectivo argentino según los cambios políticos del país.

Rodada en Perú, Buenos Aires y España, la película se escapa del espacio y el tiempo "puesto que aborda dilemas morales que han sucedido en todos los países. Cuando rodamos estábamos a la vez manejando historias de la dictadura argentina y libros de Conrad sobre el periodo previo a la revolución rusa", asegura Lacuesta.

"Los condenados" puede suponer, si no el salto definitivo a la ficción, sí un paso más hacia la notoriedad de este cineasta de vocación minoritaria pero amplia sensibilidad, que defiende "ese otro cine que no se ve tanto, de directores como Víctor Iriarte que crean obras para museos que no son tan accesibles", explica.

"Hay que trabajar más en la difusión. Me cuesta creer que, siendo la mayor virtud del cine español la variedad, alguien no encuentre una película española que le guste", asegura.

"El debate se está abriendo de manera muy peligrosa, es muy raro. El diálogo entre cineastas, políticos y gestores culturales parece que tiene que ser necesariamente una confrontación, cuando no tiene por qué serlo", sentencia.

Mateo Sancho Cardiel

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