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En Madrid le tienen menos fe a Cristiano que a Messi, Kaká y Raúl

Ni el oropel millonario de su fichaje ni su masiva presentación han convertido a Ronaldo en un futbolista admirado por la mayoría

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Ni el oropel millonario de su fichaje ni su masiva y espectacular presentación en el Bernabéu han convertido a Cristiano Ronaldo en un futbolista admirado por la mayoría de aficionados madrileños.

El Publiscopio de septiembre de 2009 quedará marcado para siempre por un dato sorprendente, el que indica que en Madrid hay tres futbolistas mejor considerados que el portugués: Messi, con el 25% de apoyos; Kaká (20%) y Raúl (15%). La popularidad del luso ( 9%) en la comunidad autónoma donde reina su club, el Real Madrid, está muy lejos de la que acredita el trío antes mencionado y sólo un punto por encima de la que el estudio les otorga a Iniesta y Casillas.

El resultado de la encuesta se torna más chocante si se tiene en cuenta que se ha realizado con la Liga ya en marcha y después de disputadas las tres primeras jornadas de Liga y la cita inicial de la Liga de Campeones. Es decir, los aficionados madrileños al fútbol ya habían tenido ocasión de analizar a Cristiano sobre el césped. ¿Qué es lo que no les acaba de convencer?

Poco proclive a manifestar sus sentimientos, acusado incluso de frío, el seguidor del Real Madrid es más exigente de lo que algunos quieren hacer creer. Asume con satisfacción los éxitos, incluso presume públicamente de ellos, pero en su interior no se conforma únicamente con eso. Sobre todo, en el último año, cuando ha asistido entre admirado y envidioso al despliegue balompédico del Barcelona, al curso intensivo azulgrana de técnica y táctica, coronado con la extraordinaria guinda del pleno de títulos.

Los madridistas han salido de la depresión a golpe de fichaje millonario, pero resabiados y doloridos por los últimos años de escarnios y nefastas experiencias, parecen mirar con ojos oblicuos las formas que exhibe Cristiano dentro y fuera del campo. Admiran su velocidad, su obsesión por la preparación física, su disparo seco y sus goles, mas desconfían de su constante presencia en los medios de comunicación y no les acaba de convencer un estilo trufado de malabares que, sin querer, provocan la ira de los rivales.

El portugués no se esconde. Las bicicletas, regates imposibles y demás artes siempre han formado parte de él. No lo hace para humillar al contrario, pero en ocasiones, sobre todo con marcadores amplios a favor, lo parece. Y, claro, los madridistas están hartos de cargar con la cruz de la prepotencia que se les impone históricamente como para que ahora venga Cristiano y agrande la leyenda negra.

El joven Ronaldo tampoco tiene la culpa de que su tirón social le haga objeto del acoso de medios de comunicación ajenos al deporte. De periodistas o similares que le persiguen día y noche o le inventan novias, amantes, broncas y demás mercancía amarilla. Pero Cristiano aparece hasta en la sopa y al seguidor blanco se le aparece el fantasma de Beckham, asociado para siempre con el declive de la época galáctica.

De ahí que, extrañamente, el corazoncito de los aficionados madrileños tenga huecos más amplios y cariñosos para genios excelsos pero calados como Messi o Kaká y, por supuesto, para un profesional intachable y de la casa como Raúl, mil veces tiroteado y otras tantas ileso a base de esfuerzo. A los merengues les gustaría desposeer a Cristiano de algunas cosas para vestirle de lo que admiran en Kaká y Raúl.

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