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Mafiosos y polis corruptos conviven en la cuidada estética de 'Mob City'

Esta noche se estrena en España la nueva serie de Frank Darabont, una ficción fiel al género negro plagada de referencias, jazz y humo de cigarrillos

MARÍA JOSÉ ARIAS

Los Ángeles. 1947. La corrupción y el crimen se han apoderado de la ciudad, pero también de un departamento de policía donde los agentes sin mácula escasean. Ese es el planteamiento de Mob City, la nueva serie de Frank Darabont (creador de The Walking Dead), que este lunes desembarca en España a través de TNT (22.30 horas).

Compuesta por sólo seis episodios en su primera temporada, Mob City es una serie negra y, como tal, se mantiene fiel al género, plagada de referencias y con cierto aire al cine negro de antaño, con sus sombreros, sus ametralladoras, el humo de los cigarrillos, el jazz, los tipos duros y las mujeres fatales. De todo eso hay en Mob City, una serie en la que se ha cuidado la estética hasta el último fotograma y en la que los protagonistas responden a los arquetipos que se espera encontrar en el género.

Joe Teague (Jon Bernthal) es un exmarine que luchó en la Segunda Guerra Mundial reconvertido en detective de Los Ángeles en una época especialmente difícil. Tipo duro (muy a lo Bogart), parco en palabras y, en principio, limpio. O al menos esa es la primera impresión, porque a medida que avanza el piloto las dudas empiezan a surgir. Su alianza con el cómico Hecky Nash (Simon Pegg) para darle cobertura en el soborno a un mafioso será el desencadenante de una trama que esconde secretos que pueden intuirse al final del piloto. Puede que Teague no sea el agente de expediente inmaculado que se espera, pero también es posible que tenga una razón de peso para hacer lo que hace. ¿Quién pone los límites?

Los límites entre el bien y el mal están desdibujados desde el principio de la serie 

Basada en el libro L.A. Noir, Mob City —que no ha tenido la acogida esperada en EEUU— es una de las grandes apuestas de TNT para esta temporada y ha contado con Frank Darabont a los mandos. Además de ser el creador de la serie, en la que se volcó tras su problemática salida de The Walking Dead, Darabont ha dirigido los dos primeros episodios. Algo que se nota en los movimientos de cámara, en esos planos tan típicos del cine negro y en la cuidada realización. Porque si en algo sobresale Mob City es en esa estética propia de los años cuarenta, en la que el humo de los cigarrillos y la escasez del alumbrado público contribuyen a aumentar ese halo de misterio y decadencia que intenta transmitir.

En una ciudad donde los límites entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, están desdibujados desde el inicio, Bugsy Siegel (Edward Burns) y Mickey Cohen (Jeremy Luke) son los amos del cotarro. Ellos manejan el negocio bajo cuerda de la ciudad y compran policías como si de cajetillas de tabaco se tratase. Algo a lo que el jefe del cuerpo quiere poner fin y para lo que contará con Teague. Un personaje gris el que interpreta Bernthal que se irá dibujando a medida que pasen los capítulos. La clave, su clave, parece estar en la conexión personal que mantiene con la chica del cómico que lo contrata (Alexa Davalos) y con el mensajero del jefe de la mafia (Milo Ventimiglia). Ambos, figuras de su pasado reciente.

Puede que a los más cinéfilos les suene el nombre de Mickey Cohen, mafioso que existió en la realidad y al que este año se pudo ver en el cine en Brigada de élite (Gangster Squad, en el original) con Sean Penn en el papel. Con tanto homenaje al cine negro, a Mob City le resulta inevitable parecerse un poco a todo lo que se ha hecho en el género hasta ahora. No oculta sus referencias y, como le pasó en su día a Brigada de élite, su principal carencia en el arranque es no aportar nada nuevo. Que lo haga o no en los sucesivos episodios está por ver. Ahí se juega el ser una serie para el recuerdo, o una más sobre la mafia.

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