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Los liberaldemócratas británicos afrontan su primer congreso en el Gobierno

EFE

El Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg afronta a partir de hoy en Liverpool (noroeste de Inglaterra) su primer congreso anual como partido de gobierno, al formar parte desde el pasado mayo de la coalición que lidera el conservador David Cameron.

Pocos en el Reino Unido podían imaginarse hace un año que la tercera fuerza política del país, tanto en número de votos como de afiliados, pudiera formar parte del Ejecutivo, algo que fue posible al no conseguir el Partido Conservador una mayoría absoluta en las elecciones del 6 de mayo.

De esos comicios salió, tras duras negociaciones, un histórico pacto de gobierno entre "tories" (conservadores) y liberaldemócratas, cuya evolución y coste político será sin duda uno de los asuntos que planearán sobre el congreso de este año, que dura hasta el 22 de septiembre.

Durante cinco días, los delegados escucharán los discursos de sus líderes y podrán hacerles preguntas, en una apretada agenda que toma fuerza el domingo con un coloquio con Nick Clegg, líder del partido y viceprimer ministro británico.

El lunes, Clegg pronunciará un discurso en el que se espera que reafirme ante los afiliados su compromiso con el Gobierno conservador-liberaldemócrata e intente convencer de su idoneidad a los miembros más suspicaces de su formación.

El martes será el turno del "segundo" del partido, Simon Hughes, y del ministro de Energía, Chris Huhne, mientras que el miércoles hablará el ministro de Empresa e Innovación, Vince Cable.

El actual papel clave de los liberaldemócratas en la política nacional hace que este congreso sea distinto a todos los anteriores y atraiga más atención que nunca tanto de la prensa nacional como de la extranjera.

Es difícil predecir si estos días en Liverpool el partido va a cerrar filas en torno a la cúpula para consolidar su posición en el poder o si se van a hacer palpables la evidentes tensiones internas que han surgido por las concesiones hechas en el seno de la coalición.

Tanto miles de votantes como muchos diputados del partido de centro-izquierda opinan que sus líderes -en especial Clegg, que mantiene una estrecha relación con Cameron- han sacrificado principios básicos para mantenerse en el Ejecutivo.

La prueba del descontento no son sólo las declaraciones públicas de los parlamentarios, también las encuestas recientes, que indican que en torno a un 40 por ciento de quienes votaron a los liberales el 6 de mayo no volvería a hacerlo, y la mayoría se pasaría a los laboristas.

El Partido Laborista, en la oposición tras trece años ininterrumpidos de gobierno, ha registrado un incremento de afiliados de más del 16 por ciento tras los comicios -cuando rondaba los 155.000- y asegura que una gran proporción son liberales decepcionados con el rumbo derechista que ha tomado la actual cúpula.

En todo caso, el Partido Liberal Demócrata encara un congreso interesante con un número récord de delegados -6.200, un 40 por ciento más que el año anterior-, al que sin embargo Clegg sólo asistirá hasta el martes, ya que debe viajar a EEUU en representación del Gobierno.

Entre los asuntos con más potencial de dividir a la formación están el modo de abordar el déficit estatal -muchos liberales no están de acuerdo con los recortes masivos proyectados por los "tories"- y cómo regular la banca, dado que los conservadores se oponen a separar la minorista de la de inversión.

Muchos liberales se oponen también a la propuesta "tory" de establecer topes a la inmigración extracomunitaria y a su plan de renovar el costoso sistema Trident de disuasión nuclear puesto en marcha por la Guerra Fría.

Incluso uno de los pilares del pacto de coalición puede ser posible elemento de discordia.

Como condición fundamental para formar Gobierno, Clegg pidió a Cameron la celebración de un referendo sobre la posible reforma del sistema electoral actual, que perjudica a los liberaldemócratas, hacia otro más representativo.

Aunque ya hay fecha para dicha consulta, el próximo 5 de mayo, aún existen dudas de que vaya a celebrarse ese día, ya que muchos "tories" -de por sí opuestos al referendo- no quieren que coincida con las elecciones autonómicas en Escocia y Gales, con el argumento de que ello tergiversará el resultado al atraer de entrada a un mayor número de votantes.

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