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Lago de Orta, joya alpina

El más pequeño y desconocido de los cinco grandes lagos alpinos atrae por la luminosa combinación de paisaje y arte de vivir.

ÁNGEL M. BERMEJO

Los lagos alpinos italianos -Orta, Mayor, Como, Iseo y Garda- son uno de los espejos en que puede mirarse Europa, una mezcla casi perfecta de belleza natural y densa historia. Por aquí han pasado príncipes y filósofos, poetas y artesanos, músicos y santos, hasta crear uno de los paisajes culturales más sublimes, donde es posible soñar en el valor de este continente.

El más occidental -y el más pequeño- de todos es el de Orta, una pequeña joya que, por su carácter íntimo, resulta menos conocido que otros. Sus aguas vienen del glaciar Simplon, y además tiene la peculiaridad de que es el único lago de la zona que desagua hacia el norte, cuando todos los demás lo hacen hacia el sur.

Orta San Giulio es un pintoresco pueblecito en el extremo de una pequeña península que se adentra en el lago. Hay pocas cosas más deliciosas que encontrarse a media tarde, en un día al final de la primavera, en la piazza Mario Motta, junto al embarcadero, y observar cómo la luz se derrama por la superficie del lago, por las casas de color siena, por los tejados que parecen volar sobre la isla que, a su vez, parece flotar sobre las aguas.

La via Olina, que realmente es la única calle (aunque luego cambia de nombre varias veces tanto hacia un lado como hacia el otro) nos hace pasar junto al palazzo della Comunità (del s.XVI, con su planta baja abierta) y antiguas villas con jardín frente al lago. Hay una plazuela inclinada, la salita della Motta, con palacios e iglesias que muestran la dignidad de los edificios de cinco o seis siglos que todavía lucen pinturas al fresco en sus fachadas.

Del embarcadero salen las lanchas hacia Isola di San Giulio. Esta isla es la verdadera perla del lago. El edificio que domina la isla es un monasterio de monjas, pero también hay muchas villas con jardines que se asoman al lago. El interior de la basilica di San Giulio, de estilo románico, tiene buena parte del interior cubierto por frescos. La isla es un lugar muy tranquilo, con un poso de historia en cada zaguán. Como casi sólo se encuentra en Italia.

Orta San Giulio se encuentra al pie de una colina, que ocupa la mayor parte de la península que se adentra en el lago. Ladera arriba, por un camino de adoquines gastados por el tiempo, se llega al Sacro Monte di San Francesco. Aquí se encuentra una serie de capillas dedicadas cada una a un momento de la vida del santo y que fueron construidas, a partir de 1590, a lo largo de más de un siglo.

Un recorrido completo permite apreciar el desarrollo de los modelos arquitectónicos y artísticos por las diferencias entre las más antiguas y las más modernas, ya que durante el siglo XVII se produjeron importantes cambios en los gustos y la mentalidad de los europeos. Por eso, más allá de su objetivo original -el de ser un itinerario para devotos-, un recorrido por estas 20 capillas es un paseo por la historia, el arte y la cultura de una época.

El Sacro Monte di San Francesco forma, junto a otros sacromontes del Piamonte y Lombardía, un conjunto declarado patrimonio mundial por la Unesco. De alguna manera eran una barrera física, mental y religiosa contra la Reforma que amenazaba desde Suiza. La vegetación forma parte del conjunto y está perfectamente concebida para proporcionar alegría y tranquilidad a los peregrinos. Las vistas sobre el lago y la isla son un añadido extra.


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