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Liencres, un campo de dunas a 12 kilómetros de Santander

Una playa atípica, entre acantilados y pinares, con bellos atardeceres.

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Acercarse a la playa de Liencres es ir de sorpresa en sorpresa. Nada más dejar atrás la población del mismo nombre aparece una franja costera salpicada de islotes rocosos, en medio de un litoral abrupto entre praderías y un pinar marítimo. Sobrepasada la sombra de estos árboles se descubre una sucesión de dunas en las que acantilados y pinares siguen siendo protagonistas.

El arenal conocido como Liencres, que en realidad se llama Valdearenas, es uno de esos rincones atípicos para su categoría: más que bañándose (porque el oleaje aquí es intenso, el viento fuerte y las corrientes peligrosas), esta playa se disfruta caminando. El escenario invita a hacerlo: el arenal está enclavado en el Parque Natural de Liencres, que delimitado por la ría de Mogro, encierra el campo de dunas vivas más rico de toda la costa cantábrica. Compuesto por cuatro playas de fina arena blanca (además de Liencres, las de Mogro, El Puntal y Canavalle), su valor fue puesto de manifiesto con su declaración, en 1986, como primer Espacio Natural Protegido de Cantabria. Situado junto a la desembocadura del río Pas, el Parque Natural, además de su interés paisajístico, tiene otro innegable a nivel de fauna y flora, siendo lugar de paso de numerosas aves acuáticas migratorias.

La otra gran experiencia en Liencres son sus atardeceres: con la isla de la Conejera al fondo, al caer el sol la playa adquiere tonalidades de matices irreales. Las últimas luces del día se reflejan sobre los casi tres kilómetros de arenas doradas, que el viento ha ido modelando hasta otorgarles su aspecto actual. Ver morir el sol junto al Cantábrico en este entorno natural privilegiado es una experiencia que justifica, por sí sola, una visita a la playa.

Para quienes quieran prolongar su estancia en esta zona de Cantabria, las opciones son diversas: además de la propia capital, Santander, ciudad señorial y marítima, otra buena alternativa es Santillana del Mar, con un casco medieval repleto de palacios y casas blasonadas. En Puente Viesgo, las cuevas de El Castillo y Las Monedas, declaradas Patrimonio de la Humanidad, conservan diversas pinturas paleolíticas también dignas de mención.











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